Memorias de un corazón roto

Parte 29: Hogar

La cena se fue llenando de pausas cómodas, sonrisas y comentarios sencillos que, sin embargo, parecían pesar más que cualquier discurso. El murmullo de la ciudad se colaba por la ventana entreabierta, mezclándose con el aroma de la salsa que todavía flotaba en el ambiente. Naomi, nerviosa, giraba el borde de la servilleta entre los dedos como si buscara el coraje para decir algo.

Fue Elian quien rompió el silencio:

—¿Cómo son tus padres?

Naomi parpadeó, sorprendida por la pregunta. Sintió un nudo en el estómago. No lo había visto venir.

—Es… complicado —dijo al fin, bajando un poco la voz.

Elian percibió la tensión en sus hombros y suavizó el tono.

—¿No tienes una buena relación con ellos?

Naomi negó con la cabeza. Tardó un instante en responder, como si buscara las palabras exactas.

—No es eso… es que no crecí en una familia tradicional.

Elian frunció el ceño apenas, comprendiendo que detrás de esa frase había mucho más de lo que ella se atrevía a contar.

Naomi mantenía el vaso entre las manos, como un ancla. Y aunque no había tristeza en su rostro, sí se notaba una serenidad adquirida a base de heridas superadas. Esa calma extraña, que ya había sentido al escucharla cantar, lo conmovió de nuevo.

Ella inspiró despacio antes de sonreír con timidez.

—Puedo decirte que esto, de verdad… —señaló el plato casi vacío frente a ella— sabe a hogar.

Elian la observó con mayor atención. Sus mejillas se encendieron de inmediato, como si hubiese revelado más de lo que pretendía.

—¿Hogar, eh? —repitió él, en voz baja.

—Sí… —Naomi jugueteó con el tenedor, nerviosa—. Supongo que me recuerda a las cenas con mi mamá. Eran el único momento del día en que todo parecía… en calma.

Elian no la interrumpió. Solo escuchó. Y Naomi lo agradeció en silencio.

—¿Y tú? —preguntó ella con curiosidad genuina—. ¿Qué significa para ti cenar así?

Él se quedó pensativo, removiendo lentamente los restos de pasta en el plato.

—Hace tiempo… significaba compañía. Conversaciones largas después de un día agotador. —Sonrió, pero con un tinte melancólico—. Lo había olvidado.

Naomi no preguntó más, pero su pecho se apretó al percibir la sombra en sus palabras. En cambio, se inclinó un poco hacia él con una sonrisa suave.

—Quizás esta sea una buena forma de recordarlo.

Elian levantó la vista y la encontró mirándolo de frente. En esos ojos azules había algo tan sincero que, por un instante, no sintió la necesidad de ocultar nada.

—Tienes razón —murmuró, y esa vez su sonrisa sí fue genuina.

El resto de la cena transcurrió con naturalidad: bromas sobre lo generosa de la porción, risas pequeñas que iban destensando el ambiente. Cuando terminaron, Elian se levantó para preparar café y Naomi se dirigió hasta el sillón del living, donde la luz era más tenue y el clima más íntimo. Poco después, Elian regresó con dos tazas y un pequeño postre improvisado. Naomi lo miró sorprendida.

—¿También hiciste postre? —preguntó divertida—. Definitivamente, vas a malcriarme y que te voy a contratar como chef personal.

Elian soltó una risa mientras se acomodaba en su lugar.

—Tendría que revisar mi agenda, estoy bastante ocupado siendo trapecista —bromeó, antes de probar un bocado de su propio postre.

—No te olvides, te voy a llevar a mi departamento a cocinarme… aunque tal vez tu club de fans se ponga celoso.

Elian se detuvo a mitad de camino con la cuchara en el aire. Frunció el ceño y la miró con sospecha.

—A ver, quiero dejar algo en claro —dijo con tono serio, aunque sus labios luchaban por no curvarse en una sonrisa—. Yo no tengo nada que ver con ese club de fans. No quiero que pienses que me creo un ídolo o algo por el estilo.

Naomi rió ante su reacción.

—Lo suponía. Eres bastante reservado para haber iniciado algo así. Debe ser idea de Amelie… o de otras chicas que te admiran en el circo.

—Probablemente. Amelie tiene un talento especial para armar complots —murmuró Elian, rodando los ojos—. Pero espera… ¿si hubieras sabido del club de fans oficial, te habrías anotado?

Naomi bajó la mirada a su plato con una leve sonrisa.

—Tal vez…




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