Mi bella traición

Capítulo 9

20 de Julio del 2017.

 

—Es un amigo y además no puedo… no quiero amarrarme —masajeo mis sienes mientras escucho todo el sermón que tiene por decirme mi amiga.

—Leire —la interrumpo con la poca paciencia que me queda.

—Se trata de una salida de amigos.

— ¡Para ya Leire! —una carcajada brota de la bocina del celular. Por situaciones como esta, es que no dan ganas de contarle ciertas cosas.

—Como amiga tengo el deber de decirte —ve a tu lugar feliz Cecelia, solo ve a tu lugar feliz —. ¡Te lo dije! —bufo molesta, ¿por qué se lo tuve que contar? —, ya sabía que te ibas a enrollar con él.

—No me estoy enrollando con nadie —replico molesta.

—No tardas, apuesto mi vida.

— ¡Calla ya, mujer! —pongo los ojos en blanco —. Ya fue suficiente por hoy.

—Quiero que respondas con sinceridad a dos preguntas.

—Eso lo veré yo —se carcajea —. No prometo nada.

— ¿Te quedas en la hacienda por él? —interroga con curiosidad. Ya sabía yo que no iba a tardar en preguntar eso.

—No —carraspea —, en parte —acepto rendida ante sus presiones —. No podía irme y dejar que Ana maneje la hacienda a su antojo. El lugar es mío —en su mayoría —, no puedo darle el pase libre a esa lagartona.

— ¿Si lograron besarse?

— ¿Qué no me escuchaste? —la reprendo con molestia. Por lo visto solo escuchó lo que dije a partes —. Koda llegó a interrumpirnos.

—No me refiero a eso —otra bomba de carcajadas estalla —, ¿Koda, en serio?

—Déjame si, —la reto —. Tú le pusiste a tu gato Margarito y ni quien te diga algo.

— ¡Bu! —bufa. Mi comentario no le cayó en gracia. Su gato es su adoración —, ¿no se han besado? ¿Ya no lo han intentado?

—Hace una semana que pasó —murmuro con los nervios a flor de piel. Eso no le va a caer en gracia.

— ¡Una semana! —Se exaspera de inmediato —, ¡una semana! —qué bueno que no la tengo enfrente, si no, me fríe para la hora de cenar —. ¿Y por qué apenas voy enterándome?

—No sabía cómo darte la noticia.

—Espera un momento, si eso sucedió hace una semana, ¿Cómo es que no lo han intentado de nuevo?

—No lo he visto desde entonces —unas carcajadas se escuchan en el fondo. A este ritmo va a provocar que odie su risa hasta nuevo aviso —. Leire, estoy a dos carcajadas de colgarte.

—Lo… lo siento —se recompone —. Es que me recuerdas a Teddy Duncan del programa buena suerte Charlie. Ella no más no podía besar a Spencer.

— ¡Mi caso no es igual!

—Sí que lo es —carcajea con malicia —, ¿por qué no lo has visto?

—Lleva una semana sin poner un pie en la hacienda —le comento con nostalgia.

— ¿Ya te escuchó eructar?

—Jodete —cuento hasta diez para no decir nada más que pueda resultar ofensivo —. ¿Le pregunté a mi tía sobre eso?

— ¿Y qué te dijo?

—Que cada mes toma una semana familiar.

—Espera, ¿Qué no habías dicho que su familia se encuentra en Ajijic?

—Si.

—Eso no tiene lógica, no están lejos de tu hacienda.

—Eso mismo dije yo —suspiro sin dejar de mirar las estrellas que se encuentran colgadas en el techo —, mi tía me dijo que todo eso lo sabré con el tiempo, cuando él entre en confianza conmigo.

—Es algo extraño, ¿no crees?

—Ya lo creo, pero no puedo obligarlo a hablar.

—Si no te comenta nada es porque no te tiene la confianza necesaria para abrirse ante ti.

—No creo eso —echo un vistazo al ramo que se encuentra reposando en vitrina —. La cosa es esta Leire, cuando tienes algún tipo de logro en la vida, quieres que todos lo sepan. Pero cuando tienes problemas o enfermedades, no quieres que te miren con lastima.

Me obligo a mí misma a creer eso.

**

21 de Julio del 2017.

 

—Cecelia, ¿me puedes pasar la regadera, por favor? —me pregunta mi tía mientras yo me encuentro ocupada en la lectura. Le hago una seña con la mano sin dejar mi lectura —. Celia.

—Espera, esto es importante —le comento sin siquiera mirarla.

—Celia, es una simple acción —escucho que me reprende, pero ni así le hago caso —. Solo cierra el libro por unos segundos, te agachas poquito y me das la regadera —suelto el aire, que sin saber, tenía retenido —, ¡Cecelia!

— ¡Jesús! Esto es como el crack.

— ¿Pero tú que te traes? —deja de arreglar sus flores para tomar asiento a lado mío —. Los miserables

—Este libro puede conmigo —lo apunto —, Víctor Hugo tiene una forma de narrar, que se te mete hasta el tuétano. No entiendo cómo es que no lo había leído antes.




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