Mi amigo, Jonathan (maj)

Capítulo 4: Huele a gato encerrado

Después de la incómoda situación en el comedor, Jonathan me dijo que tenía algunas cosas que hacer y que se iría primero. Yo preocupado de perderme camino a mi dormitorio, decidí irme con él para que me guiara al edificio correcto, ya que puedo asegurar que la escuela es un laberinto.

Esperaba que una vez a solas me dijera algo relacionado con lo que pasó en el almuerzo, pero eso no sucedió, así que al ver como batallaba para iniciar un tema de conversación fui yo el que dio el primer paso.

—Jonathan, ¿estás bien? Te noto un tanto molesto.

—Sí… estoy bien, es solo que… —Parecía que deseaba decirme algo importante, pero se detuvo y prefirió evitar el tema—. Nada, no pasa nada.

Estaba un poco indeciso sobre si insistir, pero eso no me pareció lo correcto, por lo que preferí cambiar el tema.

—Si tú lo dices… —dije en voz baja y añadí en tono más afable—. Por cierto, ¿Los dormitorios se comparten?

—Afortunadamente ya no. La escuela decidió hace un par de meses que lo mejor era que cada alumno tuviera su propio espacio

—¿En serio? Me alegro de eso, ya que hasta no hace mucho en casa, por fin comencé a tener mi cuarto propio —dije aliviado, recordando aquellos momentos en que mi hermana menor y yo peleábamos por el espacio que cada uno quería de la habitación.

—¡Oh! ¿Tienes hermanos? —preguntó sorprendido e interesado. Esto último puedo deducirlo por la forma y tono en que me lo dijo.

—Así es, tengo 3 hermanas y yo soy el único y último hijo de la familia —expliqué orgulloso de mi papel como hijo único, por así decirlo.

—Si te soy sincero, pensé que eras hijo único

—No eres el primero que me dice eso. De hecho, si llego a salir a la calle con una de mis hermanas, la gente siempre piensa que yo soy el mayor

—Ahora que lo mencionas, si pareces ser el hermano mayor, por la altura más que nada.

—Tienes razón, por eso es por lo que mis hermanas cuando salen conmigo tienen que usar zapato alto —comenté, recordando aquella vez que salimos al supermercado y como era tarde, mi hermana y yo estábamos en pijamas, ella usaba chanclas al igual que yo. Entonces al estar yo buscando algo, no pude notar que ella me estaba llamando desde la caja de cobro. Hasta que una señora llamó mi atención diciéndome que mi hermanita me hablaba. Después de eso mi hermana en su vida volvió a ir conmigo a algún sitio con chanclas.

—Es entendible, pues seguro que a tu lado ellas se sienten muy pequeñas —dijo el chico a mi lado con una sonrisa, imaginándose la diferencia de altura entre yo y mis hermanas.

Caminamos por un poco más y entretanto que llegábamos a la residencia de Jonathan y la mía, le comencé a contar un poco acerca de mi familia. La verdad no suelo hacerlo de tan poco de conocer a alguien, pero él me genera esa confianza incluso cuando él no lo ha sentido conmigo.

—Deian, dijiste que tu habitación era el número 103, ¿verdad? —dijo Jonathan deteniéndose en la puerta que tenía justo arriba un grabado en plata con el respectivo número.

—Sí, eso decía el mensaje que me mando mi hermana cuando salió de ver al director —respondí un poco dudoso, entonces saqué mi celular y lo verifiqué una vez más.

Una vez que lo confirmé, saqué la llave que le había dado el director a mi hermana, cuando vino unos días antes para recogerla. Al abrir la puerta noté una gran ventana permitiendo que el sol iluminara por completo la habitación, que no era muy grande, pero era lo suficientemente espaciosa para que hubiera un armario, un escritorio, una cama individual y una mesita de noche justo a un lado, con una lámpara encima. Cuando me adentré en el cuarto vi que mi equipaje ya estaba esperándome a un lado del escritorio que estaba a contra esquina de la ventana.

—¡Vaya! Las fotos en la página de la escuela no le hacen justicia a como se ve realmente, se siente cálida y fresca a la vez —dije asombrado por lo bien que se veía, incluso me atrevo a decir que está mejor que mi cuarto

—La primera vez que vine, a principios de este año, llegué a pensar que estaba mucho mejor que mi propio cuarto en casa —comentó como si me hubiera leído la mente mientras recordaba su primera impresión de los dormitorios.

—Por cierto, ¿Qué número es tu habitación? —pregunté, entretanto inspeccionaba el cuarto que estaría ocupando por un largo tiempo.

—Ahora que lo dices, él mío es el 105, estoy a solo una habitación de la tuya —dijo un poco sorprendido, mientras lo señalaba, ya que al parecer apenas le había caído el veinte.

—¡Qué casualidad! Así no me perderé cuando vaya en la mañana hacia las clases

—¿Sueles perderte? —cuestionó un tanto confundido pues hace tan solo un rato me estaba mostrando los alrededores y añadió—. Pero te acabo de enseñar la escuela...

—Sí, pero aunque me digan 3 veces el camino al que debo ir, termino desorientándome…—expliqué avergonzado de mi debilidad como hombre, ya que mis hermanas siempre me molestan con eso, diciendo que se supone que las mujeres son las que se “nortean” con más facilidad. Supongo que es un mito o soy la viva prueba de que los hombres también se desorientan.

—No te preocupes, podemos ir juntos a las clases por las mañanas




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.