Una superficie suave extiende debajo de mis dedos. Mi cuerpo se siente pesado y tengo frío, mucho frío. Mis ojos pesan, y me es muy difícil siquiera intentar abrirlos, pero esforzándome al máximo lo logro. Mi visión borrosa solo puede distinguir colores opacos a mí alrededor .Trato de recuperarla, de enfocar mi visión a algún punto para ver con claridad, y resulta, logro ver un reloj en la pared anunciando las ocho en punto, pero no sé si es de día o de noche. En éste instante me doy cuenta de un punto pasado por alto y el miedo comienza a filtrarse en mis huesos ¿¡Donde estoy!?¿¡Dónde está mi madre!?Me siento de sopetón y mente empieza a trabajar a la velocidad de la luz.
Comienzo a detallar todo lo que me rodea, y me encuentro con cuatro paredes de color marrón oscuro, que me encierran con cuadros de paisajes raros, como sacados de un libro de ilustraciones para niños, un sillón en una esquina con libros apilados en el. Yo, por mi parte me descubro en una cama sumamente grande.
Retiro la fina sabana que me cubre, rápidamente el frio se arraiga más. Bajo de la cama, pero para mi sorpresa el piso esta cálido, y unas ganas de tirarme en el nacen, pero recuerdo que no sé dónde estoy y estas se esfuman de inmediato dando paso otra vez a la sensación de miedo en mi sistema. Camino a paso lento a la puerta francés que yace ubicada justo delante de mí. Algo me detiene, algo que me deja totalmente petrificada, un espejo. Visualizo mi figura y dudo que sea yo, así que muevo mi mano derecha y ella, la chica del espejo hace exactamente lo mismo.
Miro a la chica en el espejo, alta, delgada, con curvas, pero no tantas, Piel blanca, labios rojos, brazos no tan finos como los míos y ojos dorados¿Dorados? , si parecen dos soles, brillantes y vivos, esta chica no puedo se yo, sería imposible, pero mis cambios de expresión, mi cara pálida, y la mueca que siempre realizo con mi boca inconscientemente, están allí, en ese reflejo, no cabe duda, esa soy yo. Todo se vuelve más confuso de lo que ya es, y siento que no se ni siquiera quien soy.
Mi respiración se vuelve agitada y todo el autocontrol que he intentado infundirme se esfuma. Mis piernas ceden ante mi peso, me quedo allí mirando a la nada, preguntándome una y otra vez ¿Por qué? ¿Qué hice mal? El piso ya no es tibio sino helado o ¿Soy yo? No sé, y últimamente me he dado cuenta que no se absolutamente nada y que mis ansías por saber algo son las que me tienen en una habitación lejos de la persona con la que me he sentido segura y la cual no sé cómo está ahora. Lagrimas amenazan con caer por mis mejillas y no hago nada para retenerlas, no hasta que escucho unos pasos desde afuera y mi corazón parece frenarse en el acto.Me levanto instantáneamente. Trato de visualizar en la habitación una ruta de escape, pero no hay ni una sola ventana. Los pasos cada vez se oyen más cerca y opto por la peor opción, me escondo debajo de la cama, ya que su inmensidad puede ser de ayuda.
La puerta es abierta lentamente, y por ella se asoman un par de zapatos negros, los cuales se detienen inmediatamente.
— ¿Valentina?
Esa voz. Daniel.
— ¿Estás aquí?
« No » Digo internamente intentado que sea cierto.
— Sal ya, no estoy para juegos.
« Idiota» Maldigo internamente y cierro los ojos tratando calmarme.
— Como quieras —.Un suspiro resignado surge de su garganta y yo celebro su rendición.
Una mano me sujeta la pierna y soy sacada de mi refugio.El primer rostro que veo es el de él. Empiezo a forcejear pero su agarre solo se solidifica.
— ¡Suéltame! ¡Te odio! ¡Suéltame! — Mis manos pelean por liberarse de su agarre. Manotazos dirigidos a su rostro no surten ni el más mínimo efecto.
— ¡Cálmate!
Sus palabras solo avivan la rabia en mi interior.
— ¡Tú no tienes derecho a decir que me calme, cuando me acabas de secuestrar! ¡Así que te ordeno que me Sueltes!¡Ahora!
Impredeciblemente me suelta. Me quedo de pie y volteo a mirarlo, su expresión oscura y molesta no se escapa de mi vista y hasta cierto grado me aterra. No espero nada más y camino rápidamente en direcciona la puerta.
— Espera—. Derrota y molestia es lo que puedo escuchar en su voz.
Me detengo. Volteo y lo miro con la mayor frialdad posible.
— No—. Me contradigo, lo sé.
— Tienes que bajar a la sala si quieres saber la verdad—. La seriedad expresada, no la había visto nunca.
Mi cabeza comienza una batalla tratando de tomar una decisión. Por un lado, todo esto es debido a mi curiosidad, y por el otro si me voy así todo será en vano.
— Esta bien, pero responderás absolutamente todo.
— Bien, pero aquí no, en la sala nos esperan.
— ¿Quién? — . Mi tono de voz va cargado con un tono de desconfianza y rabia.
— Son personas que quizás conozcas.
— No confió en ti— . Un sentimiento que no logro descifrar cruza por sus ojos negros.
El silencio en la habitación se hace presente, antes de que él responda.
— Lo sé, pero tendrás que hacerlo.
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Editado: 25.05.2019