Memorias de un corazón roto

Parte 23: Tiempo compartido

Después de la salida a la heladería, los días en el circo se volvieron más ligeros para Elian. No siempre coincidían en las prácticas —ella ensayaba sus canciones en otra sala—, pero saber que Naomi estaba cerca le bastaba para sentir que algo nuevo y agradable se había instalado en su rutina.

A veces, al cruzarse en los pasillos o en el patio, intercambiaban un saludo con la mano si estaban lejos, o una sonrisa si el momento lo permitía. Eran gestos simples, casi fugaces, pero en él dejaban una huella inesperada, como pequeñas notas de una melodía que no podía sacarse de la cabeza.

Aquella mañana, mientras se dirigía a la entrada principal, la vio antes de que ella lo notara. Naomi avanzaba con el bolso al hombro y la mirada perdida en el suelo, como si sus pensamientos pesaran más que sus pasos. Elian se encontró sonriendo sin darse cuenta, y justo entonces ella levantó la vista. Su expresión se iluminó al verlo, como si alguien hubiera encendido una luz desde adentro.

—¡Buenos días! —saludó con un entusiasmo que derribó cualquier resto de sueño en él.

Elian le devolvió la sonrisa sin dudarlo. Se había acostumbrado a verla de lejos, a esos encuentros breves, pero esa vez no quiso que la casualidad marcara el final.

—Naomi, espera.Ella se detuvo, arqueando ligeramente las cejas.

—¿Qué pasa?

Elian metió las manos en los bolsillos, dudando apenas un instante antes de hablar, como si midiera si era el momento adecuado. Finalmente, con un tono despreocupado pero con un brillo en la mirada, preguntó:

—¿Te gustaría cenar conmigo esta noche?

—¿Cenar? —repitió ella, sorprendida.

—Sí —afirmó con naturalidad—. Pensé que sería justo después de que me invitaste el otro día a la heladería.

Naomi ladeó la cabeza con una sonrisa traviesa.

—No sé… tal vez tus gustos culinarios sean como tu helado de menta.Él soltó una carcajada.

—Para saberlo, tendrás que aceptar la invitación.

—No suena mal —contestó ella, contagiándose de su risa—. ¿A dónde iremos?

—A mi casa.Ella parpadeó, algo desconcertada.

—Pensé que iríamos a algún restaurante.

—Me gustaría cocinar algo yo mismo —explicó él, con un leve encogimiento de hombros—. Y además… quiero pedirte un favor.

—¿Qué clase de favor?

—Eso te lo diré después —sonrió con misterio.

Naomi lo miró con sospecha, pero la intriga ganó sobre la cautela. Una risa ligera escapó de sus labios.

—Está bien, acepto. Pero si cocinas algo raro, me reservo el derecho de criticarlo.

—Trato hecho —dijo él, con esa media sonrisa que a ella le costaba ignorar.

Mientras retomaban el paso, Naomi sintió una chispa de emoción recorriéndole el pecho. Una cena en casa de Elian… no era algo que hubiera imaginado tan pronto. Aun así, la idea le resultaba reconfortante, como si el destino le estuviera regalando otro momento para descubrirlo más allá de la imagen de su héroe.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.