Mestiza

XVIII

15 de julio del 2018.

 

Cada parte de mi cuerpo se siente extremadamente pesado, como si hubiera pasa horas sumergida y en estos momentos estuviese arrastrándome lentamente a la superficie. Logro ganar la ardua batalla contra la luz que penetra la ventana y me fuerza a cerrar los ojos. Para cuando los abro, deslumbro como pequeños rayos de luz iluminan la habitación. Tardo en un momento en familiarizarme con el entorno.

Retiro lentamente el pesado edredón que me cubre y un escalofrió recorre mi cuerpo a colocar los pies en el helado suelo. Camino hasta la puerta del baño y llevo el agua del grifo hasta mi cara para poder despertar por completo. El espejo por su parte me devuelve la visión – ya más familiar – de mí.

Sin demorarme más termino de con el baño. Cuando salgo de el escucho un extraño sonido que proviene de mi estomago, ayer no cene casi nada-por no decir nada- así que en estor momentos muero por un bocado de pan. Vuelvo a verme en el espejo antes de decidir bajar a la ya conocida gran cocina.

Bajo las escaleras haciendo el menor ruido posible, ya que parece que nadie está despierto y es perfecto para mí. Estoy segura que si alguien me viera pensaría que estoy a punto de robarme algo, y no pueden estar más en lo cierto.

Logro llegar sin ser descubierta hasta la puerta que conduce a la cocina y con la mayor suavidad del mundo la empujo.

— Hola — mi voz hace eco y mi deseo se cumple, no hay nadie.

Camino lentamente buscando cualquier indicio de comida y la culpa de agarrar algo que no es mío se desvanece cada vez que recuerdo la cara de Gerald.

 

Tengo más de quince minutos buscando y nada, ni una motita de pan. Recojo mi cabello frustrada, tengo tanta hambre.

— ¿Señorita necesitaba algo? — la voz conocida suena a mis espaldas haciéndome pegar un brinco que por poco me lleva al techo.

Lucia está detrás de mi y no tengo la valentía para voltear a encararla.

— E-e - e— mi lento cerebro está tratando de buscar una excusa, mientras mi boca solo tartamudea.

— ¿Busca de casualidad el desayuno? — rastros de risa se cuelan en sus palabras.

— Y-o-o — Dios esta es la mayor vergüenza de mi vida. — Si.

— Bien, no se diga más.

Me arme de valor y voltee pero ella ya me daba la espalda mientras sacaba de un pequeño gabinete un pan francés al parecer, mire al gabinete con rabia e intención asesina pues fue en el único que no busque.

— El señor por lo general pide que se sirva el desayuno más tarde, así que puedo darte un aperitivo por ahora. — Lucia seguía hablando mientras ágilmente corta el pan.

Estaba a punto de hablar cuando la puerta que daba al jardín fue abierta y mi vista se dirijo automáticamente a ella. Un conjunto de ropa negra y sonrisa burlona la atravesó, junto con una chica que ya había visto antes de cabello rubio y ojos celestes. Daniel me mira fijamente mientras la sonrisa se le borra y apresuradamente toma a la chica por el antebrazo y la saca veloz de la cocina.

Estoy pasmada ¡Qué demonios pasa ahora!

Me remuevo cuando Lucia me pide el favor de que búsquela mantequilla mientras ella sigue absorta en el pan sin percatarse de lo que acaba de suceder. Niego con la cabeza mientras busco la mantequilla.

— Lucia — coloco la mantequilla a su lado.

Ella voltea a verme y yo volteo a ver a Daniel o más bien él lo hace bruscamente.

Un aura autoritaria lo rodea, pero sus ojos expresan nerviosismo. Y me pregunto¿ Donde dejo a ricitos de oro?

— ¿Qué te pasa? — me suelto de su agarre mientras me dispongo a ayudar a Lucia.

— Necesito decirte algo — me vuelve a sostener ésta vez mas fuerte.

Lo miro directamente a los ojos solo para ver que se trae entre manos y por arte de magia su agarre se afloja.

Aprovecho para darle la espalda y seguir ayudando a Lucia.

Pero...

Desearía Jamás haberlo hecho.

El aturdidor sonido del metal repicando en suelo me sobresalta, producto el cuchillo que se resbalo de las manos de Lucia, que en estos momentos me mira con la mayor extrañeza del mundo.

— Usted –usted es e-ella— Pánico es lo único que logro ver.

Intento acercarme pero ella retrocede avivando el miedo de sus facciones.

— Valentina sal de aquí. — La voz de Daniel se escucha a mis espaldas.

— Pero…— inútilmente intento reprochar.

— Sal ahora— su voz es aterradora y eriza cada pedazo de mi piel.

Decido salir rápidamente, si sigo un momento más aquí no se si soportare la expresión de miedo que tiene Lucia. Sin pensarlo bien abro la puerta que va a la parte trasera de la mansión.

Me doy cuenta que he caminado unos metros cuando mis pies se sumergen en un gran charco de agua, y entonces lo recuerdo, estoy descalza.

Camino hasta un tronco que esta una distancia considerable para sentarme. El cielo está nublado diferente de hace unos minutos.

Miles de recuerdos se arremolinan en mi cabeza, imágenes idénticas a la que vi ahora, rostros contorsionados de miedo, miedo a lo desconocido, miedo a aquello que no controlan y que según ellos los puede dañar, pero yo jamás dañaría a alguien.




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