Memorias de un corazón roto

Parte 24: ¿Una cita?

Elian llevaba toda la mañana con la agenda llena de ensayos, pero, por primera vez en mucho tiempo, no se sentía agotado. Entre movimientos de acrobacia y repasos técnicos, su mente se escapaba una y otra vez a la idea de la noche. No solía invitar a nadie a su casa. Ni siquiera sus amigos más cercanos cruzaban ese umbral sin un motivo concreto. Pero esa vez… quería que fuera diferente.

Al terminar, se quedó unos minutos en el vestuario, sentado en el banco, secándose el sudor con una toalla. No tenía prisa. Se levantó y caminó hasta la ducha, dejando que el vapor caliente empezara a empañar el aire.

El agua cayó sobre sus hombros en un chorro constante, resbalando lentamente por cada músculo, marcando el recorrido por su espalda y pecho. Se pasó las manos por el cabello, apartándolo hacia atrás, mientras pequeñas gotas bajaban por su cuello y se perdían en la línea de su espalda.

Entre el murmullo del agua, pensó en el menú: algo sencillo, pero con un toque especial, sin exagerar para no parecer que lo había planeado durante semanas… aunque llevaba toda la mañana imaginando la cena.

Cuando terminó, se secó lentamente, vistiendo unos pantalones oscuros y una camisa de lino clara que dejaba entrever su piel ligeramente bronceada. De camino a casa, pasó por una pequeña tienda para comprar un par de ingredientes frescos.

Por su parte, Naomi había terminado de ensayar más temprano de lo habitual, aunque en realidad no había logrado concentrarse del todo. Cada vez que intentaba seguir la melodía, su mente la traicionaba, llevándola a imaginar cómo sería esa cena. Elian cocinando. Elian hablando. Elian sonriendo… Elian, en la intimidad de su casa. Se reprendió mentalmente por dejar volar tanto su imaginación, pero la sonrisa en su rostro se negaba a desaparecer.

En el fondo, no podía creerlo. Ella, que de niña había aprendido a pasar inadvertida para no ser blanco de burlas, que tantas veces había sentido que no encajaba en ningún lugar, ahora estaba siendo invitada a compartir un momento especial con alguien que admiraba profundamente. Era como una escena sacada de uno de sus sueños más imposibles.

El rubor le subió a las mejillas solo de pensarlo, y un nudo de emoción le apretó el pecho. Al mismo tiempo, una punzada de inseguridad se coló entre sus pensamientos: ¿y si decía algo inapropiado? ¿Y si hacía el ridículo? ¿Y si terminaba decepcionándolo? Sacudió la cabeza, tratando de alejar esos miedos. Lo único que deseaba era que todo saliera bien, que la noche quedara en su memoria como algo bonito… y que Elian también la recordara con una sonrisa.

Cuando volvió a su habitación, dejó el bolso sobre la cama y se quedó unos segundos en silencio, mirando alrededor como si el lugar fuera nuevo. Sabía que debía prepararse con calma, pero su corazón latía con un ritmo acelerado que no la dejaba pensar con claridad

Abrió el armario y pasó la mano por la ropa colgada, sin decidirse. No quería parecer demasiado arreglada, pero tampoco quería dar la impresión de que no le importaba. Probó una blusa, luego otra, y terminó dejando ambas sobre la cama mientras fruncía el ceño. ¿Y si es demasiado formal? ¿Y si parezco que me esmeré demasiado?

Finalmente, optó por un vestido sencillo de tela ligera, que caía suavemente sobre su figura y le daba un aire delicado sin ser ostentoso. Se miró al espejo, giró un poco y suspiró. Tal vez era demasiado… pero algo en su interior le decía que quería que Elian la viera bonita.

Encendió la ducha y dejó que el vapor llenara el baño antes de entrar. El agua tibia acarició su piel, relajando la tensión de sus músculos, pero no lograba calmar la agitación que sentía por dentro. Se preguntaba cómo sería verlo al abrir la puerta de su casa, si la miraría de esa manera cálida y atenta que tanto la desarmaba.

Al salir, se secó el cabello con paciencia, dejándolo suelto y brillante. Un toque de perfume detrás de las orejas, un poco de brillo en los labios y… lista. O al menos, eso se repetía a sí misma mientras recogía su bolso.

Justo cuando estaba por salir, se miró una última vez en el espejo y sintió ese cosquilleo en el estómago. No sabía exactamente qué iba a pasar esa noche, pero sí sabía que, para ella, no era una simple cena. Era un momento que había soñado sin siquiera darse cuenta… y que ahora se estaba volviendo real




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