Huehuetéotl, famoso por su humor negro, eligió la fecha del primer gran desastre, justo el día 19 de septiembre, como una mala broma, ya que ese mismo día se conmemoraba el devastador sismo de 1985. Un sismo trepidatorio de 7.1 grados golpeó la ciudad de México y los estados vecinos de Oaxaca, Chiapas, Puebla y Morelos y procuró dejar el epicentro lejos de las costas para que la alerta sísmica no pudiera darles un aviso oportuno.
Los primeros actos de bajeza humana se presentaron incluso desde el momento del sismo. Empleados aprovecharon para robar de sus centros de trabajo, jefes prohibieron a sus empleados moverse de sus lugares sin darles razón alguna, profesores salieron de las aulas dejando solos a sus alumnos, tiendas cerrando sus puertas y atrapando a la gente dentro para evitar que les robaran… en fin, el tipo de cosas que esperaban de una humanidad en decadencia. Por eso no les extrañó que pasado el sismo, trúhanes y delincuentes salieran a robar a las personas que iban por las calles, desesperadas por saber de sus familias.
El dios Huitzilopochtli vio a las matriarcas observar el desastre con rostros de asombro y aprensión.
―No sientan pena por ellos ―les dijo―, vean, a solo minutos del sismo ya hay ladrones aprovechando el caos.
―No estamos viendo eso ―dijo Coatlícue―, sino a la gente que está ya encima de las ruinas, desesperados por rescatar sobrevivientes. ¡No han pasado ni 10 minutos y ya están buscando ayudar a esa gente!
―Y por este lado ―dijo Pachamama―, la gente ya está saliendo de sus casas con víveres, ropa y herramientas para llevar a las zonas de desastre.
―Que no las impresione eso ―dijo el dios nórdico Thor―, vean como su morbo es mayor, ya están compartiendo en redes sociales el momento en que los edificios se derrumban.
Y les mostró los videos. Muchos, buscando popularidad, grabaron el desastre y enviaron los videos, aun sabiendo que no era el mejor momento para saturar las comunicaciones.
―¡Pero también están usando las redes para preguntar dónde se necesita ayuda!
―¡Es sorprendente! Hay quienes están pidiendo ayuda desde los escombros por medio de las redes sociales, ¡Y la gente viraliza esos mensajes en cuestión de minutos!
―No defiendan a esos egoístas humanos sólo por las acciones de unos pocos ―Xólotl, Anubis e Inugami, espíritus animales, observaban con indignación a un perro que había quedado atrapado en el balcón de un edificio que estaba severamente dañado. Unos pocos querían entrar a rescatarlo, pero la policía impedía que se acercaran siquiera―. Quizá en el furor del momento están ayudando a otros humanos, pero de los animales, ¡nada!
Sin embargo, en ese mismo momento, los dueños del perro enfrentaron ferozmente a la policía. Para asombro de Xólotl, lograron que las personas alrededor los apoyaran y entre todos forzaron a la policía a retroceder, entraron al edificio a salvar a su mascota sin importar el riesgo que esto implicaba para ellos.
Los actos de valentía y entrega iban en aumento, y los argumentos en contra de la humanidad, se veían minimizados ante el gran corazón del pueblo mexicano.
―Hay cada vez más personas ayudando entre los edificios derrumbados ―los dioses no podían creerlo, veían a más y más personas llegar a las zonas de desastre, sin equipo de protección, sin experiencia, pero con el corazón puesto en brindar toda la ayuda que les es posible.
―¡Vean a ese hombre de ahí! ―señalaron a un sujeto muy delgado y pequeño―, ¡está aprovechando su diminuto cuerpo para meterse entre los escombros para buscar sobrevivientes!
―¡Y miren todo lo que han juntado en sólo unas horas! No ha terminado el día y ya tienen toneladas de productos para donar. ¡Han donado tantas botellas de agua que han tenido que acomodarlas en la calle!
―Y no sólo productos, también servicios. Consorcios de autobuses y una aerolínea ofrecen viajes gratis a brigadistas que quieran trasladarse a las ciudades en desastre.