Mi Adorable Cascarrabias

CAPÍTULO 16: Decisión de cuidado.

Cuando Ana llegó a su auto, encontró ya a los niños dentro y Roberto la estaba esperando con cara de pocos amigos.

- bueno, Roberto, ¿Qué es lo que te pasa? ¿Cómo se te ocurre pelearte con Lucía Fernanda de esa manera? ¿Qué pasó? – se sentía enojada y humillada, por la actitud de él, ¡qué pena con esa familia!

- dame las llaves, yo manejo – fue la respuesta tajante que recibió de él, ella le tira las llaves y las agarra al aire y entran al auto, van en silencio, solo se escuchaba el murmullos y sonrisitas que hacían los niños en la parte de atrás; Roberto y Ana estaban silenciosos y enojados. El viaje dura unos diez minutos, por la vuelta que tenían que hacer para llegar a la casa, Roberto abre el portón del garaje y entra el auto, Ana sale y les abre la puerta a los niños, para soltarles el cinturón de seguridad y ellos salen corriendo hacia el interior de la casa. Cuando Roberto y Ana entran a la sala, ella le dice

- Roberto, dime ¿Qué fue lo que pasó en casa de los Benavides? – miró la cara de su hermano, observando los cambios de su semblante, del sufrimiento que veía en él – quiero la verdad – volvió a insistir y cruzándose de brazos esperó su explicación. Él suspira y camina hacia el sofá para sentarse.

- sabes que esa chiquilla me saca de quicios por todas sus pataletas – se pasa las manos por el cabello y por un momento cierra los ojos y da otro largo suspiro, abre los ojos y mira a su hermana – es algo complicado.

- quiero que me lo expliques – se acerca a él y sentándose a su lado le dice: - habla conmigo, hermano, sabes que cuentas conmigo para lo que necesites, ¿vale? Él asiente – ¿te gusta esa chica? ¿la quieres?

- sí. La quiero – abre la boca para tomar una bocanada de aire y lo expulsa – ves que es complicado.

- no lo veo así, Roberto. Si te gusta, porque no se lo dices y ya.

- ¿no te das cuenta, Ana? ella es una chiquilla, tiene apenas diecisiete años, le llevo doce años de diferencia – él se levanta exasperado – no quedaría bien eso, además, soy su profesor en la universidad. Es como si estuviera abusando de una menor. Ana se levanta también y sigue con el tema – ¿ella lo sabe?

- sí, lo sabe. – trata de mover la cabeza para ver si logra estirar un poco el cuello que lo tiene tensionado – hace tiempo se lo dije y hoy se lo confirmé.

- ¿ella te rechazó? – sigue preguntando, Ana

- no. Yo lo hice – contesta él

- ¿qué? ¿por qué? Ana abre los ojos asombrada por la respuesta de su hermano.

- le hice ver la diferencia de edad y el obstáculo de ser un docente de la universidad y que no quería verla enredada en cuentos con un profesor – dijo con rabia – no lo voy a permitir.

- y ¿Por qué le regalaste el collar de la abuela? Nunca pensé que se lo regalarías a alguna mujer, ni siguiera se lo obsequiaste a tu difunta esposa Mónica.

- Lucía Fernanda es la indicada, a pesar de su edad, es la que el destino me tiene destinada – pensó que nunca se había sentido así con ninguna mujer; sonrió para sí.

- entonces, es verdad que la quieres y ¿Qué vas hacer? ¿sabe la historia del collar y el contenido del camafeo? Le pregunta

- esperaré por ella – respondió rápidamente y decidido – cuando sea mayor y haya terminado su carrera, será mía y de nadie más. Y no, no sabe nada de la historia ni de su contenido, le dije que no se podía abrir.

- recuerda que dentro de unos meses cumplirá dieciocho años, pero le faltan cuatro semestres más, así que vas a esperar mucho, hermano.

- no son unos meses, Ana, es todo un año que falta para eso – le hace la observación y luego se ríe - jajajaja, si, y durante ese tiempo que falta, la haré rabiar y ella a mí – su cara resplandece cuando habla de ella, Ana, sonrió también y pensó que su hermano verdaderamente estaba enamorado, pero hasta que Fer sea mayor y termine sus estudios, no podrá ser feliz.

- como sea, pero eso será un arma de doble filo, Roberto.

- ¿Por qué lo dices? – ella lo miró seria y por dentro se reía.

- porque, que tal ella encuentra un chico y se enamora y pierdes la oportunidad de decirle que la amas. - Vio cuando a él se le quitó la sonrisa del rostro, con esa idea. Sí, era verdad, podría encontrar a alguien que le gustara y más joven que él. No, no, no, eso no lo iba a permitir.

- no lo voy a permitir, ella me pertenece y Lucía Fernanda lo sabe. – introduce sus dedos en el cabello desesperado – Ana, no voy a permitir que ella se vaya con otro. Además, estamos comprometidos. – recordando el contenido del camafeo.

- pero ella no lo sabe… ¿entonces, que vas hacer? porque ella pronto cumplirá la mayoría de edad – sigue torturándolo con esa idea.

- ya veré que hago, tengo 365 días para hacerlo – dice caminando hacia la escalera y se voltea a mirar a su hermana – mientras tanto no le quitaré los ojos de encima, a donde ella vaya iré yo y cuidaré de ella, - se gira de nuevo hacia su habitación – no faltaría más que él la perdiera, solo por ser tan cuidadoso de no perjudicarla. Roberto no vio la sonrisa que tenía su hermana, pero ella lo hizo a propósito, para que no dejara ir a la mujer de su vida por esas tonterías de la diferencia de edad, ¡por favor! Eso ya no se usa en estos tiempos. Subió a su habitación a prepararse para dormir.




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