Memorias de un corazón roto

Capítulo 21: Una invitación

Elian avanzaba por el pasillo con las manos en los bolsillos, disfrutando del aire fresco que entraba por las ventanas del edificio. La jornada de ensayos había terminado y, por primera vez en mucho tiempo, no sentía la necesidad de marcharse de inmediato.

El circo, que en los últimos años se había sentido como una prisión, ahora se veía distinto. Más cálido, más acogedor. Quizá porque él mismo estaba empezando a cambiar.

Repasaba mentalmente su agenda de ensayos cuando, al girar una esquina, casi chocó con alguien.

—¡Oh! Lo siento… —la voz suave de Naomi lo sacó de su ensimismamiento.

—No te preocupes —dijo él, relajando la postura mientras sentía que el pasillo se volvía más estrecho, que el aire se cargaba con un matiz distinto, como si todo a su alrededor se hubiese detenido para dejarles ese instante a solas. Hacía días que no coincidían, y aunque ninguno lo dijera en voz alta, ambos habían esperado sin saberlo un momento así.

Para disimular la chispa de alegría que le provocaba verla, Elian inclinó un poco la cabeza y, con un tono que buscaba sonar casual, dijo:

—¿Y cómo van los ensayos? ¿Te estás adaptando bien?

Naomi asintió, aprovechando la pregunta para ocultar el leve sobresalto que le provocaba tenerlo tan cerca. Sus labios se curvaron apenas, y en sus ojos azules brilló una luz que hablaba más que sus palabras.

—Sí, mucho más de lo que imaginé. Todos han sido muy amables conmigo y me siento cómoda en el escenario. Aunque todavía estoy aprendiendo muchas cosas.

—Es normal —comentó Elian—. El primer mes puede ser abrumador, pero suena a que te estás integrando bien.

—Lo intento —dijo ella con una leve risa—. La verdad, estar en este circo es más que un trabajo para mí.

—¿Ah, sí?—Desde pequeña, siempre me pareció un lugar mágico. Venía a ver los espectáculos con alguien muy especial, y me enseñó que el circo tiene una energía única, algo que puede hacerte olvidar las tristezas y recordarte que los sueños pueden hacerse realidad.

Elian la miró con atención. Había algo en su tono, en la forma en que eligió sus palabras, que le hizo notar que no hablaba solo del espectáculo. Pero no la presionó para que dijera más.

—Tienes razón —murmuró él, sintiendo una extraña calidez en el pecho—. A veces olvidamos lo que realmente significa estar aquí.Naomi lo observó con curiosidad.

—¿Tú lo olvidaste?

Él dejó escapar una leve risa.

—Digamos que pasé demasiado tiempo viendo solo una parte del circo. Pero es bueno recordarlo.

Naomi le sostuvo la mirada un instante, como si intentara descifrar lo que realmente quería decir. Luego, su sonrisa se iluminó un poco más.

—Entonces, espero que podamos recordarlo juntos.

—Me parece un buen trato -curvó los labios en una sonrisa sincera.

Por primera vez en muchos meses, Elian se sintió en paz con alguien. Naomi tenía la capacidad de hacer que el silencio no se sintiera incómodo, sino acogedor.

Ella jugaba con la pulsera en su muñeca, girando los dijes con los dedos mientras miraba de reojo hacia la ventana. Su expresión era pensativa, como si quisiera decir algo más, pero dudaba en hacerlo.

—¿Qué pasa? —preguntó Elian.

Naomi dudó un instante antes de volver a mirarlo.

—Nada… bueno, en realidad sí...Es solo que… —Naomi mordió su labio inferior, como si estuviera organizando sus pensamientos—. Me hiciste un favor muy grande en la audición... así que me gustaría agradecertelo de alguna manera.

—No tienes que agradecerme —respondió él con sinceridad.

—Aun así… me gustaría hacerlo.

—¿Y cómo piensas hacerlo? -Elian inclinó la cabeza, curioso.

—Pensé que tal vez… podríamos ir por un helado.

—¿Un helado? -parpadeó, sorprendido por la propuesta.

—Sí, digo… si no tienes otros planes.

Él frunció ligeramente el ceño, como si estuviera considerando la idea. No porque no quisiera, sino porque hacía tanto tiempo que no tenía una invitación así, tan simple, tan normal.

¿Cuándo había sido la última vez que había salido por un helado sin preocuparse por nada más que el sabor que elegiría? La respuesta lo golpeó de inmediato: habia perdido la cuenta.

La rutina del circo, las responsabilidades, la pérdida… todo lo había sumergido en un estado donde disfrutar de algo tan cotidiano como eso parecía irrelevante. Pero Naomi lo miraba con entusiasmo, ofreciéndole algo más que un simple helado. Sin saberlo, le estaba ofreciendo una salida, aunque fuera pequeña, de la oscuridad en la que había estado sumergido.

—¿Qué dices? —insistió Naomi, con una sonrisa ladeada—. No tienes que aceptar si no quieres.

Elian se pasó una mano por el cabello, exhalando una leve risa.

—Está bien —respondió finalmente—. Vamos por ese helado.

Naomi sonrió con satisfacción.

—Genial. Conozco un lugar cerca que tiene los mejores sabores.

—Espero que tengas buen gusto —bromeó él mientras caminaban hacia la salida del circo.

Naomi lo miró de reojo, divertida.

—Eso ya lo verás.




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