Mi bella traición

Capítulo 23

15 de Julio del 2018.

 

Canto en voz baja una de las canciones de Mon Laferte mientras me voy poniendo mi ropa para dormir. Justo al llegar al estribillo, la canción se detiene al entrar una llamada telefónica. Joel.

—Diga —respondo con temor una vez que acepto la llamada. Ya no puedo seguir evitándolo, necesito afrontar la realidad por mucho que duela. Y es que no importa a quien elija. A uno voy a lastimar.

—Gracias al cielo —exclama con alivio —. Temí que te haya pasado algo, ya que tu madre no me ha dado santo y seña de tu paradero. ¿Te encuentras bien? ¿Por qué no habías respondido a mis llamadas? —la última pregunta suena a reproche.

—Ahora me encuentro bien, perdóname por no haber respondido a tus llamadas. Solo que necesitaba un tiempo a solas.

—No todo está bien Cecelia, lo noto en el tono de tu voz —cierro los ojos al sentirme culpable —. ¿Qué sucede? —respiro profundo antes de responderle.

—No puedo seguir con esto Joel, me refiero a lo nuestro. Tú mereces a alguien que te ame a tiempo completo, y no solo a medias —un largo silencio se instala al otro lado —. Te juro que no quería lastimarte.

— ¿Es por él? —quedo sin palabras al escuchar esa pregunta. Yo nunca le hablé de Santiago. Solo con Leire —. No sé quién sea él, ni siquiera sé su nombre. Pero siempre sentí que competía contra alguien invisible. Bastaba con ver como escuchabas ciertas canciones. Como te perdías en tus pensamientos en nuestras conversaciones.

—No puedo evitarlo…

—Yo te quiero Cecelia. Me gustaste desde el primer día en que te vi. Y al tratarte me di cuenta de que no iba a ser fácil llegar hacia ti, pero aun así no me di por vencido hasta que lo logré… o eso fue lo que yo creí —me duele el escuchar su voz, suena herida.

—Yo te quiero Joel.

—Pero no me amas —no digo nada ante eso. No quiero herirlo. Pero lo cierto es que ya lo he hecho. A veces el silencio es la mejor respuesta —. Te deseo suerte, y si nos volvemos a topar solo finge que no me conoces.

La llamada se corta al decir eso, mientras yo quedo con el corazón lleno de culpa. No quería lastimarlo y eso fue lo que hice. Tal vez nunca debería haberle dado alas, de esa manera no hubiera sido tan dolorosa nuestra despedida. En esta historia, yo fui su villana.

—Celia —volteo a la puerta de la habitación al escuchar la voz de Candelaria, quien lleva colgado sobre su hombro una bolsa —. ¿Sería mucha molestia si te pido un favor?

—Claro que no —dejo el celular a un lado. Con dificultad trato de fingir una sonrisa —. ¿En qué le puedo ayudar?

—Verás, una vieja amiga está de visita en el pueblo, se está quedando en una de las casas de alquiler. Nos invitó a mi madre y a mí a pasar la noche en su casa. ¿Sería mucho abuso pedirte que estés al tanto de mi hijo? En la mañana traía algunos dolores de cabeza.

—No es ninguna molestia —le sonrío con amabilidad —. Ustedes salgan sin pendiente. Se merecen una noche de descanso, han sido unos días ajetreados.

—Te lo agradezco en el alma —pasa para darme un beso en la mejilla —. Cualquier cosa que ocupes no dudes en llamarme. En la cocina dejé una nota con mi celular y el teléfono de la casa donde se encuentra mi amiga.

—Que la pasen de maravilla —le alcanzo a decir antes de que salga por esa puerta. Mientras que yo tomo mi libro para dirigirme hacia la habitación de Santiago, ya que pasar la noche sola en esta casa no es algo que me cause mucho entusiasmo.

 

**

— ¿Qué te encuentras leyendo? —un grito parecido al de la película psicosis escapa de mis labios al escuchar una voz detrás de mí. Volteo y veo a Santiago partirse de la risa al verme de esa manera. Ni siquiera vi en qué momento se levantó de la cama —. Perdóname, no quería asustarte —tal parece que Arabela y él se llevarían de maravilla. Ya que los dos se la pasan asustándome.

— ¡Nunca me llegues de esa forma! —replico una vez que recobro mi pulso normal —. Y respondiendo a tu pregunta, un libro.

—Créeme cuando te digo que ese tipo de respuestas ya no me sorprenden, por lo menos si viene de ti —toma asiento a lado mío. Trata de aguantar la risa por lo sucedido hace unos segundos —. ¿Puedo saber de qué trata?

—De una chica sordomuda que toca el piano con excelencia. Ella vive en Paraguay —cierro el libro y se lo presto para que lo pueda ver con sus propios ojos —. Un libro que nos enseña que los limites nos los ponemos nosotros.

Tu música en mi silencio —con cuidado lo abre para ver el interior —. ¿Quiere ser nuestra madrina? Porque nosotros nos morimos de ganas por ser sus ahijados —lee con lentitud mientras pasa una mano por todas las firmas que se encuentran en él. Una punzada de nostalgia se instala dentro de mi pecho —. Se nota que te querían.

—Fue un buen grupo, aunque el resto de los profesores pensaran distinto —dejo el libro a un lado una vez que me lo entrega —. A veces solo basta con comprender a los adolescentes.




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