Memorias de un corazón roto

Parte 11: Dar el paso

A comienzos de marzo, Naomi acababa de cumplir diecisiete años. Con la llegada del otoño, los días parecían acortarse minuto a minuto, y a ella le gustaba observar cómo los árboles del parque comenzaban a teñirse en tonos amarillos, naranja y ocre.

Elisa y Naomi solían compartir las mañanas, el único momento del día en que podían estar juntas. Las noches, en cambio, Naomi las pasaba sola, ya que Elisa solía tener guardias en el hospital. A veces, al oírla llegar de madrugada, Naomi cruzaba a su habitación solo para recibirla y conversar unos minutos antes de dormir. Elisa prefería que no interrumpiera sus horas de sueño, pero Naomi nunca faltaba a sus responsabilidades, ni siquiera cuando la pereza le ganaba.

Por más que tuviera diecisiete años, no estaba en el último año de la secundaria. Todavía le faltaban dos niveles para concluir los estudios. Se esforzaba, pero no era bueno sobrexigirse, solo se frustraba y entendía mucho menos los temas nuevos, por lo que siempre estaba detrás; entonces le recomendaron mantener su ritmo, sin presión. Lo mejor era terminar la escuela con un buen promedio, sin importar el tiempo que le llevara.

Por más que le faltara terminar la escuela, se sentía en edad de buscar un trabajo. En los últimos días había tomado la costumbre de comprar el periódico y ponerse a leer la sección de empleos. Como creía que ya estaba lo bastante adulta, sentía la necesidad de ayudar a Elisa con los gastos diarios. No quería que se esforzara tanto, trabajando horas extras, y cambiando sus francos para cubrir los puestos de sus compañeras. Por más que a Elisa le gustara su profesión, no era bueno verla exigirse tanto. A su edad era mejor que se tomara las cosas con más calma y pensara en su bienestar.

Entre cada sorbo que le daba a su cappuccino, Naomi leía uno a uno los avisos que habían salido en aquel día. Los analizaba, imaginándode cómo me veía de camarera en un café, o en atención al público en un negocio de sweater, o como niñera. Los marcaba al pensar que no serían complicados de hacer, y que no estaba de más postularse a una entrevista como ya antes lo había hecho, pero hasta ese entonces no había sido llamada para quedar.

—¿No ha salido nada interesante? —Elisa quiso saber cuando Naomi dejó el periódico a un lado.

Ella solía contarle de las posibles propuestas, pero aquella vez no tenía ganas. Se sentía un poco desanimada.

—¿Viste esta nota? —preguntó con curiosidad mientras le pasaba el periódico. En grande había un título que hizo abrir la boca de Naomi de par en par, y atónita tomó la página para leer mejor la noticia.

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"El famoso Circo Clown se prepara para una nueva función, y trae consigo un nuevo casting."

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"La compañía circense abre un módulo de inscripción via web para mujeres que se desenvuelvan como cantantes, de forma profesional o no. Las interesadas podrán dejar sus datos, y realizar una entrevista junto a una prueba de voz el día 27 de marzo a las 10hs. En caso de salir seleccionada, se la contratará para ser parte del staff del Circo Clown, siendo su debut en la nueva temporada estiva próximamente a estrenar..."

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En la misma noticia había un apartado donde se hablaba sobre el estilo de los espectáculos que el Circo Clown presentaba, y cuál era la misión que tenían con el mundo. A su vez agradecían la preciada voz de Margaret, la joven cantante que había entonado las canciones del Circo por casi una década, y ahora se retiraba, dejado vacante el lugar.

La noticia era genial. Estaba preparada para hacerlo. Había estudiado en una Academia donde la habían alentado para que nunca escondiera su don, además de que Naomi amaba la música y creía en su magia. Y claro, el Circo Clown era algo que le encantaba, y había soñado con ser parte del staff. Lo había escrito en su cuaderno de los deseos. Sin embargo... había un único detalle que le provocaba dolor de panza.

—¿Te vas a presentar? ¡Es tu sueño desde chica! —exclamó Elisa.

Naomi tragó saliva.

—Quiero… pero queda en otra ciudad…

—Y eso… ¿es un motivo para no intentarlo? —Elisa arqueó una ceja.

—No lo sé —murmuró Naomi, encogiéndose de hombros.

—Piénsalo. Pero si vas a ir… hoy mismo vamos a comprar los pasajes —dijo Elisa, con esa firmeza suave que la caracterizaba.




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