31 de diciembre del 2017.
—Lia —Santiago toca con suavidad mi brazo —, ¿te encuentras bien? —niego sin mostrar mi rostro. Me encuentro acostada boca abajo en el césped del jardín. El motivo es simple: acabo de terminar los miserables y no quiero que me vea llorar.
—No quiero hablar… —le respondo sin mirarlo siquiera. Por todos los dioses, este libro acabó con mi salud mental. No pueden esperar a que sonría como si nada después de pasar por la palabra fin.
— ¿Tan feo estuvo el final de tu libro? —un sollozo brota de mis labios a modo de respuesta. Leer el final en compañía de la banda sonora de la película no es muy bueno que digamos.
—Es una combinación agridulce… me gustó el final, pero a la vez no —acaricia mi espalda con cariño —. Por algo es un clásico —de inmediato me levanto, para poder sentarme con las piernas cruzadas —. Marius —pronuncio el nombre como Josh pronuncia el de Megan —. ¡Te detesto Marius! No me importa que te interprete el sexi Eddie.
— ¿Me debo preocupar?
—No te preocupes —paso una mano por mi cabello y de pasada me quito algunas hojas que se quedaron adheridas a mi cabello —. Solo es resaca literaria —sonríe con tranquilidad —. Leire estuvo peor al terminar yo antes de ti.
—Me asustaste —admite con pesar —. Fíjate que subir al jardín y verte tirada llorando no es una bonita manera de empezar el día —toma mi mano derecha —. Pensé que tu padre te había hecho algo.
—Sí, se me olvidó mencionarte ese insignificante detalle —hago una mueca —. Siempre lloro cuando termino un libro, serie o película.
—Ahora lo sé —besa mi muñeca con dulzura —. Yo quería hacerte una pregunta.
—Dime.
— ¿Dónde recibirás la llegada del año nuevo? —pregunta con nerviosismo —. Podrías pasarlo en mi casa, ya sabes que mi familia no tiene problema con eso.
—Esa idea suena genial —bajo la mirada para decirle lo siguiente —. Pero no voy a poder —aclaro mi garganta —. Mi padre va a hacer un pequeño baile en la casa grande. Van a venir grandes amistades suyas, por lo que él quiere tener a toda la familia presente —veo la desilusión en sus ojos.
—Creí que no te gustaba estar cerca de él.
—Y no me gusta —dejo caer mi cabeza en su hombro —. Mi tía fue la que me pidió que asistiera. Dijo que no era justo que ellos se llevaran toda la victoria en ella. Ya que la hija soy yo, no ellos.
—Tú los vas a acaparar —besa mi sien —. Si con solo entrar a un lugar deslumbras a cualquiera.
— ¿Por qué no vienes? —lo miro con ojos suplicantes —. Contigo me la pasaría de lo mejor, y así no tendría que soportar mi madrastra y a Diana.
—De verdad quisiera Lia, pero la verdad es que ya me comprometí con mi familia y para ellos las cosas son sagradas. No puedo faltar.
—Lo comprendo, no te preocupes —trato de ocultar la desilusión en mi voz.
—Lia —me susurra con su voz ronca al oído —. Hay algo que debo decirte antes de que termine el año.
— ¿De qué se trata?
—Sin duda has sido lo mejor que me ha pasado en este año —lo abrazo con fuerza —. Solo quería que lo supieras.
—En cambio tú no eres lo mejor que me ha pasado en este dos mil diecisiete —lo miro con seriedad —. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida. Lo digo en serio.
—Como te encanta asustar —ríe con nerviosismo.
—Sustos que dan gusto —guiño un ojo al decir esto. Besa mi cabeza antes de que los dos nos pongamos de pie.
—Ya debo irme —me dice con nostalgia —. Debo ver que se le ofrece a mi mamá —me envuelve entre sus brazos —. Te deseo un feliz año nuevo, Lia.
—Yo también te deseo un feliz año nuevo —beso sus labios de manera inmediata —. Lleno de sorpresas.
—Sé que así será.
Los dos bajamos por las escaleras tomados de las manos hasta la entrada, donde él se separa de mí. Mientras que yo entro a la casa grande hasta llegar a mi habitación. Una vez dentro me dejo caer en mi cama con una sonrisa bobalicona en mi rostro. Que desaparece al recordar donde voy a pasar la noche vieja. Mi celular comienza a vibrar dentro de mi pantalón.
—Hola mamá —saludo una vez que atiendo la llamada —, ¿Cómo estás?
—Extrañando a mí beba —suelto un quejido al escucharla llamarme de esa forma —. Quéjate todo lo que quieras, pero para mí siempre seguirás siendo mi pequeña bodoque.
—Ya tengo veintitrés mamá…
—Para mí como si tuvieras tres —imposible ganarle a ella —. ¿Cómo has estado hija?
—Podría decirse que me encuentro bien, dentro de lo que cabe.
— ¿Cómo ha estado la relación con tu papá?
—Va de mal en peor —suspira —. Mamá, no se puede arreglar algo que se ha roto con el paso de los años. Mi papá no me quiere y yo no siento ningún afecto hacia él.