Mi Adorable Cascarrabias

CAPÍTULO 18: La Jornada de Salud y un bebé

Lucía Fernanda y su grupo habían sido seleccionado para que este año se hicieran cargo de la actividad de recaudo para donar a algún barrio necesitado. Este año fue superada la meta que tenían, se sentían muy satisfecho por el trabajo realizado, lo mismo que el rector de la universidad, que estaba que saltaba en un solo pie. En estos momentos estaban preparando los paquetes que debían entregar por familias, también ya habían escogido el barrio al que tenían que llevarlos.

Ella se sentía muy satisfecha por el éxito que ha tenido en ese trabajo, que de lo ocupada que había estado con sus compañeros, que no había pensado mucho en Roberto. Ya estaban terminando con organizar los paquetes que contenían: alimentos no perecederos, medicamentos y ropa usada en buen estado, algunos utensilios de cocina y algún que otro mueble, solo faltaba que le aprobaran la solicitud que había hecho, sobre la participación de médicos y especialistas, porque este año quería marcar la diferencia y llevarle a esa gente necesitada las consultas gratis.

Roberto solo la veía de lejos o en algún momento, donde tenía que traerles productos para completar los paquetes; como ese día, se acercó para traer unos juegos de mesa con sus sillas de plásticos nuevos, porque había ido donde unos amigos que son fabricantes y les había donado diez juegos, estaban muy contentos los del grupo, en especial Lucía Fernanda que comenzó a dar saltitos y tocando las palmas como cualquier niña, al recibir el mejor regalo; sólo Roberto sonreía al verla saltando de esa manera, en ese momento le entrega unos papeles

- Señorita Benavides, le traigo esta donación y también la lista de los médicos que vamos a participar en la jornada de Salud el día de la entrega de los paquetes.

- ¡oh, por Dios! Siempre lo consiguieron – agrandó los ojos y su expresión era de alegría – pensamos que no aceptarían y que solo se entregarían los paquetes.

- ¡claro que sí! Estamos muy contentos de participar este año en esa actividad, mire; también van a participar odontólogos, pediatras, médicos especialistas, como cardiólogos, internistas, urólogos, un reumatólogo y hasta unos bacteriólogos – da un suspiro de satisfacción – así que va hacer una jornada de salud muy completa.

- sí, además, va hacer totalmente gratis y es bueno para nosotros participar, porque aprenderemos como hacerlo cuando seamos ya profesionales.

- esa es una buena práctica, señorita Benavides – le guiña un ojo y ella sabe que va a decirle algo que la molestará – además, eso le mejorará el carácter y dejará de estar malhumorada – y después de decir eso, se da media vuelta y se marcha. Fer solo lo ve marcharse y pone mala cara.

- ¡esto no se va a quedar así, Montemayor! – le grita furiosa. Roberto va riéndose, pero piensa que se va a desquitar con él más tarde y estará esperando ansiosamente. De verdad que le encantaba verla cómo le cambian esos hermosos ojos gris-verdosos cuando se enoja, es una maravilla. Ella en su interior se ríe también, es divertido jugar de este modo, porque fingen que se odian, y al verse de nuevo a solas, se reconcilian de nuevo.

En estos días, ella ha estado llegando a su casa muy tarde en la noche, por estar ocupada con la actividad, pero algunos compañeros la llevan o sus hermanos van y la recogen, porque no les gustaba que ella tomara el transporte público para irse a casa sola, así que se turnaban para ir por ella. La noche antes de la entrega de las donaciones en el barrio elegido; es Roberto quien la recoge, para llevarla a casa, le hace llegar un mensaje avisándole, para que avise a su casa que él la llevará, así que ella llama a sus padres avisando que Roberto la va a recoger y luego la lleva a casa. Él llega a las ocho de la noche, muy puntual.

- ¡hola, chiquilla! ¿te llevo a alguna parte? Le dijo en modo juguetón y en chanza, para ver su reacción.

- ¡claro que no! Yo a usted no lo conozco. ¡qué atrevimiento, señor! Ella le sigue el juego.

- pero no te va a pasar nada, preciosa. Además – le guiña un ojo – te invito a cenar y luego te llevo a casa sana y salva. Le brindó una sonrisa pícara.

- ¿lo promete? – siguió ella devolviéndole la sonrisa.

- ¡claro que sí, palabra de scout – ella ríe a carcajada y sube al auto – tu nunca has sido un scout. Él suelta una carcajada también mientras la saluda con un beso en la mejilla, le indica que se ponga el cinturón de seguridad y arranca el auto.

- ¿Dónde quieres ir a cenar, mi pequeña diablilla? Él la mira mientras esperan que el semáforo cambie. Le toma una mano y se la lleva a los labios para darle un beso en el dorso, luego se la voltea y le da otro beso en la palma – o ¿estás muy cansada? Ella da un largo suspiro

- estoy muy cansada – cierra un momento los ojos, para disfrutar los besos que él le da en la mano – compremos algo para llevar y vamos algún lugar bien tranquilo para comer, ¿vale?

- está bien, princesa, vamos por la comida – y gira a la derecha para dirigirse al restaurante más cercano. Han comprado una picada que trae, pollo, carne, chorizos, tocinetas y vienen acompañadas de papas a la francesa y unas ricas salsas y bebidas, Roberto se dirige a la playa, en un lugar muy tranquilo a esas horas de la noche, se estaciona y desliza el techo del auto para estar al aire libre y ver las estrellas, comienzan a comer mientras ella le comenta lo que han hecho en la universidad y hablan de lo que tienen planeado para el día de mañana, que ya esta tarde, habían llevado las carpas donde van a atender los médicos y el almacén donde van a distribuir los paquetes.




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