Ser madre soltera no era fácil. Ser madre joven era terriblemente difícil. El miedo, la incertidumbre y no ayudaba en nada que su novio la dejara apenas escuchó las palabras bebé y padre. Estaba en su primer año de carrera cuando se enteró de la feliz noticia, no era el momento idóneo y pensó que al menos tendría su apoyo. Llevaban juntos desde la secundaria, fue su único novio y por demás estaba decir su único amante. El tipo literalmente huyó al día siguiente de enterarse, se llevó todas sus cosas y le dejó una carta. Él no estaba listo para esa mierda. Ella no estaba lista y aun así no salía corriendo.
Al final resultó que no necesitaba tenerlo para apoyarla. Lo hizo bien sola, si, tuvo que abandonar un año la universidad y luego retomar sus estudios en una universidad comunitaria, pero terminó sus estudios. Trabajo de camarera soportando las náuseas que le provocaba la comida y los pies hinchados al llegar a casa. Luego pasó a trabajar en un bar por las noches, cuidar a su niña y estudiar. Ella lo logró. Era una gran mamá. Nadie le quitaría eso.
Lo iban haciendo bien hasta que Nina sintió curiosidad por su padre o porque no tenía uno más bien. Era normal que preguntara después de ver cómo los padres de sus compañeros los iban a buscar a la salida de la escuela. Lo esperaba, lo que no significaba que estaba lista.
Melanie colocó la almohada sobre su rostro y gritó.
—Solía hacer lo mismo cada que tu padre olvidaba bajar la tapa del baño.
—¿Qué voy a hacer mamá? ¿Cómo le dices a una niña que el donador de esperma no está interesado en conocerla?
—Siendo honesta, pero adornando un poco algunas partes. Es una niña inteligente, lo entenderá —dio unas palmaditas a su brazo.
Melanie volvió a dejarse caer contra la cama, su cabello rojo extendido sobre la colcha.
—Has hecho un gran trabajo criándola y ahora es tiempo de que vuelvas a vivir tu vida.
—Mamá, no tengo tiempo para eso.
—Entonces, ¿Cuándo? Despertarás una mañana, te verás al espejo y solo vas a ver los años que dejaste pasar.
—Años que pase criando una maravillosa niña que crecerá para convertirse en una gran mujer. Me miraré y diré: ¡diablos, lo hiciste bien!
—No lo niego. Tal vez ahora no te lo parezca, pero cuando llegues a esa edad vas a extrañar tener a alguien que sostenga tu mano, que camine a tu lado, que te diga lo feliz que es de estar a tu lado. Un compañero que te acompañe en tu vejez.
—¿Así es como te sientes?
—Todavía no soy tan vieja —sonrió—. No nos andemos con tapujos, las mujeres tenemos necesidades.
—¡Mamá! —grito abochornada.
Soltó una carcajada.
—Oh, ahora no te hagas la santa, tienes una hija, incluso yo recuerdo como se hace eso —ignoro todas sus protestas—. Mira, te traje algo que te será de ayuda por ahora.
Con desconfianza abrió la caja, su boca cayó abierta al ver lo que contenía.
—¿Estás bromeando?
—¿Qué? ¿No te gusta? Tengo uno en casa; la vendedora dijo que este era mejor. Me aseguro que tendrás un orgasmo en menos de lo que se tarda en decir: electroencefalografista. Mira este, estimula la cli…
—¡Oh por Dios! ¡Detente! —salió corriendo de la habitación con las manos sobre sus orejas. Su madre salió detrás de ella.
—Podemos cambiarlo por otro. Hay un succionador que hace —sus ojos se cerraron por unos instantes—, tal vez un consolador. ¿Eres más de las pezoneras? No te juzgo, a tu edad me encantaba que un hombre…
—¡Ya! No voy a tener esta conversación contigo.
Melanie corrió alrededor de la mesa tratando de alejarse de su madre, quien no dejaba de nombrar más juguetes sexuales y su opinión respecto a ellos. Ella sacó el vibrador y, desde donde estaba, le enseño como usarlo mediante gestos.
Melanie corría y su madre la perseguía por toda la casa.
Nuevo día. Otro día de trabajo, por desgracia. Esperaba no encontrar a Megan escondiéndose y espiando a los empleados. Ya tenía suficiente como para lidiar con su loca amiga.
Un hombre se aclaró la garganta a su lado, Melanie lo saludo por cortesía. Se tensó al instante de verlo. Matthew White, el compañero de trabajo que días antes le había pedido una cita luego de confesar sus sentimientos.
Por alguna extraña razón (considerando que era la hora de llegada) se encontraban solos en el ascensor.
Matthew se frotó la parte posterior del cuello, con evidente nerviosismo.
—¿Cómo has estado?
—Bien.
Se balanceo sobre sus pies, adelante y atrás.
—Qué bueno.
¿Era su imaginación o el elevador estaba lento? Mantuvo la vista en el espejo, apretada contra la esquina.
—¿Le gustaría cenar conmigo el sábado? —pregunto esperanzado.
El ascensor se detuvo en un piso y estuvo tentada a salir aunque no fuera el suyo, de hecho iba a hacerlo si Megan no ingresaba en ese momento. Sus mejillas rojas, labios hinchados y su cabello completamente despeinado. Miro el número del piso con desconfianza.
#4783 en Novela romántica
#1111 en Novela contemporánea
drama amor inesperado, chico nerd y chica popular, romance y humor
Editado: 14.11.2025