Corriendo no llegas antes, lo tengo bien aprendido... Pero sí sirve para escapar de las garras del doc.
—¡Niño, detente! —Escuché sus gritos—. Es importante.
¿Desde cuándo querer arrancarme la cabeza es prioridad para él en su trabajo?
—¿Piensas que soy tonto?—Por extraño que parezca, vi como asintió—. No me molestes, ve a joder a otro adolescente con tus recetas de paracetamol.
—¡Oh, vamos! —Poco a poco se acercaba a mi cuello—. Se trata de tu padre.
—Con más razón aún. —Aumento la velocidad ante su cansada mirada—. Recétale un paracetamol o alguna de tus pastillas con nombres extraños.
Desde ahí, corría sin mirar atrás y a los costados. Solo me conformaba con saber que delante mío se encuentra el escape del doc y su grupo. Como siempre, tenía planeado ir a la habitación de Merly, esconderme ahí y esperar a que se rindieran.
Por extraño que parezca, nunca me han encontrado, ni siquiera, rebuscaron en la habitación para hallar mi presencia. Con este detalle, confirmo que Merly es una persona llena de misterios, no me sorprendería que su cuarto sea un sitio prohibido para la mayoría, ya que desde que iniciamos el trato, la única persona que ha entrado a su habitación soy yo.
—¡Niño, si vuelves a escapar, esta vez no podré protegerte! —Gritó, generando que disminuyera la velocidad. ¿Ayudarme?
—Sí, claro, y yo no quiero que lo despidan.—Dejé la duda a un lado, faltaba poco para llegar—. No me subestimes.
—¡Chico! —Fue lo último que oí de él.
Doblé la esquina del pasillo donde estaba, el cuarto de Merly está a la vista, quedaban algunos pasos para llegar y suspirar tranquilo. De seguro, ella reprochará mis acciones contra el doc, aunque después se reirá al decirle que otra vez su sueldo será reducido.
Merly y él parecen tener una extraña relación de amistad y enemistad, eso lo confirmé cuando ella le dio un buen golpe en la nariz por defenderme. Pensándolo bien, no sé nada de Merly aparte de su relación con el doc... Incluso, no estoy seguro de aquello.
Desde el inicio, traté de poner una barrera que separe el acuerdo entre nosotros y la amistad. Es una lástima que el muro fuera derrumbado con su mirada y sus discursos acertados. En fin, ahora estoy preguntándome el porqué no conozco más de ella, siendo la persona que se recuerda cada día que debe buscar la manera de alejarse de ella de una buena vez por todas.
Que ironía, busco no salir lastimado y convivo al lado del volcán que pronto erupcionará.
—Merly, ¿estás vestida? —Pregunté rápidamente—. No importa, pasaré, el gorila me persigue.
Abro y cierro la puerta, pero antes, cercioro que nadie me persiga. Suspiro aliviado y resbaló mi espalda en la pared del cuarto.
—Veo que te estás divirtiendo.
El mundo cayó encima mío, causado por la huida de la gravedad al oír sus palabras. No atreví a levantar la mirada durante varios segundos, pero tenía que permanecer en el acto que tanto me costó sobrellevar.
—No mucho, hago lo posible. —Creo una sonrisa forzada—. Ya sabes, estar acá no me deja muchas opciones.
Tiemblo, mis piernas flaquean y los brazos no los siento. Trago saliva, aunque, desde que lo escuché, mi garganta se secó. Sin embargo, me mantengo firme ante su mirada seria
—¿Esa es la forma de saludar a tu padre? —La tensión se podía hasta oler.
—Respetos guardan respetos, ¿lo recuerdas? —Repito una de sus frases típicas —. Tú tampoco saludaste.
—Eres mi hijo, da igual si saludo o no, debes hacerlo. —Vino de nuevo con su mala actitud hacia mí.
—Perdón por no saludarlo, su excelencia. —Empecé con el sarcasmo—. Lo que pasa es que recordé a las personas que me abandonaron en este lugar y lo molesto que estoy con ellos. —Aprieto los dientes, mientras veo que su rostro no se alteraba—. Sorpresa, resulta ser que mi padre es él que tuvo la brillante idea de dejarme aquí.
—¿Vamos a tener esta conversación de nuevo? —Caminó hasta ponerse en frente mío.
No era el momento de dudar, tenía que mantenerme firme ante la grandeza de su presencia. Aunque no quisiera, tendría que mirarle a los ojos, solo así demostraría que el miedo que siento hacia él, escapó de esta realidad. Sin embargo, la intensidad de su mirada atravesaba cualquier corazón inseguro de sí y a las mentes débiles con aires de valientes.
Lastimosamente, aquello tuvo efecto en mí.
—Esto es por tu bien. —Lo típico—. Debes aprender a apreciar lo que tu madre y yo hacemos por ti.
—¿Dejándome en este hospital mientras ustedes siguen con sus vidas? —Sonrío indignado—. Claro, lo aprecio, pero no de la forma en la que quieres.
—Acá vamos de nuevo. —Sí, estoy de acuerdo, aquí viene de nuevo con el discurso que denota que la razón la tiene, en absoluto, él—. ¿Por qué no puedes ser más obediente o respetuoso?
—Perdone usted, mis padres nunca me enseñaron las palabras mágicas. —Logré mi objetivo de fastidiarlo, su ceño se frunció—. Ya sabes, el 'por favor', 'gracias', 'permiso' y el 'perdón'.
—¡Eliot! —Grita mi nombre, molesto—. Desde cuando...
—¡Tuve que aprenderlo solo y lo peor, no fue lo único! —Respondo levantando la voz—. Ahora no vengas con lo indignado que estás por mi comportamiento, solo estoy diciendo la verdad.
—¿Puedes de dejar de decir sandeces? —Respira profundo, para volver a su actitud calmada—. No he venido aquí para discutir de nuevo contigo.
—Que raro, normalmente cuando nos vemos es para eso. —Recuerdo las decenas de peleas absurdas que tuvimos.
—Estoy para observar como te va y ver los resultados de tus exámenes médicos. —Limpia su sudor con la mano, parece muy cansado.
—Una llamada era suficiente, ¿no lo crees?
—Sí, que pena que no contestaras mis mensajes y que William me mintiera sobre tus acciones en tu estadía.
A lo primero, tiene un buen punto. Sin embargo, no creí cierto eso del qué el doc me esté ayudando, ya que, desde que estoy aquí, solo le he causado más problemas de los que tiene con sus pacientes: alborotos, cansancio, disminución de sueldo y casi una nariz rota, cortesía del puño pesado de Merly.
Editado: 10.06.2020