Más tarde Lauren abrió sus ojos, el médico estaba guardando sus cosas en un maletín.
—Ya despertó, no tiene nada de qué preocuparse, que le realicen los exámenes en la clínica para comprobar las sospechas o para descartar la anemia. —El doctor se retiró, Lauren miró a Jeremy, él tenía una expresión más que seria, ella jamás había visto el par de arrugas que ahora él tenía en su frente, el esposo que recordaba era un hombre dulce y risueño, distinto a este. Con un tono dócil preguntó:
—¿Qué sucedió?
—Sufriste un desmayo. —Dijo con una voz fría.
Jeremy tenía una expresión demasiado sería para el gusto de Lauren, ella esperaba encontrarse con el hombre cariñoso con el que se casó.
—¿Qué exámenes quiere el doctor que me haga?
—Quiere descartar una anemia, eso es todo. —Ella se fue a un lado de la cama y se sentó.
—No creo que tenga anemia —Se puso de pie y sonrió—. Cualquier viuda que de pronto ve a su esposo con vida sufriría un desmayo.
—¿Por qué?
—¿Cómo qué por qué? Es obvio, de la alegría, la emoción. —Se acercó a él, con una sonrisa cariñosa levantó la mano para tocarle el rostro, pero Jeremy se la agarró y la apartó de él, la sonrisa de Lauren se apagó, él la miró con frialdad. Ella preguntó:
—¿Qué te sucede?
—¿A qué te refieres exactamente?
—¿Por qué me tratas como a una extraña?
—No te recuerdo. —Lauren sonrió cándidamente.
—Es cierto, olvidé que no recuerdas algunas cosas.
—Si, aunque es extremadamente extraño que recuerdo todo, excepto a ti; por más que intento recordar, nada tuyo se me hace familiar, he hurgado entre mis cosas y no hay nada que yo haya conservado de ti, ni una foto, o alguna nota; suelo registrar en mis diarios todo lo que hago, pero tú no estás en ninguno. —Lauren sintió que un horrible escalofrío invadió su cuerpo a su vez que su corazón se desalentó, pues esas palabras opacaron su alegría, el gran momento se había convertido en algo que ella no podía describir, simplemente no era lo que esperaba, Jeremy no parecía ser el mismo.
Sus ojos entristecieron, sin embargo intentó disimular, escondió la decepción detrás de una voz dulce y una tenue sonrisa.
—Si quieres puedo marcharme mientras me recuerdas, no hay problema con eso. —Tragó saliva.
—Aún no sé si deba dejarte ir, es mejor que te quedes mientras resuelvo algunas cosas que necesito aclarar.
Para ese momento Lauren se había percatado de que ya nada era igual entre ellos, aunque él no la recordara, al menos debía existir la química que hubo antes, pero no la sintió, él también le estaba resultando ser un extraño, el maravilloso reencuentro se había tornado en un momento poco agradable, Lauren deseaba huir de la mansión, llegar a su casa, encerrarse en su habitación y llorar.
—La verdad pienso hacerlo
—¿Hacer qué?
—Marcharme, no me quedaré donde soy una extraña.
—Se supone que eres mi esposa.
—En realidad sigo siendo viuda. —Jeremy frunció el ceño.
—¿Qué intentas decir con eso?
—No eres el Jeremy con el que me casé, mejor me voy, ya fue suficiente.
—Solo tienes algunos minutos aquí conmigo.
—Y me bastan para ver qué me rechazas con tu mirada, no necesito más. —Agarró el bolso y se dirigió a la puerta.
—Te tienes que quedar.
—No tengo que hacerlo, si recuperas tu memoria y decides buscarme, seguramente recordarás dónde está mi casa.