—Bueno Deian, ya llegamos. —dijo Jonathan mientras abría la puerta que daba al comedor más grande que había visto en mi corta vida.
—¡¿Este es el comedor?! —exclamé sorprendido de su tamaño y de lo iluminado que se veía tan solo entrando.
—Si, es muy espacioso, pero es porque hay muchos estudiantes. Hablando de eso, será mejor que nos apuremos si queremos alcanzar comida y postre.
—Espera, ¿Tienen postre? —pregunté asombrado por como consienten a los estudiantes en esta escuela.
Jonathan asintió, aún más sorprendido que yo por no creer que hubiera postre, y nos pusimos en marcha hacia la enorme fila de espera. Afortunadamente para nosotros avanzaba con rapidez, por lo que solo esperamos alrededor de 15 minutos. Después buscamos un lugar tranquilo para poder hablar y disfrutar del almuerzo.
—Entonces Jonathan…¿Qué se necesita para entrar al club?
—Si claro, bueno, primero que nada, ¿tienes experiencia en el deporte, no es así?
—Si, en casi todas mis escuelas habían clubes de ese deporte y también entreno a mi manera en casa o en la cancha de la vecindad donde vivo. —expliqué mientras le daba un sorbo a mi jugo de naranja.
—Incluso si no tuvieras experiencia, tu altura es casi suficiente. —dijo Jonathan con una pequeña risilla, supongo que le causo gracia que diera tantos detalles, pero que mejor que dar detalles para que así me conozca mejor.
—Bueno, esa era la única pregunta que tenía que hacerte, pues no dudo que te acepten —el chico de cabellera rubia le dio un bocado a su sándwich de huevo con jamón y añadió en tono de entusiasmo— ¡Bienvenido al equipo de las águilas rojas!
—¡Gracias! ¡Cuento contigo! —expresé contento y sin pensarlo mucho le ofrecí mi mano para chocar los cinco, para mi sorpresa o tal vez por la situación, acepto mi invitación.
—Por cierto Deian, hay algo que me gustaría pedirte, aunque no se si es posible —comentó algo nervioso, como si me pidiera un favor que no sería capaz de cumplir
—Escúpelo —respondí prestándole toda mi atención.
—Verás… Yo solo soy el asistente del equipo y aunque quiera formar parte de él, es decir, dentro de la cancha. El entrenador no cree que sea apto para este deporte y se niega a entrenarme pues piensa que estaría atrasando al grupo. Es por eso por lo que me gustaría que tú me enseñaras, tu mismo dijiste que entrenabas a tu manera, así que si no es mucho pedir….
De todas las cosas que me pudo pedir, nunca creí que me pediría que le enseñara. Y por otro lado, me parece una tontería que el profesor no quiera entrenarlo, es decir, contradice totalmente de su cargo como “entrenador”, pero puedo creerlo, he visto alguno que otro que se dice maestro, negarse a enseñarle a un muchacho que a su vista no les parece “capaz” o “apto” para dicho deporte. Una total grosería si me lo preguntan.
Aun así, ¿Seré yo la persona indicada?
—Vaya, es todo un caso y si te soy sincero no se si soy el adecuado…—contesté en voz baja bajando mi vista, tratando de decidirme y darle una respuesta
—Si te preguntas sobre si eres apto para entrenarme, creo que no hay mejor persona que tú, estoy seguro de que eres adecuado. ¿Por algo te lo pedí a ti personalmente, no? —dijo con tal seguridad y firmeza que al final me decidí por ayudarlo. ¿Quién soy yo para negarme? Aparte si lo pienso bien es una oportunidad excelente para que nos llevemos mejor.
—Está bien, ¡acepto! Pero te advierto que soy estricto —comenté de forma juguetona, estirando mis brazos hacia adelante para que se notara que voy enserio.
—¡Genial, gracias Deian!
Ambos continuamos con nuestra conversación, acerca de cuándo, dónde y a qué hora sería bueno. Estábamos muy inmersos en nuestra platica y podría asegurar que por momentos me percaté de que Jonathan se veía emocionado o mejor dicho, feliz.
Es por eso que si no fuera porque él desvió molesto su mirada hacia a un lado, no hubiera notado que un chico había llegado a interrumpirnos.
Al fijarme mejor quién era, recordé que era el chico al que no le había dado risa mi chiste. Y este venía acompañado de lo que a mi punto de vista, era su amigo.
—¡Pero bueno! —exclamó sorprendido el estudiante carente de sentido del humor y continúo diciendo —¿Eres el chico nuevo de la clase, cierto?
—Si, ¿Por qué? —respondí un tanto dudoso, pues trataba de entender el enojo de Jonathan ante la aparición de este chico.
—Por nada, solo que me sorprende que el primero en hablarte haya sido él —dijo un tanto confundido mientras lo señalaba.
—¿Y qué pasa con eso? ¿Acaso no puede? —le cuestioné muy aturdido por la situación y ambiente que se había creado.
El chico al parecer capto que no entendía el “contexto” de la situación y se dirigió a Jonathan.
—Oye Jonathan, ¿a este no le has dicho, verdad?
—Disculpa, pero “este” tiene nombre y lo dije enfrente de todos hace un rato —comenté interfiriendo en su amigable conversación.
—¿Me importa acaso tu nombre?
Con eso puedo confirmar que es un tipo de esos.
—¿Puedes irte, Mason? No fuiste invitado —le dijo Jonathan en un tono firme y algo irritado. Me sorprendió que el pudiera hablar de esa forma, como si quisiera evitar cualquier problema.
—¿Me ofendes, sabes? Yo solo intentaba advertirlo de lo que se le viene encima si se junta contigo
«¿Pero qué…?» pensé mientras lo escuchaba.
Mi compañero de almuerzo no sabía cómo contestarle y aunque siempre me han enseñado a ser amable, también me han dicho que cuando es necesario poner un alto, tienes que hacerlo.