Memorias de un corazón roto

Parte 25: Incertidumbre

Cuando Naomi estaba a punto de salir de su casa, Amelie apareció, como si tuviera un radar para detectar cosas interesantes. Entró sin golpear, con una manzana en la mano y la mirada curiosa.

—¿Y esa carita? —preguntó, inclinándose en el marco de la puerta.

Naomi fingió indiferencia, cerrando su cartera.

—No es nada.

—Ajá… claro. —Amelie dio un mordisco a la manzana y luego alzó las cejas—. No me mientas, que tienes la sonrisa de “algo interesante va a pasar”.

Naomi rodó los ojos, pero terminó confesando:

—Elian me invitó a cenar esta noche.

La reacción fue inmediata: Amelie casi se atraganta con la manzana.

—¡¿Qué?! —tosió un par de veces y luego la miró como si le hubiera revelado un secreto de Estado—. Naomi… ¿entiendes lo importante que es esto?

—Es solo una cena —repitió ella, aunque incluso a sus propios oídos sonaba débil.

—Una cena en su casa.—Amelie dejó la manzana a un lado y se acercó—. Escúchame bien: a mí nunca me invitó a su casa. ¡Nunca! Y soy casi su mejor amiga, así que si te llevó allí, no es cualquier cosa.

Naomi sintió que el corazón se le aceleraba, aunque intentó mantener la compostura.

—Él dijo que es solo porque me debía la invitación del helado. Nada más.

Amelie ladeó la cabeza, incrédula.

—Claro. Y yo soy la nueva dueña del circo. —Le lanzó una sonrisa pícara, como si ya tuviera todas las pruebas que necesitaba.

Naomi escondió la cara entre sus manos, muerta de vergüenza.

—Amelie, de verdad, no quiero hacerme ilusiones.

—Ilusiones o no, te lo digo en serio —replicó ella, bajando un poco el tono—. Me alegra por él. Hace tiempo que no lo veo con ganas de… disfrutar la vida.

Naomi levantó la mirada, sorprendida por la sinceridad en esas palabras.

—¿A qué te refieres?

Amelie le dio un golpecito en el brazo con una sonrisa enigmática.

—Pregúntaselo tú misma, si quieres. Yo solo digo lo que veo.

Y antes de salir de la casa, la dejó con esas palabras que se le quedaron dando vueltas, resonando más fuerte de lo que Naomi hubiera querido admitir.

El aire fresco de la tarde le rozaba la piel a Naomi mientras avanzaba por la calle, con el bolso ligero colgado al hombro. Naomi caminaba despacio, como si cada paso la acercara no solo a la casa de Elian, sino también a una parte de su vida que jamás se había atrevido a imaginar.

La frase de Amelie seguía dando vueltas en su mente: “Hace tiempo que no lo veo con ganas de disfrutar la vida”. ¿Qué significaba exactamente? ¿Qué había atravesado Elian para que alguien tan carismático y admirado hubiese perdido ese brillo?

Intentó distraerse observando las luces de las farolas que empezaban a encenderse, el bullicio lejano de la ciudad, los niños que aún jugaban en la vereda. Pero cada imagen terminaba llevándola de vuelta a él.

Recordó que, en las últimas funciones del circo a las que había asistido como espectadora, no lo había visto en escena. Había supuesto que se debía a cuestiones de programación, pero ahora dudaba. Quizás detrás de esa ausencia se escondía algo más profundo, una herida invisible.

También la imagen que le vino a la memoria fue la de aquel día en la audición: Elian la estaba defendiendo, pero con una mirada apagada que parecía contener demasiadas sombras. No era el mismo joven que transmitía energía en cada movimiento, ni el que se había ganado tantos aplausos. Ese recuerdo la estremeció.

Su pecho se oprimió con una mezcla de preocupación y ternura. ¿Qué habría vivido para perder la chispa que lo hacía tan especial? ¿Qué dolor guardaba bajo esa sonrisa perfecta que, poco a poco, parecía estar volviendo?

Naomi mordió suavemente su labio, con una determinación inesperada. No sabía cómo ni cuándo, pero estaba segura de algo: no quería volver a ver esa tristeza en sus ojos. Haría lo posible para que Elian no perdiera otra vez la sonrisa, para que recordara lo mágico que era disfrutar de la vida.

Se sonrojó al pensarlo, bajando la mirada. Le parecía un sueño estar camino a compartir una cena con él. Y, al mismo tiempo, sentía la certeza de que tal vez ella podía ser parte de esa nueva luz en su vida.




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