1 de Julio del 2017.
El calor comienza a aumentar con el correr de los días, debido a la ausencia de la lluvia. Van dos semanas de estancia en este lugar y no ha caído ni una sola gota. Ni siquiera se pueden ver nubes por los cielos, y eso ha provocado irritación a todos aquí, yo incluida. Y eso que yo estoy acostumbrada a los calores tropicales.
—Tía, no me lo tomes a mal —dejo la regadera en el pasto mientras que con la manga de mi blusa seco el sudor de mi frente. Las dos nos encontramos regando las flores del jardín, para de esa manera evitar que se sequen a causa de la ausencia de lluvia —, pero no es mejor ahorrar el agua en lugar de…
—Regar mis tontas flores —termina por mí.
—Tus palabras, no mías —paso la mano por mi cabello con nerviosismo.
—Ana tiene —carraspeo un poco —, tenía control sobre gran parte de la casa —apunta a las flores —. Este lugar es el que nunca toca, no tiene derecho sobre este lugar, y es todo lo que me queda.
—Ahora lo comprendo —veo a mi izquierda donde se encuentran unos alcatraces —. Se trata del único lugar que le da vida a la casa.
—Desde que ella llegó, comenzó a decorar la casa con tonos oscuros y fúnebres —hace una mueca —. ¿Qué es una emo frustrada o qué?
—Debe estar en esos tonos para que concuerde con el fondo de su alma —las comenzamos a reír —. Tengo planeado ir a Ajijic —le cambio el tema una vez que se nos pasa el ataque de risa.
— ¿Para pasear por el mirador?
—En parte —tengo tanto tiempo sin ir, también tengo ganas de pasear por Chapala. Pero también tengo ganas de ver viejas amistades y recordar momentos pasados —, pero también quiero ver si se encuentra Marina, hace tiempo que no la veo —el cuerpo de Samantha se pone rígido de inmediato —. ¿Si la recuerdas, no?
—Claro que la recuerdo, si siempre se la pasaban haciendo travesuras juntas —deja de podar las plantas para tomar asiento enfrente de mi —. Cecelia, hay algo que no sabes.
— ¿Sobre Marina? —entiendo que llevo años sin pisar estas tierras, pero no creo que ella haya cambiado mucho. Ella era mi mejor amiga en este lugar, yo le llevo con dos años. Siempre andábamos juntas, nos peinábamos, a ella le gustaba mi larga cabellera castaña y a mí me gustaba cepillar su cabello pelirrojo. Una cosa de la que me arrepiento es que no la busqué ni mantuve contacto con ella en todos estos años.
—Ella murió hace tres otoños —la noticia cae sobre mí al igual que un balde de agua helada.
—Marina… —susurro. No logro articular algo más coherente. Realmente no esperaba escuchar eso. Hubiera sido más fácil que me dijeran que se había ido a vivir a otro país, no a otro mundo —. ¿Cuál fue la causa de su muerte?
—Ella estaba en medio de una pelea —miles de imágenes golpean mi cabeza con miles de suposiciones de cómo pudo haber muerto —, y a ella le tocó el tiro de gracia.
— ¿Cómo no lo supe? —paso saliva con dificultad —. Me refiero a que no lo escuché en las noticias.
—Los responsables eran de dinero.
—Eso lo explica todo —comienzo a rechinar con los dientes al tiempo en que comienzo a llenarme de rabia e impotencia —. No soporto a ese tipo de gente, piensan que con dar dinero es más que suficiente —una lagrima resbala por mi mejilla —. La vida humana no tiene precio.
—El dinero transforma a las personas, los hace sentir superiores a los demás.
— ¿Por qué nunca me dijiste sobre su muerte? —ese si hubiera sido un buen motivo para regresar a Jalisco —. Sabes bien que yo no hubiera faltado.
—Es mejor así Celia —se pone de pie para sacudirse la tierra de los pantalones —. Ahora vuelvo, voy a tomar un poco de agua, ¿quieres? —niego con la cabeza —. Ahora vuelvo.
Comienzo a meditar sobre el tema una vez que quedo sola en el jardín. Hay algo que no me cuadra sobre la muerte de Marina. Mi tía me dio información, pero a medias. Tengo tiempo de sobra para averiguar sobre ello, todavía me queda un mes de vacaciones.
Mi celular comienza a vibrar dentro de mis pantalones, la canción Shape of you de Ed Sheeran comienza a sonar. Veo en la pantalla el nombre de mi amiga. Leire.
Ella es mi mejor amiga en todo el mundo. Más que una amiga, es como mi hermana hija de otra fulana. Originaria de Haití, la conocí cuando estudiábamos la escuela secundaria, y en compañía de ella se puede esperar cualquier cosa. Desde discutir por problemas de famosos o escuchar horas y horas música de antes del dos mil, hasta dialogar sobre problemas políticos, morales y religiosos.
— ¡Hola! —la pongo en altavoz, nadie se encuentra aquí para escuchar.
— ¡Hola! —mi amiga comienza a exaltar la voz —. ¿Cómo te ha ido? En estas dos semanas no me has mandado ningún mensaje.
—He estado ocupada.
— ¿Ocupada en qué? Se supone que estás veraneando.
—Ay si, tú —bufo —, eso sonaría de maravilla si fuera cierto —miro con nostalgia unos alcatraces que están a mi izquierda.