«(…) Es hora de revelarte la verdad, aunque tenga miedo que odies toda mi existencia, pero tengo que hacerlo para poder irme tranquila:
Te usé, te usé todo este tiempo para enmendar los errores que cometí. Pensé que hacía bien, que hacía lo correcto.
Al verte gritar de dolor por primera vez reaccioné, seguías sufriendo y yo no me daba cuenta. Sobreponía mis sentimientos sobre los tuyos, no merecí tu abrazo.
No tardé en darme cuenta que estaba siendo egoísta y descarada, que todo lo hacía por mí y no por ti. Por exhumar mis mundanos pecados.
Conocerte sí fue un castigo, pero porque yo lo hice así. Que llegaras a mi vida fue una bendición, perdón por no verlo a tiempo.
Ruego por tu perdón, ruego en que creas mis palabras, ruego por seguir en tu corazón. Ruego en que cumplas nuestra promesa, por favor.»
Seguía sentado, esperando noticias... Aunque, dentro mío y por tus propias palabras, sabía que no volverías a cantar de nuevo para mí.
Muerdo mi labio en señal de desesperación, quiero salir de aquí, pero debo estar junto a ti en todo momento, hasta el final.
—¿Sigues aquí? —Escucho la voz de mis futuros problemas —. Es inútil, ella no mejorará.
Mi labio empieza a sangrar, ella me ve y chista.
—Ojalá te vayas junto a ella. —Dice. Me levanté cabreado del asiento y me acerqué a ella sin decir ni una palabra.
Me miró a los ojos, penetraba mi alma pero no tanto como tú lo hacías. Decidí no apartar la mirada y al fin pude ver lo que tanto ocultaba con devoción.
—Idiota. —Sonreí.
Por último, el sonido estrépito de una bofetada llamó la atención de todos en la sala.
Editado: 10.06.2020