En los momentos más importantes de la vida, tenemos instantes de felicidad y también de tristeza, como también de unión, complicidad y en especial las travesuras que se cometen para alegrar la vida. Este es el caso de Lucía Fernanda, que juró hacerle la vida de “cuadritos” a su “profe Cascarrabias”; desde su cumpleaños estaba furiosa con él y había planeado cuando comenzara el semestre lo que iba hacer para desquitarse y así hacerse notar, porque él la iba a ignorar y eso a ella le molestaba, le dolía. Así que comenzó con el desquite.
Comenzó el semestre y la primera clase era con él, con la ayuda de su mejor amigo Javier, planificó algunas bromas para el maestro, desde untarle aceite en el micrófono, pincharle una llanta del auto, hasta dejarle notitas en el escritorio y en el auto. Eran cosas de chiquilla traviesa. Él sólo la miraba y con los ojos le decía que “no importaba lo que estaba haciendo”. Esa actitud la ponía furiosa y con más ganas de molestarlo. Pero su amigo le decía que esa actitud era muy infantil y que con eso se estaba buscando que la expulsaran, si se la llegaran a pillar. Así que, en el transcurso de los meses siguientes, pensó otra estrategia para desquitarse y hacerle pagar por el rechazo y por incentivarle a que le gritara, porque él se lo había sugerido.
En el mes de abril, tenían en la universidad, unas actividades que trataban sobre el recaudo de cosas usadas, alimentos no perecederos y medicamentos para las personas más necesitadas, lo que se recaudaba, lo clasificaban y elegían un barrio de la periferia de Santa Marta, ella como siempre era muy meticulosa para hacer las cosas, traía de su casa todo lo que podía donar a estas causas y sus hermanos eran los que sufrían con eso, ya que por cumpla de ella, tenían que renovar el closet constantemente y su mamá, tenía que ir al supermercado con más regularidad, porque ella tomaba productos del mercado de la semana para llevar a la actividad que tenía. Menos mal que era una vez al año, o de no, arruinaría a la familia, ella sonríe por la cara de horror de su familia, cuando reunió un buen “mercadillo”, para llevarlo a la universidad, llamó a su hermano Andrés que tiene una camioneta grande para hacer un solo viaje.
Ella tenía contacto con los hijos de Roberto, ya que ellos la llamaban siempre y hacían que Amira, su niñera que los llevara a visitarla. Eso lo dio una buena idea a Fer. Iría a la casa de Roberto y traería algunas cosas para unirlas a todas las que se estaban reuniendo. Así que llamó a Amira y le dijo que iba para allá, pero que le confirmara que su jefe no estuviera, aunque ella podía llamar a Mildred para saber si él estaba en la clínica o en el consultorio, pero no quería que él sospechara. Aunque en el fondo, desearía que estuviera allí, para verlo en su hogar, ella no entendía, por qué pensaba tanto en él, pero sentía que cada vez que llegaba el rostro de Roberto a su mente, sentía mariposas en el estómago. Escuchó el timbre de la llamada…
- Hola, Amira, ¿qué tal vas? ¿Cómo están los niños?
- Hola, Fer, todo bien, y los niños están bien, ya casi llegan del colegio – contestó la joven – y tú, ¿qué tal?
- ocupadísima, chica, he tenido mucho trabajo y tenemos la actividad que te comenté y estoy de aquí para allá, buscando donadores – le explicaba mientras miraba la puerta de la casa de Roberto - ¿está tu jefe?
- No. ¿por qué?
- para que me abras, estoy aquí afuera – sonrió al sentir una voz de sorpresa de la chica – no te preocupes, solo quiero saber si reuniste algo.
- pues… con los niños reunimos algo, pero y si el doctor nos pilla, pierdo mi trabajo.
- no te preocupes, niña… yo te cubro, ¿vale? – en ese momento se abre la puerta y sale Amira, mira para todos lados y le hace señas a Fer para que entre
– menos mal que el ama de llaves está para el supermercado y siempre se demora.
- ok. Vamos – entra a la casa y pasan de largo hacia la habitación de los niños - Amira, déjame entrar a su habitación –
- pero Fer, ¿estás loca?
- si estoy loca… por él, - da un largo suspiro, la chica sabe de los sentimientos que tiene ella por su jefe y cuando se le ocurre venir y entrar a la habitación, lo hace y dura un rato en ella. Hay veces que el doctor, pregunta que quién entra, pero nadie le dice nada – yo creo que sospecha que tu entras allí, Fer, porque siempre pregunta quién ha entrado a su habitación, yo no sé qué decirle.
- no tienes que decirle nada, chica, así que “ojos que no ven, corazón que no siente”. Jajajaja – y abre la puerta, entra y la cierra. Mira a su alrededor y repara que está todo igual que siempre, aunque hay algo que está en la mesita de noche, se acerca y se da cuenta que es una cajita igual a la que tenía el collar que él le regaló, inconscientemente se toca el pecho donde siente el collar, abre la caja y… ¡está vacía! Parece que era de un anillo, porque tiene la hendidura para encajarlo. ¿Dónde estará el anillo? ¿se lo habrá dado a esa flacuchenta?, pero qué rabia le da, frunce el ceño vuelve a mirar la habitación, inconscientemente se lleva la cajita a los labios y profundamente suspira.
Roberto llega a casa temprano, porque siente que algo está pasando y quiere descubrir que es, se da cuenta que Amira está nerviosa mirando su habitación y sintió un estremecimiento en el cuerpo, le hizo señas y ella le dice bajito que es Fer la que estaba allí, sonríe; caramba, estaba en lo cierto, había sentido su aroma en toda la habitación. La hizo que se fuera a buscar a los niños que él se encargaba de todo. Entró a la habitación de sus hijos y abrió con mucho cuidado una puerta que estaba al lado del closet, sentía latir su corazón por la anticipación y la emoción de ver a Lucía Fernanda en su habitación, estaba sentada en su cama, pero estaba de espaldas a él, se quita los zapatos para no hacer ruido y se acerca muy despacito, cuando ya está cerca a la cama levanta sus manos y le tapa los ojos con sus manos y le dice en el oído - ¡te pillé, diablilla” – siente que su cuerpo se tensiona y grita tratando de quitarle las manos de sus ojos, pero él no la suelta - ¡sabía que eras tú, chiquilla” mi olfato no me falla.