Mendigo

Episodio 37

ARTEMIA

Damir y yo entramos al patio de la casa de mi tía. Todo parece tranquilo, pero mi corazón no lo está. Me bajo del coche y camino hacia la casa, donde ya nos esperan Alexei y Clementina. Me estremezco cuando, de repente, me encuentro en los brazos de Damir. No puedo explicar mi miedo, pero me hace temblar. Tal vez me lo estoy imaginando, pero sé perfectamente que hemos comenzado un juego peligroso. Y ahora, cualquier cosa puede pasar.

—Relájate, Artemia —susurra mi apuesto acompañante, manteniéndome en su abrazo. Pero no le creo. Sé que son solo palabras.

—¡Bienvenidos, jóvenes! ¿Descansaron bien? —pregunta desde lejos el general retirado con una expresión demasiado seria.

—¡Perfectamente, Alexei Ivánovich! —responde Damir con una sonrisa.

—Y tú, preciosa, ¿por qué estás tan seria? ¿Ocurrió algo? —sus ojos se fijan en mí con intensidad.

—Eso debería saberlo mejor usted, Alexei Ivánovich —murmuro, restándole importancia—. Pero si hemos regresado, supongo que hay una razón de peso. Y eso es lo que me preocupa.

El hombre suspira y echa un vistazo fugaz a mi tía antes de volver a mirarme con seriedad.

—No puedo engañarte, pequeña. Claro que hay una razón. Pero hablaremos de eso después de comer. Acaban de llegar y es hora de almorzar, aunque ya no sea precisamente la hora… Vamos.

No puedo estar tranquila. Aunque Damir esté a mi lado y me sostenga la mano, el miedo por él me consume. Apenas entramos en la casa, Alexei se dirige a mi acompañante.

—Muchacho, ven conmigo un momento. Ustedes, chicas, vayan a la mesa. Los alcanzaremos enseguida.

Miro a Damir, desconcertada. Él me besa la punta de la nariz y me susurra con convicción:

—No te preocupes sin razón. Todo está bien.

Pero ya no creo en esas palabras. Todo estará bien solo cuando esta pesadilla termine.

—Ven conmigo, niña —me llama mi tía.

Desvío la mirada hacia Clementina. Camino hacia ella con lentitud, buscándole en los ojos alguna respuesta, algún consuelo.

—Tía… ¿qué está pasando? —pregunto con voz temblorosa.

—Vamos, cariño —me rodea los hombros con un abrazo y me guía hacia la sala—. Todo está ocurriendo como debe. No te preocupes por nada, todo estará bien.

Me detengo y miro con temor a los hombres. La frase “Todo estará bien” comienza a alterarme. Cuanto más la repiten, más miedo me da. Alexei le dice algo a Damir, y él escucha con tensión. Esto solo aumenta mi inquietud.

¿Por qué no pueden hablar delante de mí? ¿Por qué tanto secreto? Es otra prueba de que algo no está bien.

Miro a Clementina y le susurro:

—Tengo miedo, tía…

—No tengas miedo, mi niña —responde en el mismo tono y, abrazándome otra vez, me conduce a la sala—. Alexei sabe lo que hace. Debemos confiar en él para que pueda terminar lo que empezó.

Antes de que lleguemos a la sala, los hombres ya nos han alcanzado. Damir está demasiado tenso, lo noto enseguida, y eso no me gusta nada. Antes de sentarme, no aguanto más y pregunto con impaciencia:

—Damir, Alexei Ivánovich, ¿pueden explicarme qué está pasando?

—Por supuesto, Artemia, pero después de la comida… o tal vez de esta cena adelantada. Así que, por ahora, basta de preguntas.

Me siento junto a Damir, nerviosa. Él se preocupa por mí, pero yo no puedo comer. Los nervios me han quitado el apetito. Me doy cuenta de que Damir tampoco come con ganas, lo que solo me confirma que Alexei le ha dicho algo poco agradable.

Estoy inquieta. Solo quiero que esta comida termine cuanto antes y que Alexei nos lo explique todo. Pero el tiempo parece a

largarse cruelmente, desgastando aún más mis nervios.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.