Megan se retoco el labial ignorando en mayor parte la conversación de las otras dos mujeres.
—¿Has visto la falda que tenía? ¿Cómo se atreve a salir de casa con eso?
—No debe de tener nada más que ponerse —respondió la otra con burla. —Me da tanta pena que estuve pensando en donarle parte de mi armario.
Ignoro el jadeo horrorizado de la otra. Acomodo su cabello cuidando de no deshacer su peinado. Sin más que hacer no le quedó de otra que girarse hacia sus compañeras.
—¿Por qué perdemos el tiempo hablando sobre los de la ratonera? Tenemos mejores cosas que hacer.
Arqueo una ceja, fue obvio para las dos mujeres a lo que se refería. Exacto. Blanca sonrió con malicia, engancho su brazo con el suyo. —¿Ya escucharon acerca del nuevo empleado?
—Escuché que entrara en la división de planeamiento —dijo Bianca—. Se de buena fuente que estudió leyes y que es bien parecido.
—Conozco a una chica que trabaja en recursos humanos y me aseguro que viene de una familia acomodada.
Todas soltaron un gritito.
La puerta se abrió con un estruendo. Linda Scott las miro con superioridad.
—Ya decía que era extraño que unas adolescentes estuvieran aquí, debí imaginar que eran el trío de víboras. ¿Todavía tienen edad para comportarse de esa forma?
Blanca se adelantó, sacudió su cabello de un lado a otro echando un vistazo al moño apretado de Scott. Se giró para sonreírles, el tipo de sonrisa que dice y-esta-se-cree-que-es-mejor-que-nosotras.
Fingió estar confundida. —Creo haber escuchado a alguien hablar, pero no hay nadie. ¿Escucharon algo?
Megan se adelantó. —Seguramente debe ser una rata royendo.
—¡Ay, Dios! Vuelvan a la escuela. El sonido que emite la rata se llama chillido. Dios, qué vergüenza. Dejen de echarse toda esas cosas en la cara y el tinte barato, arruina sus neuronas.
—¿Sabes que trabajas en una empresa de cosméticos? —dijo indignada Bianca.
—No ha de saber lo que es.
—Esa es la razón por la que pertenece a la ratonera, ¿en qué otro lugar encajaría? Arruinaría la imagen de la empresa. Haznos un favor a todos y quédense en ese lugar —terminó Megan.
Tratar con los de la ratonera siempre la ponía de mal humor, pero esa bruja era la peor de todos.
***
Al final todos los rumores tenían parte de verdad, el nuevo empleado resultó ser todo un bombón, decidió. Su jefe tenía una reunión con el director de planeamiento, he allí la razón de porque estaba sentada observando al nuevo trabajar. Retorcía su cabello alrededor de su dedo, no podía estar segura, pero puede que babeara.
Su jefe tardaría una hora más por lo que se acercó a presentarse sola. Apoyo su cadera en su escritorio y se acercó de manera que se viera el inicio de su escote.
—Aun no me he presentado —extendió su mano con una manicura de cuarenta dólares. —Mi nombre es Megan Reed, soy la secretaria del gerente general.
El nuevo empleado le mostró una sonrisa todo dientes, encantado con la atención.
—Es un gusto conocerla, señorita Reed. Soy Brad Thompson.
Varias de las mujeres le lanzaron miradas venenosas por adelantarse.
—Saliendo del trabajo algunos empleados iremos a tomar al bar que queda enfrente, deberías ir, te servirá para conocer al resto.
—Yo también iré —dijo la mujer que estaba a dos escritorios.
Al escucharla varios se unieron. No importaba cuantas fueran, Megan tenía las de ganar, lo sabía por como la comía con la mirada. Su teléfono vibró, era la señal para retirarse.
Espero hasta estar en el ascensor para leer el mensaje.
Desc091: Las chicas malas necesitan ser castigadas.
Megan: Ahora no puedo seguir tu juego. Estoy ocupada.
No le vendría mal saber que no era el único pretendiente que tenía.
Desc091: ¿Actuando descaradamente frente a un hombre o menospreciando a otra compañera?
Leyó el mensaje, indignada. Otro mensaje llegó.
Desc091: Con todas las de ganar diré que las dos.
Bastante ofendida con que su admirador secreto le estuviera sacando en cara su comportamiento contestó sin molestarse en releer el mensaje.
Megan: ¿Quién te crees para reclamarme algo? ¡Jódete!
Desc091: Preferiría que me ayudaras en eso.
Megan abrió y cerró la boca varias veces, trató de soltar una grosería, sin embargo, la desfachatez del tipo la dejó sin palabras. ¿Acaso el idiota se creía su dueño para reprocharle algo? No le contestaría. Hasta ahí llegaba su intercambio, de todas maneras era un pervertido, con una boca sucia y de seguro no estaba tan bueno como Brad.
No más mensajes.
Su jefe la dejó salir veinte minutos antes de la hora habitual, minutos que aprovecharía para arreglarse. Al entrar al baño descubrió que no era la única con la misma idea, las mujeres se apretujaban una al lado de la otra e incluso había otras que estaban contra la pared con un espejo de mano. Ahora, todas se creían unas deidades capaces de cazar a Brad. Las dejaría en lo suyo y luego se las cobraría, ella sería la única que tendría su atención.
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Editado: 14.11.2025