Mi Adorable Cascarrabias

CAPÍTULO 9: El compromiso de Roberto y la huída de sus hijos.

En el consultorio de Roberto, éste se sentía molesto consigo mismo, por haber besado a Lucía Fernanda, ella era una niña, por Dios, cómo se le ocurría hacer eso, él era un hombre de veintinueve años y ella sólo tenía casi diecisiete, bueno no lo parece, pero eso no viene al caso, es una menor de edad y eso la hace prohibida para él, lo pueden acusar de acoso. ¡Dios!, no sé qué hacer, me siento tan aturdido, además, parezco un estúpido adolescente enamorado con las hormonas alborotadas.

Se sentía furioso, que dio un golpe a la pared, que tumbó un cuadro que estaba cerca e hizo un ruido de cristales rotos; en eso se abre la puerta y entra Mildred, con cara de preocupación.

- ¿doctor, que ha pasado?, - miró el cuadro y levantó la vista – ¿se hizo daño?

- no te preocupes, Mildred, es que tropecé con el cuadro y no logré agarrarlo para que no se cayera – expresó Roberto para no decir que fue que le dio un puñetazo.

- Ya te puedes ir a almorzar, además, Mildred; programa las últimas citas de esta tarde, porque tengo un compromiso y debo irme temprano.

- claro que sí, doctor. Le contestó ella. - ah, mañana a las seis de la mañana, tiene cirugías y va a estar bastante ocupado en el quirófano durante todo el día – le recordó.

- verdad que sí, hay cirugías todo el día, entonces me toca descansar mucho. – él tomó su chaqueta y se despidió de ella.

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Pasaron los días con mucho trabajo, dándole un respiro de no pensar en esa chiquilla endiablada y teniendo rabietas con su novia, ya era demasiado intensa. Era ya veinticuatro de diciembre y en casa de Roberto, todo era bullicioso, ya que, a los mellizos, era la época más linda del mundo, por los juguetes, los villancicos, el pesebre con todas las imágenes, en especial, la del Niño Jesús, el árbol de navidad y todas esas luces brillantes de colores que lo iluminaba; estaban con la tía Ana y las chicas del servicio, terminando los últimos detalles de la cena navideña, porque tenían invitados. Venían los papás de Jaqueline Lineros y el hermano.

Los chicos estaban un poco nerviosos, porque iban a compartir con esa gente a su papá y esperaban que él no se casara en esa mujer odiosa. La niñera los llevó para darles un baño y vestirlos para la ocasión más hermosa del año, la noche buena, el nacimiento del Niño Jesús y poder abrir los regalos que les habían pedido, además de la visita fastidiosa, estaban emocionados por eso.

Roberto se encontraba en su habitación cambiándose, se sentía triste y ansioso, porque estaba a punto de cambiar su situación personal, ya que hoy le pediría matrimonio a Jaqueline Lineros y no sabía cómo iban a reaccionar su hermana y sus hijos, él lo hacía por el bien de los niños, ellos necesitaban una figura materna que los guiara, pero no estaba muy seguro. Él quería olvidar a su chiquilla impulsiva, ella no le convenía, por ser menor de edad y ser muy joven para él, sabía que tenían mucha química, porque lo sintió cuando la besó, ella le correspondió, ese beso lo trasportó a un mundo feliz, donde se sentía muy contento, pero no era posible, no se estaba enamorando de esa chiquilla… pero sonrió al pensar cómo la había sentido en sus brazos, era muy cálida, suave, su boca era dulce y esa fragancia a flores, era como sentirse en el paraíso, Dios se estaba excitando con solo pensar en ese momento. Era mejor olvidarla y por eso se iba a comprometer con Jaqueline. Es lo mejor. Escuchó el timbre y dijo – ya llegaron los Lineros. ¡allá vamos! – se miró en el espejo y caminó hacia la puerta.

Cuando bajo la escalera, ya Jaqueline y su familia estaban en la sala, esperando. Los saludó y los mandó a sentarse brindándoles una copa de vino y así esperar hasta que la cena estuviera lista.

- cariño, ¿cómo has estado? – se le acercó la joven – estamos contentos de estar aquí contigo, para compartir esta fecha – siguió hablando mientras se pegaba a su lado colocando las manos en su brazo – y ¿dónde están tu hermana y los niños? – se estaba mostrando muy amable.

- ya bajan. Están arreglándose – dijo Roberto.

- ah, ¡qué bueno! Son unos niños muy lindos, mamá; ya los vas a conocer. Exclamó la chica. En ese momento se escuchan pasos en la escalera y aparece Ana con los niños.

- buenas noches a todos - saludó Ana a la familia Lineros, se acerca a su hermano y lo saluda dándole un beso en la mejilla – hola hermano, ¿Cómo estás?

- bien, hermana, siéntate y ustedes vengan acá que les quiero presentar a los papás de Jaqueline. - Les dice Roberto a sus hijos – señores Lineros, ellos son mis hijos Daniel y Angie.

- ¡hola niños! ¿Cómo han estado? Me imagino que se han portado muy bien este año, - dijo la señora Gladys de Lineros a los niños.

- sí, señora – contestaron ambos.

- ¡qué niños tan formales! Respondió la señora. Se acercó una empleada.

- doctor, ya está la cena servida – y se dio media vuelta para regresar a la cocina.

Roberto había decidido que la pedida de mano, sería después de la cena, antes del brindis del día de navidad, así que se levantó e invitó a los señores a acercarse al comedor. Se sentaron e hicieron la bendición de los alimentos, como siempre y comenzaron a comer. Hablaron de todo un poco, el señor Alfredo le preguntó, por su trabajo en la clínica y en la universidad, la señora Gladys, habló sobre la decoración de la casa y demás cosas triviales, que los niños y Ana estaban más bien aburridos de tanta plática sin sentido. Cuando terminaron de cenar, pasaron otra vez a la sala y Roberto sacó una botella de champagne para hacer el brindis.




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