Cuando Elisa regresó del trabajo, fue directo al cuarto de Naomi. La encontró tendida en la cama, en silencio, masticando pensamientos que podían cambiarle la vida.
—Vayamos por los pasajes —dijo al fin.
La sonrisa de Elisa apareció de inmediato, junto al abrazo cálido que le devolvió un poco de estabilidad. Ese gesto sencillo le recordaba que nada podía perder y que la experiencia solo la haría más fuerte.
Cada noche, Naomi le pedía a las estrellas que la guiaran en el camino que estaba por tomar. Y siempre, inevitablemente, pensaba en Elian. Su rostro, su valentía, su pasión… todo lo que la había inspirado seguía latiendo en su memoria. Aunque el destino lo hubiera apartado del Circo Clown, ella seguía agradecida y, en el fondo, soñaba con volver a verlo, aunque fuera un instante.
La mañana del viaje, Naomi abrazó a Elisa en la terminal y subió al autobús.
Solo cuando este se perdió en la ruta, dejó de mirar por la ventanilla. Sintió el nudo en la garganta, pero no dejó que la angustia la venciera.
Al llegar a la capital, tomó un taxi hasta el hotel. Después de refrescarse y avisarle a Elisa que había llegado bien, bajó al restaurante. Mientras almorzaba, leyó un aviso en redes que anunciaba que la audición se había postergado hasta las cuatro de la tarde. No le sorprendió. Los imprevistos eran normales, así que volvió a su habitación y repasó por última vez su canción.
Faltando un par de horas, salió al balcón a tomar aire. La ciudad tenía un caos que, curiosamente, le gustaba. Le sacó algunas fotos antes de revisar la web oficial del Circo Clown… y entonces el corazón le dio un vuelco.
El comunicado era claro: la noticia del cambio de horario era falsa. La audición había comenzado puntualmente y estaba en curso.
Salió corriendo del hotel con lo puesto y subió al primer taxi que encontró. En el apuro, olvidó las planillas que debía presentar. Solo se dio cuenta al bajar frente al circo, pero volver por ellas era imposible.
Corrió por el pasillo que llevaba al escenario. El lugar parecía vacío, pero aliviada, vio que aún quedaban chicas en la fila. Se unió a ellas… hasta que una voz la detuvo.
—No puede pasar —le informó un hombre del staff.
—Vengo para la audición…
—Lo siento. Cerramos la inscripción.
—Hubo un error… vi una noticia falsa… —intentó explicar, mostrándole el celular, pero el hombre negó sin interés.
—No es nuestro problema si no chequeaste la fuente.
—Por favor… —suplicó Naomi, sintiendo cómo se le humedecían los ojos.
Otros dos miembros del staff se sumaron, cerrándole el paso. Le preguntaron si al menos llevaba las planillas. Naomi bajó la mirada y negó.
—Entonces, es mejor que te retires.
Ella se quedó allí, plantada, luchando contra la angustia y la vergüenza. No podía dejar que un error le robara su sueño.
—¿No puedo intentarlo igual? Puedo llenar las planillas ahora… Ser la última… —insistió.
-Las reglas son claras.
—No me iré —replicó con voz temblorosa.
Los del staff se miraron entre sí y, resignados, la dejaron allí. Naomi no se movió. No podía hacerlo.
Los minutos pasaron y solo quedaba una chica antes del final, cuando los organizadores regresaron.
—¿Todavía sigues aquí?
—Dije que no me iría.
—El jurado ya casi se retira.
—Lo sé. Pero... lo necesito —susurró, al borde del llanto—. La música es mi vida. Si no lo intento, sentiré que fallé…
Uno de los hombres bufó, y antes de que pudiera decir algo más, le sujetó el brazo suavemente, dispuesto a escoltarla afuera.
Entonces, una voz distinta irrumpió desde la entrada.
—¿Qué sucede aquí?
Naomi alzó la mirada… y el mundo pareció desvanecerse a su alrededor.
Elian estaba allí.
No era un espejismo, ni un recuerdo que su mente le jugaba en ese momento de angustia. Era él. En carne y hueso. Más adulto, más alto, con los hombros más anchos y el cabello un poco más largo que la última vez. Había en su porte una seguridad imponente, y sin embargo… sus ojos. Esos ojos claros que ella nunca había podido olvidar, ya no brillaban con la chispa que antes iluminaba el escenario.
Su corazón se disparó y una oleada de calor le recorrió el cuerpo. Dio un paso atrás, como si necesitara espacio para procesar lo imposible. La vergüenza la golpeó de lleno. Allí estaba ella, plantada como una chiquilla caprichosa, a punto de ser echada por el personal del circo… y justo en ese instante tenía que aparecer Elian.
¿De todas las personas? ¿De todos los momentos? ¿Ahora?Sintió que las mejillas le ardían. ¿Qué pensaría de ella? Que era una imprudente, una desesperada… O peor aún, que buscaba llamar la atención.
Elian… su inspiración, su héroe, el muchacho que sin saberlo le había dado alas. Y ahora la estaba viendo así: desbordada, al borde de las lágrimas y a punto de ser reprendida.
Se quedó quieta, sin poder moverse, con el corazón latiéndole desbocado. La presencia de Elian se sentía como un torbellino que arrastraba todo a su paso. Naomi tuvo el impulso de bajar la mirada, de esconderse…
Pero no lo hizo.