Mi bella traición

Capítulo 22

4 de Julio del 2018.

 

“Si tanteas que vas a regresar peor que cuando regresaste, no vayas. No por mí, ni por él. Si no por ti. Por tu salud mental”.

Esas fueron las últimas palabras que me había dicho mi madre antes de que arrancara el auto rumbo al hospital de Ajijic. Sé que fueron dichas con la mejor intención, ella no quería verme destrozada por un chico, no de nuevo.

Un accidente de caballo. Ese es el motivo por el cual Santiago está internado. Él se encontraba haciendo su ronda por los terrenos de la hacienda —como diario lo hacía —, solo que esta vez una víbora de cascabel mordió a su caballo provocando que se desbocara. Él se golpeó la cabeza en una de las rocas al caer del caballo.

Por lo visto mi tía no estaba muy segura de llamarme, no sabía cómo lo iba a tomar o si iba a estar para él. Por lo visto mi primer impulso fue tomar las llaves del auto y arrancar a toda velocidad hasta el hospital para verlo. Pero ahora, estando afuera del hospital me ha entrado la cobardía.

Lo nuestro pasó hace meses, no tuvimos ningún tipo de contacto. ¿A lo mejor él ya no quiere saber nada de mí? ¿Y si tiene una nueva novia? Realmente no me gustaría entrar y ver por los pasillos a una chica preocupada por el mismo motivo. Si se diera ese motivo, la que saldría sobrando seria yo.

Mi celular avisa que está entrando una llamada. Joel. Me llevo ambas manos a la cabeza mientras dejo que se canse y deje de hacerlo. Soy el desastre personalizado, ni siquiera le doy la cara a este gran chico. Esta es la décima llamada que me hace, y eso sin contar los mensajes que tengo de él. ¿Pero qué le podría haber dicho? ¿La verdad? No hubiera sido buena idea, no cuando lo nuestro apenas va iniciando.

Miro de nuevo el celular al ver que ha dejado de insistir. Lo tomo y me dispongo a mandarle un mensaje a Leire, la única —aparte de mi familia —que sabe dónde me encuentro ahora. La única que sabe todo lo sucedido aquí hace meses.

 

Cecelia: me está entrando la cobardía. ¿Estoy haciendo lo correcto?

Leire: ¿sientes que estás actuando mal?

Cecelia: lo único que siento es que quiero verlo, y a la vez no. Justo ahora soy una serie de contradicciones. 💔

Leire: si lo quieres ver, eso es lo correcto. Si estás ahí ahora mismo, es porque en serio te importa, porque en serio lo quieres. ¡Que te valga mierda lo que piensen otros! 😋

Cecelia: ¿Y Joel? ¿Merece que le haga esto?

Leire: No te adelantes. Bien puede ser que algo bueno salga de ver a Santiago, como puede que no. Y en cuanto a Joel, le haría más daño seguir viviendo en medio de una mentira. El amor no se puede fingir.

Cecelia: Joel me importa, incluso le quiero.

Leire: hay atracción, eso lo entiendo. Y no dudo que también lo estimes. Pero para que exista una relación tiene que haber amor en ambas partes, no solo en una. Y debe existir pasión, que no hay por ninguno de los dos. Eso lo pude ver en el baile de tus graduados.

Leire: ¿Qué es esperas? ¡Entra de una buena vez por esas puertas y demuestra quien es la que manda!

 

Me limpio una lágrima en medio de las risas antes de apagar el teléfono. Inhalo y exhalo varias veces antes de salir del auto. Con paso decidido camino hasta la entrada del hospital hasta que se abren las puertas. No vislumbro ni una cara conocida en la sala de espera. Con una media sonrisa en los labios me dirijo donde se encuentra la chica de recepción.

—Buenas tardes —me aclaro la garganta antes de seguir hablando —. ¿El paciente Santiago Velázquez?

—Se encuentra en la habitación número catorce, subiendo las escaleras, la segunda puerta —me dice sin dirigirme una mirada siquiera.

—Gracias —le digo antes de empezar a caminar hasta las escaleras. Comienzo a sentir mis piernas pesadas conforme a cada paso que voy dando. Las escaleras no han de tener más treinta escalones, sin embargo yo las siento como si fueran más de cien escalones.

Con el corazón a mil por hora, llego hasta la habitación de Santiago. Paso saliva con dificultad, el momento de la verdad ha llegado. Cuento hasta diez en lo que me decido llamar a la puerta. Puede que esté solo, como puede que no. Que sea lo que Dios quiera.

— ¿Qué haces tú aquí? —bajo el brazo al escuchar una voz que no planeaba escuchar, por lo menos en unos diez años. Respiro con profundidad antes de voltear a verla. Diana se encuentra a unos pasos de donde me encuentro yo. Lleva puestos unos pantalones de mezclilla, una blusa de tirantes blanca, a juego con un blusón rosa. Su cabello rubio lo lleva suelto, salvo un pequeño agarrado que tiene por enfrente. En sus manos lleva un vaso de café.

—Es un hospital público, puedo poner un pie el tiempo que quiera —me limito a decir ignorando el hecho de que ella se encuentra aquí. Esto no augura nada bueno.

—Que graciosa —en su rostro aparece una mueca al intentar sonreír con falsedad —. Pero hablando en serio, ¿Qué haces en este lugar Cecelia?




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