-Por allí no –le dijo un pastor en su lengua natal. En su voz, un breve silencio de misterio antepuso la advertencia-. Es un lugar maldito.
Alem sorprendido viró hacia él, se trataba de un anciano harapiento que fácilmente rondaba los setenta años. A la lejanía, notó que cuatro perros se acercaban con ladridos agresivos. Inmediatamente el anciano los detuvo con una voz ronca pero firme.
- ¿Qué es lo que sucedió allá? –Quiso saber el joven.
El cielo comenzaba a nublarse. A los alrededores, camélidos andinos pastaban con libertad.
- ¡Malas cosas…! –Respondió el anciano imprimiendo en su voz un tono apocalíptico- ¡muy malas!
Sin convencerse, Alem, volvió a interrogar:
- ¿Qué tan malas?
-Lo que pasa es que son tierra de demonios.
No es que era incrédulo a esa información, simplemente había oído tantas veces esas historias que terminó por caer en el vacío de la incertidumbre. Hace tres años que había decidido recorrer el país entero y hace uno que surcaba los andes peruanos. Llevaba consigo un poemario completa de Neruda, algún libro de Bukowski, y la magistral obra de García Márquez. Era un lector continuo y desde esa perspectiva, todas las probabilidades de cualquier leyenda podían ser ciertas.
- ¿Tierra de demonios? –repitió el joven como buscando más información. En su mapa mental, creyó estar aún en las alturas de Cusco.
-Mucha gente ha muerto allí. –Interpuso el anciano- Asesinatos no resueltos, apariciones inexplicables, sucesos misteriosos. ¡Sí! tierra de demonios.
El joven hizo un ademan de incredulidad fingiendo evitar la ruta. No obstante, en el fondo de su corazón; sintió esa leve curiosidad que los exploradores sienten cuando la adversidad de lo prohibido se abre ante sus ojos.
Agradecido por la charla prosiguió su camino.
Aquella noche mientras dormía, la misma voz que lo acompañó desde antes de iniciar la travesía, le susurró entre sus oídos:
“VE AL LUGAR MALDITO”
Era la voz de su conciencia, la voz de su locura.
Hace cuatro años atrás, aquella extraña voz, entre las telarañas de sus pensamientos, había aparecido como un fantasma invisible. La primera vez que lo sintió, un estupor desconocido recorrió su cuerpo. ¡Alem!, Decía la voz. ¡No temas! ¡Estoy aquí para ayudarte!
Sin que lo sepa; aquel susurro inofensivo, poco a poco tomo forma física. Al principio; su presencia le causaba desbandes psicológicos que inmediatamente provocaron en él, un temor paranoico. Ya sometido; la primera orden que le dio fue que se sumiera en un aislamiento total, Alem obedeció. Luego; le obligó a hurtar enseres comunes sin ningún significado de lugares ajenos, Alem nuevamente obedeció. Por ultimo; le forzó a dejar todo: la universidad, sus amigos y la única mujer a quien había amado. Alem, por tercera vez, obedeció.
Así llegó donde ahora estaba: a mitad de los andes. Guiado por una fuerza que ni el mismo era capaz de comprender y sometido por una demencia incomprensible. Un día, mientras caminaba por una ciudad como cualquier indigente, se vio completamente desnudo en medio de la calle anunciando el fin del mundo. Sus gritos fueron tal, que muchos quedaron alarmados por su presencia, y solo cuando la razón imperó se dio cuenta de las incoherencias de sus actos. En parte era por obedecer a la voz, y en parte, por qué simplemente con esa experiencia, un aroma a libertad alumbraba sus días.
Con el tiempo, consciente del miserable destino que le había tocado vivir, nunca perdonó su debilidad para oponerse a la voz. Alem, comprendía perfectamente que su oportunidad de recuperar su antigua vida ya había caducado y que ni el tiempo ni la vida, le iban a concederle una segunda oportunidad
<<Nahomy>> susurró de pronto. Era el recuerdo de la única mujer a quien había amado y que se había negado a olvidar. La recordó apacible, inventando incluso recuerdos que nunca habían existido.
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Editado: 15.07.2018