Otra vez no, por favor.
—¡Hey, vuelve!
—Lo siento doc, pero hoy más que nunca no debo estar con usted... ¡Sé lo que hará! —Empecé la huida.
—¡Por favor, hoy sí o sí debes estar en tu habitación! —Comenzó a perseguirme—. Vamos, niño, hazlo por este doc que no quiere perder su bata.
Escuché su ruego, así que detuve la marcha, aunque la retomé de inmediato al verlo corriendo hacia mí con ganas de agarrar mi cuello y estrujarlo.
—¡Hey, no puedes correr todo el tiempo de ellos! —¿No puedo? Claro que sí puedo, lo he hecho desde hace mucho y mire, lo estoy haciendo.
—¡Estoy corriendo de ti, gorila! —Lo provoqué intencionalmente, pero me arrepentí porque su enojo aumentó, hasta el punto de casi alcanzarme.
A todo esto, ¿por qué no encuentro el cuarto de Merly cuando más lo necesito?
—¡Esta vez no te dejaré salir con la tuya! —Gritó, pero que frase más de anciano.
—¡Deje de gritar! —Contesté—. Me está dejando como el culpable de esta estúpida persecución. —De hecho, soy el culpable.
—¡Venga, niño! —Aumenté la velocidad, hasta el punto de no saber si eran mis piernas o las de un velocista rojo.
No sé como lo lograba, pero al final acababa perdiendo de vista al doc, bueno, él me perdía de vista.
—Dos y cincuenta. —Vi el reloj en mi muñeca—. Estoy tarde... De nuevo.
Ha pasado casi una semana y media desde que acordamos, la verdad que Merly me obligó, reunirnos en secreto con el único propósito de ayudarnos.
Aunque ya haya pasado un buen tiempo, sigo sin entender lo último perfectamente, ¿en qué me puede ayudar una desconocida? Es más, ¿en qué me puede ayudar ella? Es Merly, y por lo que llevo en conocerla, solo se ha dedicado a hablar temas raros, conocer mis gustos y cantar de la nada.
No quiero que se malinterpreten mis palabras, pero no me ha ayudado en nada más que distraer mi mente de los problemas que tengo en ella. Algo que necesitaba con urgencia.
Ahora que lo pienso, yo tampoco le he ayudado como dice en la parte del trato, que ella estableció sin consultarme.
Seguí caminando, buscando el destino que tengo grabado en mi memoria.
Habitación doscientos veintiseis.
—Llegó por quien llorabas. —Abrí la puerta sin permiso, cerrando los ojos por precaución—. ¿Estás vestida?
—Llegas tarde. —Tomé como un 'sí' su respuesta—. Aunque pensé que no vendrías el día de hoy.
—Un gorila me perseguía, ¿que quieres que haga frente a eso? —Cerré la puerta—. ¿Por qué pensaste que faltaría a nuestra , tu, promesa si estoy bajo amenaza de quedar como un degenerado frente al juez de la corte?
—Suena feo si lo dices así. —Reclamó indignada y se levantó de la camilla.
Merly estaba vestida con ropas blancas, lo típico, junto a un extraño sombrero y en su mano sostenía una zampoña, instrumento musical de viento, que agitaba para llamar mi atención.
—Es porque es así. —Respondí ignorando su acto—. Todavía no respondes la pregunta. —Le hice recordar.
—Ah. —Resopló inflando las mejillas , se veía tierna—. Tu padre viene a visitarte, ¿no es cierto?
¿Cómo lo sabe?
—¿Cómo lo sabes? —Al parecer, pienso en voz alta cuando me sorprenden.
—Yo sé todo lo que pasa en este hospital —Por favor, si lees mi mente, quita tu expresión orgullosa que me irrita.
—Ajá, sí, creo que ya es tarde. Me voy. —Dije al estar cansado de las tonterías que Merly hacía de forma natural.
Ni se esfuerza.
—¡Hey! —Detuvo mi marcha—. Respeta nuestro, mi, acuerdo.
—Sabes que el 'mi' lo escu... —Merly interrumpió.
—¡Hagamos otro trato! —Sonrió más. Aquí vamos de nuevo—. Si tú tocas cualquier melodía con la zampoña, yo te daré los mejores consejos que un adulto pueda dar para que un adolescente con problemas familiares e internos sepa solucionarlos.
Qué específica.
—No. —Respondí seco—. Adiós.
—¡Hey! —Exclamó—. Intenté tocar esta cosa pero no me sale, de seguro tú sabes como hacer para que suene bonito.
—Sorprende que una extraña me diga que soy bueno en algo sin ni siquiera conocerme. —Dije, después la miré. Ella esquivó la mirada, creo que se dio cuenta del detalle.
—Bueno... Creí que u-un antisocial como tú puede tener talentos ocultos, como el de tocar la zampoña como un profesional.
Que específica, de nuevo.
—¿Esos no son prejuicios? —Pregunté, a lo que ella lanzó hacia mí el instrumento.
—No, toca. —Ordenó feliz, pensando que ella me convenció.
—Te vas a decepcionar. —Ella solo cruzó los brazos, expectante a lo que saliera.
Sin siquiera desearlo, vino a mi mente la vez que toqué... La zampoña en el aniversario de mi anterior escuela. Al parecer sus prejuicios son correctos respecto a mí.
—Tienes suerte de que mi padre esté aquí. —No quería irme, mucho menos que me botara, ya que no encontré un lugar más seguro que el cuarto de Merly para evitar guardias y al doc.
Sus ojos se iluminaron al verme soplar y que la melodía saliera mágicamente. Creo que lo hacía bien, puesto que ella amplió más sus sonrisa y serenó sus expresiones. Incluso, levantó la cabeza, como si estuviera pensando en algo o quizás, alguien.
Como nada es perfecto en la vida misma, erré al momento de pasar a la última estrofa. Esto desconcertó a Merly, más a su fortuita paz, que abrió los ojos y me miró, aunque no sé porque, decepcionada.
No esperes más de un desconocido, por favor.
—Te dije que no era bueno. —Excusé—. Esto no es lo mío.
—¿Cómo lo hiciste? —Preguntó, cambiando la expresión de antes—. Intenté tocar esa canción varias veces y nunca me salió.
¿En serio? Pero si es lo más básico que hay.
—Pero... —Fui interrumpido.
—No me digas que es fácil porque me haces sentir tonta.
—Ah. —Suspiro, no había remedio en ella—. Solo debes memorizarte los números, algo así: Uno uno, dos dos y tres, tres dos y dos, tres tres, tres cuatro y cinco cuatro. —Explicaba, mientras señalo los orificios donde soplar.
Editado: 10.06.2020