Mensajes

Capítulo 15

Dos días fue suficiente para que Megan se aclimatara a la ratonera. El jueves entro a la empresa con un gran bolso a cuestas, el cual estaba lleno de por si acasos. Una blusa, un plato y cubiertos, servilletas (lo que podía conseguir en la cafetería o las salas de descanso de los pisos). No la iban a tomar por sorpresa.

Melanie esperaba el ascensor, miro su gran bolso y después negó con la cabeza al tiempo que elevo los brazos en señal de rendición. Se subió al ascensor en cuanto llego sin dirigirle la palabra.

Megan sonreía mientras iba a la ratonera, sus tacones haciendo tac, tac en cada paso.

—Buenos días —saludo.

Todos dejaron de hacer sus cosas para mirarla, ya sea por su amable y feliz saludo o el gran bolso. Campbell se recostó en su silla y la miro con un brillo en los ojos, elevo la barbilla señalando el equipaje. No obstante, cuando hablo no lo menciono.

—Bonitos zapatos.

Megan miro sus tacones rojos de ocho centímetros. —Gracias.

Todavía sonriendo, Campbell fue a la mesa donde trabajaba Megan y tomo asiento en la silla vacía. Coloco su codo sobre la mesa y se acercó lo más que pudo.

—¿Qué planea señorita Reed?

Megan imito sus movimientos.

—No entiendo a lo que se refiere. Solo vengo a trabajar.

—¿Segura que no tiene intenciones ocultas?

—Si las tuviera, siendo usted tan listo, ¿no las descifraría al instante?

—Temo que me subestima.

—Esta puede ser la primera vez que no alardea de sí mismo.

Incapaz de soportar esa cercanía, Megan fue la primera en alejarse.

—¿Cuándo he pecado de eso? —Campbell llevo una mano a su pecho y puso cara de ofendido.

—Déjeme pensar. ¿Qué tal todas las veces que nos encontramos?

—Me hiere que piense de esa forma.

—¿Tiene sentimientos? Madre mía, y yo que pensaba era uno de esos robots que luego se vuelven homicidas, como en las películas.

—Aunque no lo crea, tengo sentimientos. Pese a su evidente… hostilidad hacia mi persona solo trato de ser amable cuando nos encontramos. Como lo haría con cualquier compañero del trabajo.

—Ya. Voy a fingir que le creo. El día de hoy solo traigo buenas intenciones. Ahora si no le importa —señalo la caja llena de papeles que tenía para organizar.

Campbell no perdió la sonrisa. —En ese caso, le dejo para que comience con sus tareas —aunque por su tono fue claro que no le creía.

El resto de los trabajadores de la ratonera juntaron sus cabezas para susurrar, la oficina no era tan grande por lo que las palabras le llegaron con claridad.

—¿Piensa mudarse? —dijo Linda.

—¿Un cambio de vestuario? —aporto Andrew.

El jefe Normand G. Watts, cuyo zapatos estaba al lado de su escritorio, cruzo una pierna por sobre la otra para poder rascarse el pie.

—Vamos a fingir que no vimos nada. Es lo más profesional por nuestra parte.

Todos volvieron a sus lugares luego de dedicarle otra larga mirada. Pronto se sumergieron en sus tareas, que al ser fin de mes eran demasiadas. Entre llamadas telefónicas, papeleo, gritos y más papeleo, llego la hora del almuerzo. Megan continuo organizando, nadie parecía notar la hora.

Cinco minutos después le llego un mensaje de Melanie, ya estaba haciendo fila. Megan le contesto con una pequeña mentira. A juzgar por la cantidad de trabajo, todos estarían tan ensimismados que no notarían la hora. Megan contaba con ello.

La hora del almuerzo paso, Megan espero otros cuarenta minutos antes de hablar. Trato de no sonreír y actuar natural, lo que fue difícil considerando su emoción.

—Ejem.

Maya levanto unos papeles y se los paso a Darrell, quien se los devolvió diciendo que ya tenía demasiado por hacer.

—No puedo agregarlo como gasto de la empresa —dijo Linda al teléfono—. Lo entiendo, pero… —bajo el aparato y se froto el entrecejo fruncido.

—Ya es muy tarde para ir al banco —se quejó Matthew.

—No importa que tenga la factura —continuo Linda—. ¡Porque no cubrimos la compra de un auto! Va a tener que pagarlo de su propio bolsillo.

—Mira —Maya le mostro a Darrell la pila de papeles a su lado—, no puedo con todo —Maya tomo la mitad de las carpetas y las dejo en el escritorio de Darrell.

Eran muy caóticos, casi le recordaba a los días de rebajas, donde las mujeres se lanzaban sobre otras con tal de conseguir la prenda. Megan se acercó para que la notaran. El jefe casi se cae de su silla al escuchar los tacones de Megan, se froto los ojos somnolientos y fingió que estaba despierto.

—Ya es tarde. ¿No vamos a almorzar? —pregunto con dulzura.

Matthew miro su reloj para comprobar la hora. —Apuesto a que solo queda ensalada. A nadie le gusta la ensalada.

—A Edward le gusta —dijo Darrell.

—Se nos acabó el café —informo Linda después de dejar la cafetera—. Podemos ir al departamento de administración, ellos siempre tienen.




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