Mensajes

Capítulo 9

Matthew se acomodó el saco por quinta vez, su nerviosismo era notable, miro por décima vez su reloj. Su maletín resbaló de sus manos y fue a parar a los pies de un empleado que acaba de salir. Se disculpó varias veces, luego de levantar su maletín miró a todos lados, verificando que nadie hubiera visto lo sucedido.

Melanie comprendió que no podía quedarse todo el día oculta, tendría que enfrentarlo, porque era obvio que la estaba esperando. Aun así se esforzó por salir con la vista fija en los autos que pasaban, lo escucho llamarla y puso todo su esfuerzo por fingir indiferencia. Finalmente el contable la alcanzó.

—Hola.

En su interior no dejaba de rogar que se acabara rápido. Seguramente sería otro intento por invitarla a salir. Y otro rechazo por su parte.

—Verá, tengo que regresar a casa pronto así que no puedo salir a tomar nada con usted.

Las mejillas del hombre se tornaron rosas. Se aclaró la garganta antes de volver a hablar.

—Solo quería ofrecerme para acompañarla a casa, hoy me traje el auto.

No sabía que tenía auto, su desconfianza se debió de haber reflejado en su cara porque él aclaro.

—No suelo venir a menudo en el auto a menos que este lloviendo. Edward es un fanático por cuidar el planeta y suele darnos una charla acerca de cómo los autos contaminan. Él viene en bicicleta a la empresa. La mayoría optamos por seguir sus consejos antes que tenerlo hablándonos por horas acerca de los beneficios de usar un vehículo que no contamine.

Su otra opción era tomar el metro como todos los días. Matthew aprovechó su vacilación y la condujo hacia un cacharro.

—Sé que no es el último modelo, pero es seguro. Tengo pensado hacerle algunas mejoras, voy a empezar con la pintura y la abolladura en la puerta.

—Parece como si con solo tocarlo se desmantelará.

—¿Cómo? No. Le aseguro que es muy seguro. Le doy mi palabra de que llegara segura a casa.

Intentó entablar conversación durante el camino, fue notar su nerviosismo lo que la detuvo de actuar cortante. No se podía decir que era un mal tipo, solo que no era su tipo. Pero después de todo: ¿cuál era su tipo? «De los que tiran la toalla a la primera», pensó con desagrado.

Las luces ya estaban encendidas y sonaba la música a volumen alto, esa era una gran desventaja al dejar a su madre al cuidado de Nina. Era una mala influencia. Melanie dudo, sería descortés de su parte despachar al hombre que amablemente se ofreció a traerla a casa. Podía invitarlo a pasar y rezar para que dijera que no.

—Gracias por traerme.

Matthew sonrió con deleite.

—Eh, ¿te gustaría pasar a tomar una taza de café? —«Di que no, por el amor de todos los cielos, di que no».

Su sonrisa se amplió, luego su ceño se frunció.

—Entiendo que solo lo haces por amabilidad, en verdad no quieres que entre, ¿cierto? Descuida, ya tengo que irme.

Ahora la hacía sentir mal. No trató de sobrepasarse, le dijo adiós desde donde estaba parada antes de alejarse por el pasillo.

—Espera —se arrepintió luego de soltar esa única palabra, su interior gritaba que lo dejara irse—, por favor, pasa a tomar algo. Te lo debo por traerme hasta a casa, además hay pastel.

Una mujer mayor y una niña bailaban en la sala, cuando se dieron cuenta de que tenían audiencia dejaron de hacerlo. La música se apagó dejándolos en un silencio incómodo. Dos pares de ojos mirándolos con curiosidad.

—Él es un compañero de trabajo, fue amable en traerme.

—¿Y el compañero tiene nombre? —preguntó su madre.

—Esto, sí.

Nina corrió a sus brazos. Melanie la levanto y lleno de besos por toda su cara.

—Soy Matthew White, señora. Es un placer conocerla.

La mujer lo insto a que se acercara. Matthew se detuvo frente a ella, mirando nerviosamente al suelo. Rita lo inspeccionó con la mirada, tenía su mano derecha en su barbilla, giró a su alrededor sin dejar nada fuera de su vista.

—Un poco pasadito de peso, pero no está tan mal —se detuvo a su espalda con la vista fija en su trasero—, tiene por dónde agarrar.

—¡Mamá! —llamó escandalizada.

—Bien, dime Matthew, ¿sabes cómo comer miel?

Melanie jadeo horrorizada. Matthew tardó en procesar lo que dijo, en cuanto lo entendió se puso rojo como un tomate.

—¿Mamá, porque la abuela le pregunta si sabe comer miel? No es tan difícil. ¡Solo la comes!

Rita fue abrir la boca, pero la detuvo antes de que dijera nada. —Madre.

—No hagas caso, cariño. ¿Cómo está la cumpleañera más bella del mundo? —le hizo cosquillas que inmediatamente la distrajeron.

—Llegan justo a tiempo, Nina no quería soplar las velas hasta que llegaras.

—Será mejor que me vaya, no era mi intención incomodar.

—No, si mi hija te invito no es ninguna molestia. Vamos, cantaremos feliz cumpleaños y cuando terminemos de repartir el pastel puedo llevar al parque a Nina. —Se acercó para susurrar—. Entonces Mel puede mostrarte su habitación y tú puedes enseñarle como se come la miel. Es más, tengo el libro del kama-sutra en mi bolso, puedo considerar prestárselos para que practiquen más allá del misionero.




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