Mendigo

Episodio 8

ARTEMIA

Al llegar a la oficina principal, suspiro pesadamente. Tengo mucho trabajo y, además, hoy debo supervisar tres cafeterías, o mejor dicho, a los chefs que han recibido quejas. Tanto de los clientes como de sus propios subordinados.

Pero primero decido encargarme de todo el papeleo y luego irme. Quiero visitar nuevamente el hospital para ver al paciente que salvé. Suspiro. No es que presuma de mi acción, pero me da miedo pensar que, si hubiera caído en medio de la calle sin nadie cerca, ¿qué habría pasado entonces?

Hay algo que no logro entender.

¿Por qué la gente elige una vida de mendicidad? ¿Acaso no desean comodidad o tranquilidad? Claro, las situaciones pueden ser diferentes, pero si tienes un techo, dinero para el pan y, además, salud, eso ya es un lujo. Y si te esfuerzas, puedes conseguir algo más. Sin embargo, algunas personas eligen ese estilo de vida, viven donde sea y como sea.

Exhalo, dejando ir mi incomprensión, y me pongo a trabajar. Pero no duro mucho. Otra vez me hundo en pensamientos.

Me pregunto cómo será nuestra conversación. ¿Qué dirá ese hombre? No espero gratitud de su parte. Con que no me ataque con reproches, me daré por satisfecha.

Vuelvo a suspirar con pesar y me concentro en el trabajo, aunque mis pensamientos y mi curiosidad no me dejan enfocarme del todo.

Justo cuando logro concentrarme, el bullicio detrás de la puerta me obliga a levantarme del escritorio.

Abro ligeramente la puerta de mi oficina y me quedo perpleja. David intenta entrar con descaro, mientras Marta se interpone para no dejarlo pasar.

—¡Artemia, quítame de encima a esta loca! —ordena furioso mi ex, agitando un ramo de margaritas.

Solo suspiro con pesadez y, tras agradecerle a Marta, le pido que nos deje solos.

Cuando mi asistente desaparece en la sala, me quedo mirando fijamente al descarado galán.

Qué extraño que antes no notara su narcisismo. Rebosa amor propio y arrogancia, y su actitud insolente me resulta repulsiva.

David se acerca, y yo, con fastidio, pregunto:

—¿Para qué has venido?

—Artemia, quiero estar contigo. —Me extiende las flores.

Pongo los ojos en blanco, me apoyo en el marco de la puerta y cruzo los brazos. No me gustan las margaritas, ni siquiera las que tienen un tono azul. Después de todo, podría recogerlas yo misma junto al lago, pero su olor me da náuseas. Seguramente David lo ha olvidado.

—¡Artemia, toma el ramo! —me ordena.

—David, no necesito nada de ti. Y, además, no quiero ni voy a estar contigo. Así que no me hagas perder la paciencia. ¡Lárgate!

—Escucha, bombón, deja de estar enojada. Me equivoqué, pero todavía te amo. Nosotros...

—Yo no te amo. Y ya no hay ningún "nosotros". —Guardo silencio unos segundos y luego suelto—: Además, tengo novio. Ya te lo dije. Así que deja de seguirme. —Miento, pero añado con sinceridad—: No quiero problemas por tu culpa. Así que vete. No quiero volver a verte...

David cambia de expresión varias veces. Mi mentira ha herido su ego, y me alegro de haberle mentido.

—¡Artemia, estás mintiendo! —exclama con rabia—. No puede ser... Tú me amas.

Me río en su cara y declaro con descaro:

—David, eres ingenuo como un niño. Crees lo que quieres creer. ¿Por qué no podría haber encontrado a alguien más? ¡Tú lo hiciste! Y yo escupí en tu dirección y abrí los ojos. Encontré a un hombre de verdad, que me ama, me respeta y sabe que me gustan las rosas peonía. Pero tú, ¿qué pasa? ¿Decidiste ahorrar dinero? ¿O es que a Nastia le gustan las margaritas?

David me mira con furia y escupe con rabia:

—¡Vete al diablo! Sé que no tienes a nadie. Solo quieres vengarte. Pero ya verás, acabarás arrastrándote de vuelta a mí y será demasiado tarde...

—Mira, ya estoy arrastrándome... —me burlo, y le cierro la puerta en la cara, asegurándola con llave.

Escucho un ruido confuso y el grito de David al otro lado.

—¡Pues quédate sola! ¿Crees que eres la gran cosa? ¡No le importas a nadie más que a mí!

Me acerco a la ventana y simplemente miro hacia afuera.

Tal vez fue lo mejor que David me dejara. En su ira, siempre me humillaba y me hacía daño. Quizás es cierto eso de que es mejor estar sola que con alguien como él.

Después de quedarme un momento junto a la ventana, v

uelvo al trabajo. Porque dentro de poco, tengo que salir.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.