—De ninguna manera.
Megan consideró fingir un nuevo accidente para que la mandaran de nuevo a casa, lo que sea menos lo que le pedía su jefe.
—Tengo mucho trabajo que hacer, no puedo simplemente dejarlo para ir a ayudar a otro departamento. No voy a trabajar con los de la ra… división de contabilidad.
Su jefe se secó el sudor de la frente con su pañuelo, presintiendo las quejas que tendría que escuchar de su empleada.
—Reed, la división de contabilidad tiene mucho trabajo y pidieron una secretaria para que los ayudara con el papeleo. Solo va a tener que ordenar facturas, organizar carpetas, nada complicado. Considerando que somos el departamento que es capaz de prescindir por un corto periodo de tiempo de una empleada…
La cosa solo empeoraba.
—¿Tengo que llevarles el café! —horrorizada era quedarse corto. Entonces se sostuvo de la mesa y soltó un quejido. —Mi pie. Ay, me duele. Necesito sentarme.
El jefe se puso serio. —Reed.
—Bien, pero no les serviré café —dijo para sí misma.
Megan tomó una respiración profunda antes de entrar, estiró la mano a la manija y luego la alejo con rapidez. Trabajar con los de la ratonera significaba que tendría que verle la cara a dos de sus personas menos favoritas y considerando lo que pasó esa mañana la hacía temblar de rabia.
Brad fue muy amable y considerado al irla a buscar a su casa para llevarla a la empresa. Al llegar Melanie la esperaba con un café y unas medialunas, una buena manera de empezar el día. Hasta que la vio. Linda Scott estaba pasando su tarjeta. Megan pasó por su lado y la empujó con el brazo fingiendo haber tropezado.
—La arpía regreso —dijo con una sonrisa.
Megan le sonrió y tocó el brazo de Brad. —¿Escuchaste algo? Deberían llamar al fumigador, parece que las ratas se volvieron a escapar.
Linda bufo. —Parece que las mini vacaciones no te sirvieron de nada. El veneno lo llevas en la sangre.
Guardo su tarjeta en su bolso, se detuvo frente a Megan y con toda intención tomó el café de su mano y se lo tiró encima. Se alejó soltando un «ups». Fue una suerte que no estuviera caliente. No fue capaz de ir tras ella porque Melanie se interpuso alegando que era su culpa.
Una vez en el baño Megan se quitó la blusa y tallo con un pedazo de papel mojado la mancha. Quería gritar de rabia al recordar como no la apoyaron, era como si se hubieran puesto de acuerdo. Para el colmo la mancha no salía y era su blusa favorita.
—¡Ah! ¿Quién se cree que es? —dijo a su reflejo. —¡Bruja mal vestida!
La puerta se abrió y tan furiosa como estaba se giró para gritarle a quien fuera que la interrumpió. Campbell la miró con la boca abierta, sus ojos deteniéndose en su brassier de encaje. No le dio la oportunidad de disculparse cuando de pronto algo le dio en la frente y todo se volvió oscuro.
Lo primero que noto Campbell fue un constante martilleo en su cabeza, abrió los ojos y los volvió a cerrar. No recordaba cómo fue que llegó a esa situación. Con un quejido consiguió sentarse, estaba en el piso del baño y en la esquina más alejada la mujer de sus pesadillas con una blusa mal abotonada. Miro el tacho a su lado, entonces los recuerdos volvieron.
—¿Me tiro el cesto de basura?
—¡Fue su culpa!
—Es usted la mujer más peligrosa y loca que he conocido.
—Si no fuera un pervertido nada de esto hubiera pasado.
—¿Pervertido? ¡Es el baño de hombres!
—Miente.
Y para demostrárselo paso por su lado para señalar la puerta donde estaba el dibujo de una persona con la palabra: caballeros. Megan intentó cubrir las palabras con su bolso.
—¿Lo ve? Comienzo a creer que voy a necesitar una orden de restricción, es demasiado peligrosa para mi salud.
Megan soltó una risa falsa. —¿Salud? Si lo único que ha tenido es suerte, dudo que en otra circunstancia tenga la oportunidad de estar cerca de una mujer hermosa.
Campbell hizo el intento de levantarse, se sujetó del lavamanos, su visión se volvió borrosa por unos milisegundos. Por algún extraño motivo veía las cosas de lado, examinó sus gafas para darse cuenta de que estaban torcidas.
—Contrario de lo que puede pensar, señorita Reed, no tengo problemas en encontrar compañía femenina.
Eso era tan gracioso que termino riendo de verdad. —A otro perro con ese hueso.
Megan lo dejó sin preguntarle (de nuevo) si se encontraba bien.
Recordar lo de esa mañana la hacía querer huir. No, ella era Megan Reed, no huía. Abrió la puerta de un tirón y entró, todos pararon lo que estaban haciendo para mirarla.
Normand Watts, el director de la división le dio la bienvenida y le explicó cuáles iban a ser sus tareas en esos días. Linda la miró con una gran sonrisa socarrona, Matthew saludo con cortesía y Darrell a penas y le dirigió mirada. En una mesa a su izquierda estaban los tres restantes, concentrados en un montón de papeles y tecleando sin parar.
Megan se pasó las dos horas siguientes ordenando y clasificando papeles, que creía, no necesitaban. Cuando terminó la mandaron a sacar copias de varios documentos, al regresar le encargaron otra montaña de papeles. Luego tenía que revisar los archivos buscando un contrato de compra venta de suma importancia. Tenían alrededor de cuatro archivadores repletos de carpetas y una estantería.
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Editado: 27.12.2025