Memorias de un corazón roto

Parte 16: Alegría

Al día siguiente, Elian regresó al Circo con la misma pasión que había sentido de niño, con el deseo profundo de volver a conectar con el público que aún lo esperaba con ilusión. Pero, más que nada, lo impulsaba la urgencia de saber si Naomi había sido elegida para formar parte del equipo. La necesidad de volver a verla y agradecerle por lo que había despertado en él lo mantenía en vilo. Incluso se le cruzó por la cabeza la idea de buscarla en las redes sociales: conocía su apellido, y con un poco de suerte, tal vez podría encontrarla.

Antes de dirigirse a la sala de entrenamientos, se desvió del camino. No podía con la ansiedad y decidió hacer una parada en la oficina del jefe, aunque sabía que no estaba permitido acceder a esa información por anticipado. Pero cuando Elian tenía algo en mente, nada lo detenía, ni siquiera las reglas.

Pidió permiso y entró. El jefe alzó la vista, y sus ojos marrones centellearon con una advertencia muda. Sabía perfectamente lo que Elian venía a preguntar.

—¿Ya sabe a quién va a elegir? —disparó sin rodeos. Ya no tenía sentido fingir.

—Hola, buenos días, ¿cómo estás? ¿Acaso dormimos juntos y no me enteré? —ironizó el jefe, evadiendo la pregunta.

—Así es. No lo recuerda, por eso no lo saludé —replicó Elian con una sonrisa.

El juego de palabras siguió un rato, hasta que Elian, con su curiosidad al límite, se acercó al escritorio, fingiendo ojear los papeles.

—¿Por qué quieres saberlo? —preguntó el jefe, extendiendo los brazos para impedir que su mirada avanzara más.

—Porque quiero saber si va a elegir a la persona que tengo en mente —declaró Elian, comenzando a pasear por la oficina, nervioso.

El jefe lo observó, entre divertido y sorprendido.

—Vaya, no me digas que al fin te interesa algo. —Lo miró fijo y Elian se detuvo en seco.

—No me moleste y dígame sí o no —insistió.

—Por supuesto que ya lo sé, y tengo pensado llamarla esta tarde para una entrevista —cedió al fin.

—¿Es Naomi Mattiussi?

El jefe esbozó una sonrisa enigmática.

—¿Sabías que la curiosidad mató al gato?

—¿Y usted sabe que, aunque me diga el nombre, no haré nada malo con ello?

—¿Y qué pasa si no la elijo? A pesar de haber cantado hermoso, tuvo muchas faltas: llegó tarde, olvidó sus planillas...

—No sería justo que perdiera la oportunidad de darle a un ángel un lugar en el Circo Clown.

El jefe soltó una carcajada.

—¡No me digas que te enamoraste!

—¡Claro que no! —se defendió Elian—. Solo creo que es la persona indicada. Tiene un don especial. Ella haría que las funciones fueran aún más hermosas. Usted lo sabe. No lo niegue.

En realidad, no se trataba de amor. Pero había algo en ella que lo había sanado, y al menos merecía quedarse. Elian lo sentía así.

—Ve a entrenar, Elian. No llegues tarde, que en breve sabrás a quién vamos a contratar como nueva cantante —concluyó el jefe, haciendo un ademán con la mano para que se marchara.

No tuvo más opción que acatar. Salió rumbo al gimnasio, intentando convencer a su mente de que no le afectaría si Naomi no era elegida. Pero fue inútil. Estaba tan distraído que su entrenador, interpretando que seguía siendo “el Elian depresivo”, decidió mandarlo a casa temprano.

Elian no discutió. Aprovechó el tiempo libre para visitar a sus padres, con quienes no se veía desde que se había mudado solo. Necesitaba ese reencuentro. Ellos habían estado preocupados por su salud, y aunque él intentara fingir que estaba bien, sabían que algo en él había estado roto. Quería demostrarles que ya estaba sanando. Que había alguien —sin que lo supieran— que había sido capaz de encender de nuevo su esperanza.

En el estacionamiento, mientras se dirigía al auto, escuchó la voz escandalosa de Amelie a lo lejos. Provenía de los apartamentos cercanos. Alzó la vista y entonces la vio: Naomi, en un balcón, riendo con ella.

Su corazón dio un vuelco.

Sonrió sin poder evitarlo, y poco después se rió con ganas. Había alegría en su interior. Naomi había alcanzado su sueño, y él se sentía genuinamente orgulloso.

Cuando ella desapareció al entrar al edificio, Elian sacó su celular y le escribió al jefe. Tenía que agradecerle por haber tomado la mejor decisión.

La vida ya no era ese mar de tristeza y enojo en el que se había estado ahogando. Estaba cambiando. El duelo por María ya no lo paralizaba. Confiaba en que el destino se encargaría de todo, como lo había hecho al poner a Naomi en su camino.

Volveria a esforzarse, a exigirse para recuperar el talento, la pasión… la alegría. Comprendía ahora cuánto había afectado a los demás con su actitud, cómo su dolor se había extendido como una sombra. Y entendía que ya no podía permitirse vivir así. Trabajaba en un lugar que repartía magia, y él debía ser parte de esa luz.




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