23 de noviembre del 2018.
Oh, maybe he's no Romeo
But he's my loving one-man show.
Canto al ritmo de la canción de Deniece Williams mientras poso una mano en mi vientre hinchado. Al mismo tiempo mi mirada se posa en el vestido de novia que se encuentra colgado en la pared enfrente de mi cama. El diseño está hecho en especial para una mujer que ya lleva cinco meses de embarazo. Cinco meses.
Varios sentimientos encontrados se acumulan dentro de mi cabeza. Por una parte, la emoción y la ansiedad que embarga a una novia a horas antes de casarse. Me caso mañana. Y eso es algo que aún no logro digerir, por lo menos no por completo. Ya que temo que todo esto que siento se derrumbe al igual que una torre de cartas.
Nervios de futuras novias, creo yo.
—Cecelia —escucho la voz de Leire por fuera de mi habitación. Para dejar en claro que respeta mi privacidad, toca tres veces seguidas —. ¿Puedo pasar? —no espera mi respuesta, y abre la puerta de inmediato. Lleva en sus manos un paquete de donitas, y en la otra una bolsa de comida china.
— ¿Cuál es el punto de llamar a la puerta si vas a hacer lo que te venga en gana? —mi ignora, mientras toma asiento en un puf morado que tengo al lado de mi cama. En silencio me entrega dos donas que se encuentran envueltas —. No, yo no como eso.
— ¿Por qué no? —me pregunta mientras le da un mordisco a una de las suyas. Perra, lo está haciendo a propósito, para hacerme caer en la tentación.
—Tengo que hace caber esta panza de cinco meses, dentro de ese vestido. El comer más azúcar no me ayudaría en lo absoluto.
—Cómo te gusta hacerte la pesada —refunfuña mi amiga por lo bajo —. De mi cuenta te hubiera traído alcohol. Litros y litros de alcohol. Pero no, la doña tuvo que embarazarse.
—Sufre y come azúcar —me rio al ver su expresión.
— ¿No quieres un poco de pollo agridulce? —señala una de las bolsas que dejó a lado mío. Niego con la cabeza —, ¿un rollito primavera? —vuelvo a negar —. Por lo menos come una galleta de la fortuna, de esa manera todo mi dinero no se va a la basura, solo porque la casi doña se pone sus moños.
—Muy graciosa —le arrebato la galleta con fuerza. Una vez que me la como, empiezo a leer la fortuna que me tiene para esta noche —. Si en algún momento la pareja que amas te es infiel, y sientes deseos de tirarte por el balcón. Recuerda, tienes cuernos ¡no alas! —Leire comienza a carcajearse sin parar —. ¿Qué tipo de fortuna es esta?
—Una muy buena, digna para estas vísperas de boda —le arrojo un cojín que esquiva con facilidad —. No soportas ni una broma.
—. ¿Qué planes tienes para esta noche? —opto por cambiarle el tema. Esta es mi última noche de soltera. Sí que todo puede cambiar en poco tiempo.
—Tenía planeado que viéramos la de la sombra del amor —saca de su bolsa la caja con la película. Mientras que yo, trato de disimular una mueca. Mi amiga llegó a poner esa película tantas veces, que ya perdí la cuenta —. Hay que verla de nuevo —hace pucheros —. Para tragar como vilmas y llorar como margaritas —carcajeo al escucharla decir eso —. Bueno, lo de que comer como vilmas no se va a poder por tus caprichos.
— ¿Y quién dice que tú no puedes comer como vilma? —me enseña el dedo mayor —. Para eso no ocupas ayuda —saca la lengua —. Espera un momento, ¿Dónde conseguiste donas si ya son las nueve de la noche?
—Ben me hizo el favor de hacerlas, dijo que eran tus favoritas al igual que tus hermanas —saca la lengua para limpiar un poco de betún que tiene en sus labios —. Por cierto, esta casa es increíble. Y las cosas que tienes aquí dentro ni se diga. Amo tu colección de esferas de nieve —mira con admiración mi habitación. Nunca le había mostrado fotos ni nada por el estilo de la hacienda. Por lo que ver mi habitación, junto con todas las cosas que lo adornan la tiene emocionada —. ¿Cómo es que nunca me invitaste a venir?
—Lo estoy haciendo ahora —me encojo de hombros —, así que deja de lloriquear y dame una probada de eso —le arrebato una de las donas y le doy una gran mordida ante su mirada de sorpresa. Su plan funcionó, ya caí en las garras del demonio. ¡Maldita galleta de la fortuna! Si no la hubiera probado, no le hubiera arrebatado esa dona.
— ¿Y ese arrebato a que se debió? —la ignoro y sigo comiendo —. ¿No que querías entrar en el vestido?
—Es el bebé. Él es el que tiene hambre.
—Claro, culpa al que no se puede defender —saca otra dona de las caja —. ¿A quién invitaste de conocidos?
—Va a ser algo reservado Leire. Mi familia, la de él. Algunos de mis ex alumnos.
— ¿Cómo sabían que te ibas a casar?
—No lo sé —me llevo el dedo índice a la boca intentando pensar —. Será que tengo una amiga cabrona que de inmediato ventiló mi vida privada en mis redes sociales —de sus labios escapa un “ups” ante de darle una probada a su bebida —. Por lo que ellos se invitaron —aclarando: no me molesta que vengan a mi boda, al contrario, eso me emocionó. Lo que no me pareció es que personas con las que no tengo nada en común se enteraran de mi vida.