El sol ya estaba alto cuando Naomi salió de su departamento con la carpeta de partituras bajo el brazo. El aire fresco de la mañana le acariciaba la piel, y por un momento pensó en lo diferente que se sentía el circo desde que había llegado. Antes lo miraba como un mundo lejano, casi inalcanzable. Ahora, en cambio, era parte de ese universo, con su ritmo frenético y sus silencios cargados de magia
Sin embargo, lo que realmente le daba un brillo distinto a sus días era una persona.
La cena con Elian le había dejado el corazón latiendo distinto. Se repetía a sí misma que había sido solo un gesto amable, una devolución de la invitación del helado… pero en el fondo sabía que había sido más que eso. Había visto a Elian abrirse, había sentido su vulnerabilidad y, sobre todo, su abrazo. Aquel instante quedaba grabado en ella como si hubiera tocado un hilo invisible que unía sus almas.
Mientras tanto, en la carpa principal, Elian repasaba una y otra vez la misma serie de movimientos en el trapecio. El sudor le corría por la frente, pero no le molestaba: se sentía con energía, motivado. Ya no cargaba sus entrenamientos como un peso, sino como un recordatorio de lo que amaba. Y en cada salto, en cada giro, encontraba la imagen de Naomi sonriéndole, como un ancla que lo devolvía a la vida.
El destino —o quizá esa complicidad silenciosa que empezaba a tejerse entre ambos— quiso que coincidieran en el patio central durante el descanso. Naomi se inclinó junto a la fuente para beber un poco de agua, y al incorporarse lo encontró frente a ella. Elian había llegado con paso tranquilo, y ahora permanecía a su lado, tan cerca que la brisa parecía volverse cómplice.
—Buenos días —saludó Elian con calidez.
—Buenos días, Elian. ¿Cómo pasaste la noche? —preguntó Naomi, queriendo alargar la conversación.
—Dormí poco, pero bien. —La miró directamente, y su voz bajó un tono—. La verdad… no dejaba de pensar en ti.
Naomi sintió cómo el calor subía a sus mejillas. Apretó el vaso de agua entre sus manos, intentando disimular la sonrisa que se le escapaba.
Y justo en ese momento, como si hubiera estado escondida detrás de un telón esperando la mejor entrada, apareció Amelie con una toalla al hombro y el cabello recogido de cualquier manera.
—¡Ajá! —exclamó, señalándolos con un dedo acusador—. Lo sabía. ¡Hay amor en el aire!
Naomi se atragantó con el agua y tosió suavemente, mientras Elian se pasaba una mano por la frente como si de pronto tuviera un dolor de cabeza.
—Amelie… —murmuró él, intentando sonar serio.
—No me lo nieguen, que los vi. Sonrisitas, miraditas, confesiones a media voz… —enumeró ella, divertida—. ¡Si hasta parece el inicio de una telenovela!
Naomi se cubrió el rostro con ambas manos, entre risas y vergüenza, mientras Elian solo negaba con la cabeza, aunque una sonrisa traviesa se le escapaba en los labios.
—No es lo que parece… —intentó decir, sin mucha convicción.
—¿Ah, no? —Amelie arqueó una ceja, disfrutando del momento—. Entonces explícame por qué Elian está sonriendo como si hubiera ganado la lotería y tú pareces un tomate recién cosechado.
—Amelie… —intervino Elian, llevándose una mano a la nuca con gesto resignado—. No tienes idea de lo que dices.
—Claro que la tengo —replicó ella, con una seguridad teatral—. Soy tu mejor amiga, y sé perfectamente cuándo mientes. Además, nunca te había visto hablarle así a alguien. “Dormí poco, porque pensabe en ti”… ¡por favor! Si eso no es romántico, no sé qué lo es.
Naomi abrió los ojos de par en par, incrédula.
—¿Estabas escuchando?
—No hacía falta escuchar —dijo Amelie, dándose aires de detective—. Lo gritaban con la mirada.
Elian se rió entre dientes, negando con la cabeza.
—De verdad, Amelie, deberías usar tu energía para los entrenamientos en vez de inventar novelas.
—¡Esto no es una novela, es la vida real! Amelie extendió los brazos como si estuviera presentando un espectáculo—. Y yo ya estoy lista para ser la narradora oficial de esta historia de amor.
Naomi se mordió el labio, intentando ocultar la sonrisa nerviosa que se le escapaba. Elian suspiró, divertido, y finalmente decidió darle la vuelta a la situación.
—¿Sabes qué, Amelie? —dijo, cruzándose de brazos—. Si tanto quieres narrar una historia, empieza por la tuya. Porque a ti también te vi charlando muy animada coneuno de los chicos del staff.
Amelie abrió la boca, fingiendo indignación.
—¡Eso es distinto! —replicó, aunque sus mejillas se tiñeron de un ligero sonrojo—.No intentes desviar la atención, que aquí los protagonistas son ustedes dos.
Naomi soltó una carcajada, más relajada al ver a Amelie a la defensiva. Elian la acompañó con una sonrisa cómplice, y por un instante, los tres compartieron la ligereza del momento.
—De todos modos —añadió Amelie, señalándolos una vez más con picardía—, me alegro. Ya era hora de que ambos tuvieran algo de luz en sus vidas.
El comentario dejó a Naomi y Elian en silencio, cruzándose una mirada breve pero intensa. Una mirada que decía mucho más de lo que cualquiera de ellos estaba dispuesto a confesar todavía.