Mi bella traición

La traición

Ya no lo escucho.

Quedo congelada al escuchar todo eso. Mis piernas comienzan a temblarme, todo a mí alrededor comienza a dar vueltas sin parar. El oxígeno comienza a faltar en mis pulmones, provocando que cada que bocanada que dé dañe mi organismo.

En cuestión de meses toda mi vida se ha complicado y no veo una salida. Me estoy hundiendo, y no hay nadie que me brinde su mano para ayudarme. He sobrepasado mi límite, y ahora todo se ha desbordado.

Me había equivocado al decir que ya nada me podía romper. Esto me ha hecho trizas.

No puedo permanecer por más tiempo en este lugar, no podría ver a la cara a cierta persona, y no podría parar el instinto asesino que me provoca la otra. Así que salgo corriendo del lugar, haciendo caso omiso de los gritos y de las miradas a mí alrededor. Debo huir de aquí… quiero huir de todo, de todos. De mi misma si es posible.

Así que salgo corriendo sin parar por un buen tramo sin detenerme, las lágrimas nublan mi vista y a causa de eso, me doy una falseada al correr, por lo que caigo en un camino rocoso. Con dolor descubro que me he lastimado el tobillo de mi pie izquierdo, por lo que me es imposible continuar.

En medio del pánico miro a mi alrededor, todo el camino esta desierto, ningún carro, ni una persona, por lo que desesperada conmigo misma, comienzo a gritar de una forma desquiciada. Al igual que una loca recién salida del manicomio.

Me rasgo la ropa, jalo de mis cabellos, me araño los brazos, pellizco mis mejillas… me hago daño de todas las formas que me es posible, para sí de esa forma alivianar a mi alma. Para de esa forma ignorar el dolor interno.

No quiero sentir ese dolor.

No quiero respirar.

Quiero huir… desaparecer.

No haber nacido si es posible.

— ¡Lía! —lo escucho gritar a lo lejos, ¿Qué no entiende que no quiero verlo? Dejé todo por él, y él me paga de la peor forma, ¿o yo se lo pagué de la peor forma? ¿Quién es el villano en esta historia? Trato de ponerme de pie y emprender nuevamente la huida, pero no puedo. El tobillo me pulsa bastante —. ¡Lía! —Llega hasta donde me encuentro tirada — ¡oh por Dios! —Se arrodilla y se lleva una mano a la boca —, ¿Qué te sucedió?

¿En serio te preocupa lo que me sucede? ¿O solo se trata de un truco para quedar como el bueno del cuento? Como el príncipe azul que se ha desteñido al saberse la verdad. ¿O la princesa se ha convertido de papel?

— ¡No te atrevas a tocarme! —Le grito con la furia dentro de mí. No es contra él. Es contra mí —. Solo déjame sola y lárgate de mí vista.

— ¿Por qué te empeñas en hacernos esto? —su voz suena herida. ¿O es muy buen actor o yo ya no sé qué creer? —. Las cosas pueden solucionarse.

—Ya nos hemos dañado lo suficiente —le suelto un manotazo al ver que trata de tocarme —. Nos hemos traicionado el uno con el otro… no tenemos solución alguna.

—No, no… —comienza a negar completamente desesperado. Esa misma desesperación la traigo yo, de manera interna.

—Es la verdad —las lágrimas resbalan por mis mejillas sin parar, al igual que un día de lluvia. He de parecer una payasa. Tierra, sangre y lágrimas mezcladas y embarradas en mi cara. Humillada —, ya hemos tenido suficiente los dos.

—Lo nuestro no puede acabar de esta manera.

— ¿Qué no lo entiendes? —Digo en medio del dolor y el llanto —. El estar juntos sería una traición para ambos.

Los dos nos miramos directamente a los ojos, y sé que muy en el fondo opina lo mismo que yo, aunque no se atreva a decirlo. Al fin y al cabo, él fue el que planeo este infierno por el cual ambos estamos pasando. Porque al fin y al cabo sabe que no se trata de una de nuestras antiguas peleas de chiquillos inmaduros. Esto nos acaba de sobrepasar.

Se pone de pie y me mira.

Su mirada derrotada me aniquila.

Pero ninguno de los dos puede hacer algo más que vivir el purgatorio que elegimos vivir. No, ninguno eligió vivir en este purgatorio. Las circunstancias nos obligaron a vivir en él.




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