Mensajes

Capítulo 10

Melanie pasó toda la mañana sin hablarle, de nuevo. Además tenía que soportar las miradas mal intencionadas de sus compañeras y todo porque una de ellas la vio el fin de semana con Brad. No recordaba haberla visto en el restaurante, pero ella sí que los vio cuando estaban en el estacionamiento. El lunes comenzó a rondar por la oficina una foto de Megan y Brad dándose el lote. A Brad no le gusto que mostraran algo íntimo y lo primero que hizo fue ir a recursos humanos para reportar a su compañera. Para sorpresa de los dos, Campbell llevaba más tiempo ahí solicitando que quitaran la foto de las computadoras.

Apenas cruzaron palabras, Brad le agradeció y ella se quedó mirándolo con mala cara.

Cada vez que venían a dejar papeles para su jefe o para tratar algunos temas no disimulaban su curiosidad. La foto podía haberse quitado, pero ya todos la habían visto. A causa de la misma foto, estaba segura de que su admirador la vio, no tenía ningún mensaje nuevo. Lo único bueno que salió fue que a Melanie se le paso el enfado.

A la hora del almuerzo busco a su amiga. Como no tenía mucha hambre se limitó a comerse una barra de cereal. Melanie, en cambio, se sirvió una ración de puré con albóndigas que la cafetería ofrecía. Tenían almuerzo gratis mostrando su gafete.

Los de la ratonera siempre eran ruidosos, por eso era fácil saber dónde estaban. Entraron hablando fuerte, una de las chicas le gritó a la otra, que solo acomodo sus gafas. Una cosa que Megan no podía negar es que al menos uno de la ratonera estaba pasable. El ratón más gordo las vio. Melanie se atraganto.

***

Linda acomodo sus gafas, su sonrisa ponía de pelos a cualquiera.

—Por supuesto. Tengo el nuevo tomo de Junjou Romántica, es más ya lo leí —se inclinó sobre la mesa—. Tenemos que pasar por la librería cuando salgamos, necesito reabastecerme.

Maya se sentó en la punta de su silla con una mirada soñadora. Era la mirada que presagiaba una de sus ideas locas.

—Edward… besa a Darrell.

El aludido se atraganto con su bebida, sin verlo venir. Darrell bufo.

Linda sacó su teléfono, preparada por si se daba la ocasión. Cabe destacar que Maya hacía ese tipo de proposiciones casi en todos los almuerzos en donde el director no estaba. Cuando uno de sus compañeros se acercaba a otro ellas estaban atentas, miles de imágenes pervertidas pasando por su cabeza. Las mujeres podían ser peligrosas.

—¿Cuántas veces tengo que repetir que no me apetece besar a Darrell, Matt, Andrew ni al jefe? —Le dio un golpecito en la frente con el dedo índice—. Deja de hacer proposiciones indecorosas.

—Yo puedo besar a Linda —bromeo Andrew.

—Así que chiste —Maya apoyó su barbilla sobre sus manos. Sus hombros cayeron en decepción, de la misma forma reaccionó Linda.

Andrew dividía su atención entre comer y leer, de vez en cuando lanzaba algún comentario para no perder la corriente de lo que hablaban. Maya y Linda susurraban al tiempo que veían el teléfono, ninguno quiso preguntar la razón.

Matthew no dejaba de desviar la vista hacia otra mesa, para ser más específicos, en la que estaban las señoritas Reed y Reyes.

—Estoy en el nivel veinticuatro, ya puedo comandar misiones más allá del muro —le comento Darrell a Andrew, logrando que dejara el libro.

Las dos mujeres de la otra mesa estaban enfrascadas en su conversación o al menos eso pensó hasta que vio como la señorita Reyes los miraba de soslayo. Reed ni se percató de su presencia, aunque eso no debía sorprenderle. Ella los consideraba por debajo de su nivel.

Matthew se sonrojo al cruzar miradas con Reyes, a quien también le pasó lo mismo. La señorita Reed frunció el entrecejo al mirar que era lo que tenía distraída a su amiga. Pudo ver como la regañaba, casi podía imaginar sus palabras en su cabeza. Esa mujer terminaría por volverlo loco.

La primera vez que fue a casa de Elias fue una sorpresa encontrarla. Quería intentar una pequeña huerta, la idea le resultaba tan atractiva que lo primero que hizo fue ir a comprar los materiales. Sus carritos chocaron, cada uno distraído con lo suyo, el impacto provocó que una maceta cayera y se rompiera. El tiempo que les tomó ponerse de acuerdo en pagar los daños Elias le comento del pasatiempo con su esposa y él le comentó que llevaba años ayudando a su madre con su jardín. Le mostró unas fotos, lo que cerró el trato, le pidió su ayuda porque a su jardín le faltaba mucho trabajo. En ningún momento mencionó su apellido.

Edward no podía negar que verla molesta lo entretenía un poco. Vamos, ella se la pasaba todo el tiempo hablando pestes de todos sus compañeros. Solía menospreciar a sus compañeras en especial, se burlaba de como vestían o la manera en que estaba su cabello.

Al llegar a la oficina todos fueron a sus escritorios. De todo el edificio eran los menos favorecidos, trabajaban en la primera planta, al lado del armario de la limpieza. A menudo se encontraban con la encargada de ello, era una mujer de carácter duro, los regañaba si dejaban caer un envoltorio. Su lugar de trabajo era reducido, pero tenían su propia cafetería, esta consistía en una mesa con una cafetera que compraron entre todos. Cada uno llevó su taza, también tenían platos de plástico para los días largos y pesados. Edward era el único que la mayoría de las veces tomaba su café en la cafetería de los otros pisos y solo lo hacía porque le gustaba observar a sus compañeros.




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