Mendigo

Episodio 34

DÁMIR

Por la actitud de Artemia, entiendo que está molesta. Necesito hablar seriamente con ella. No quiero que esté enojada conmigo. Salgo lentamente al balcón. La chica está de pie en la sombra de un sauce llorón, abrazándose a sí misma. Me acerco y la rodeo con mis brazos por la espalda.

—Pequeña, vuelve a la cabaña, te explicaré todo en detalle. Ni yo mismo sé mucho, pero lo que sé, te lo contaré.

La chica se gira lentamente hacia mí. Sus ojos brillan con lágrimas y en su voz hay desesperación.

—Por todo lo que está pasando, entiendo que estamos en peligro… ¿verdad? —se suena la nariz y me lanza otra pregunta—. ¿Y Clementina? Me preocupa...

Sin pensarlo, la tomo en brazos y la llevo dentro de la cabaña. La siento en la cama y cierro la puerta del balcón. Luego tomo un pequeño taburete y me coloco frente a ella, atrapando sus rodillas entre mis manos. Siento cómo tiembla y me mira con incertidumbre. Quiere decir algo, pero no le doy oportunidad.

—Artemia, no debes preocuparte por Clementina. Está en buenas manos. Aleksei está con ella, y sabes quién era él antes. Tú misma viste sus contactos e influencias. Eso, para empezar. —Respiro hondo y le transmito las palabras del general retirado—. Aleksei asegura que no corremos ningún peligro. Estamos completamente a salvo.

—Entonces, ¿por qué no podemos volver a casa? —insiste con terquedad.

Suspiro pesadamente, la miro fijamente y trato de ser sincero.

—Quizás para no interferir en el trabajo de Aleksei y su gente. Pequeña, él no me lo explicó con claridad. Además, ya te advertí sobre lo que es capaz de hacer mi exsuegro. Puede actuar al margen de la ley. Por eso estamos aquí, para evitar riesgos innecesarios. Y en cuanto haya novedades, tendremos que regresar.

—Dámir… igual tengo miedo —confiesa Artemia, tensa.

—¿De qué?

—De que nos encuentren de todos modos.

Nerviosa, gira sus anillos en los dedos delgados. La observo con atención y decido proponerle algo que realmente deseo.

—Si tienes tanto miedo, ¿qué te parece si viajamos por Ucrania? Nos relajamos un poco. Pero lo mejor sería disfrutar de la naturaleza, no quedarnos en hoteles u hostales.

—¿Me estás proponiendo un viaje… salvaje? —pregunta sorprendida.

—Sí —respondo con total honestidad. Y solo entonces me doy cuenta de que quizá no le guste la idea. Ksenia me habría mandado al diablo con una propuesta así, prefiriendo un crucero de lujo. Me preocupa que Artemia también rechace la idea. Está acostumbrada a una vida cómoda, con servicio y todas las comodidades. Un viaje a la naturaleza, sin lujos, es todo un desafío para ella.

—¿Tendremos que cocinar en fogatas? —pregunta desconcertada.

—Sí, y también bañarnos donde se pueda, y dormir en una tienda de campaña —admito con una leve sonrisa, pero añado—: Aunque estoy seguro de que Aleksei ha pensado en todo. Hoy en día hay duchas portátiles. Si es necesario, podemos comprar una. —Suspiro—. Y la comida podemos pedirla en cafeterías. No es un problema.

Artemia parpadea con sus enormes ojos, mirándome fijamente. Luego, con un aire pensativo, me dice:

—Prométeme que te comportarás… adecuadamente.

—¿Adecuadamente cómo? —pregunto con curiosidad.

En ese momento, se pone de pie, y yo la rodeo con mis brazos, mirándola desde abajo.

—Pequeña, seré indecentemente feliz si estás a mi lado. Y te prometo que me comportaré de manera completamente adecuada —me incorporo y la miro fijamente a los ojos color violeta—. No sé exactamente qué entiendes por "adecuado", pero te trataré como a mi chica.

—Dámir… —suspira ella, apoyando su cabeza en mi pecho.

Sonrío y la abrazo más fuerte. Entiendo sus miedos. Apenas nos conocemos. Pero lo que siento por ella es amor, nada más. Y tengo la intención de hacer que se enamore de mí aún más. Quiero disipar sus temores y dudas.

—Entonces, ¿qué hacemos, mi bella?

—Dámir, pero ayer por la noche le prometiste las llaves a ese hombre calvo… —me recuerda.

Suspiro. Casi lo había olvidado. La miro a los ojos y le digo en voz baja:

—Gracias por recordármelo. Lo arreglaré ahora mismo.

La suelto y llamo a mi arrendador para concertar una reunión en aproximadamente una semana. Luego cuelgo y miro a Artemia.

—Entonces, ¿qué has decidido sobre nuestro viaje?

—Siempre quise hacer algo así, pero nunca encontraba el tiempo… —confiesa con sinceridad, levantando la mirada hacia mí.

—Tal vez esta sea nuestra oportunidad —le digo, capturando sus palabras.

—Puede ser —sonríe.

Feliz por su respuesta, la beso en la sien y le propongo otra opción.

—De todas formas, si algo no nos convence, siempre podemos alquilar una cabaña privada, sin llamar la atención.

—No lo había pensado —admite con una sonrisa.

—Entonces, ¿nos preparamos y nos ponemos en marcha?

—Sí —acepta con una sonrisa encantadora.

Le dejo el primer turno de ducha y le llevo su maleta con ropa. Nos preparamos rápidamente y, una hora después, abandonamos la base de descanso. Decidimos viajar por el sur, evitando la capital, y en el camino elegiremos qué lugares visitar y dónde pasar la noche.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.