Memorias de un corazón roto

Parte 38: La magia del Nosotros

La noticia de que eran parjas había corrido rápido entre los pasillos del Circo Clown. No habían necesitado decirlo en voz alta, ni colgar carteles para confirmarlo. Se podía ver en la forma en que Naomi y Elian se miraban, las sonrisas cómplices que compartían en medio de un ensayo o las charlas prolongadas después de cada jornada.

Eran pareja, y todo el circo lo celebraba como si fuese un logro propio.

Amelie fue la primera en bromear al respecto, claro. Había lanzado un “¡Por fin!” tan fuerte el día que los vio llegar de la mano, que todo el salón estalló en risas.

Pero detrás de su humor chispeante, se notaba la ternura en sus ojos: ella lo había sabido desde el primer cruce de miradas entre ambos, y ahora solo podía alegrarse de ver a su amigo sonreír de nuevo.

El ambiente se volvió más ligero. Los artistas los miraban con cariño, como si esa unión también les perteneciera, como si el amor de Naomi y Elian hubiera logrado impregnar cada rincón de la carpa. Y en cierta forma, así era. Porque algo en esa relación recordaba a todos la verdadera esencia del circo: la magia de compartir, de sostenerse unos a otros, de crear belleza en conjunto.

Naomi caminaba por los pasillos con un brillo distinto. Había pasado del nerviosismo tímido de los primeros días a una seguridad serena, esa que nace cuando uno se sabe querido y valorado. Y Elian...

Elian había vuelto a ser el artista que todos admiraban, pero con una diferencia: ahora brillaba con una luz renovada, como si en cada salto y en cada giro llevara escondido el latido de un corazón que había vuelto a creer.

Esa noche era especial. Era el día del gran show, la función que marcaría el inicio de una nueva temporada. Los camerinos bullían de energía: risas nerviosas, trajes coloridos, maquillaje brillante. Naomi se estaba preparando frente al espejo, acomodando con delicadeza los últimos detalles de su vestuario. Su reflejo le devolvía la imagen de una chica fuerte, pero en el fondo, aún podía escuchar la voz de la niña que había sido alguna vez, aquella que no se sentía suficiente.

Entonces, Elian apareció a su lado. No dijo nada al principio; simplemente apoyó una mano sobre su hombro, y ese gesto bastó para hacerla sonreír.

—¿Lista? —preguntó, con esa voz que se volvía más cálida cuando se dirigía a ella.

Naomi asintió, y sus ojos brillaron al mirarlo.

—Sí… porque sé que no estoy sola.

Él inclinó la cabeza, para dedicarle un pequeño beso con ternura. Naomi sonrió por ese gesto que le hacía sentir miles de Mariposa en el estómago.

Justo en ese momento, Amelie llwgo y se cruzó de brazos, fingiendo indignación.

—Ajá… ¡mira qué románticos! Ya veo que con tanti cariño en el aire se olvidan de salir al show —exclamó, provocando que Naomi soltara una risita nerviosa y que Elian rodara los ojos, aunque sin perder la sonrisa.

—Amelie… —murmuró él en tono de advertencia.

—¿Qué? Solo digo lo que todos ven: ustedes dos son como la prueba viviente de que el amor existe. —Se encogió de hombros con picardía y luego añadió—: Ahora apúrense, que tenemos un show que conquistar.

Los tres rieron, y Naomi y Elian intercambiaron una mirada cómplice, esa clase de mirada que decía más que mil palabras.

El sonido del público comenzaba a llenar la carpa, un murmullo expectante que crecía como una ola antes de romper en aplausos.

Los artistas se reunieron en círculo, tomados de las manos, como cada noche antes de salir al escenario. El jefe del circo habló unas pocas palabras, recordándoles que lo que iban a dar no era solo entretenimiento: era magia, era la chispa que haría brillar los ojos de cada niño y devolvería esperanza a cada adulto que los mirara.

Naomi respiró profundo. Elian entrelazó sus dedos con los de ella y le dio un apretón firme, como una promesa silenciosa. Ella lo miró y comprendió que esa unión era su fortaleza.

Las luces se encendieron. La música comenzó. Y de pronto, todo se transformó.

Naomi abrió la función con su canto, una melodía que envolvía cada rincón de la carpa como un abrazo invisible. Su voz era clara, pura, cargada de emoción. Y Elian apareció en lo alto, surcando el aire con sus acrobacias. La combinación era hipnótica: su fuerza y vértigo danzaban al compás de las notas, y cada giro suyo parecía nacer directamente del alma de ella.

El público estaba fascinado. Los compañeros, desde los laterales, contenían la respiración, sabiendo que presenciaban algo único.

Y allí, en medio del escenario, entre las luces y los aplausos, Naomi y Elian lo supieron con certeza: no importaba lo que hubiera pasado en el pasado, no importaban las heridas ni los temores.Tenían un futuro juntos, un camino compartido donde el amor y la magia iban de la mano.ñ, porque al final, esa era la esencia del Circo Clown: transformar la vida en un espectáculo inolvidable, y el dolor en un motivo más para brillar. Y juntos, ellos eran la prueba de que los sueños no solo se cumplen: también pueden sanar.




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