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Tory:
Mi mañana inicia con el hórrido sonido del despertador. Un golpe basta para lograr apagarlo. Me siento totalmente cansada y aún tengo el cuerpo adolorido por lo que pasó. Felizmente, el dolor ha bajado considerablemente y los moretones han desaparecido en su mayoría. Tomo el teléfono y veo que ya son las 9 de la mañana. Noto que, con este, ya son seis los días que he faltado al trabajo. Imagino que ya me despidieron. Mierda.
El estruendoso "rugir" de mi estómago, da cuenta del hambre que tengo. Supongo que tendré que salir a comprar algo de comer. Solo me quedan enlatados y un par de refrescos. Lentamente me levanto y con mucha pesadez me incorporo. No quiero dejar la cama, pues realmente estaba muy cómoda. La desnudez de mi cuerpo me hace notar que algunos moretones aún se notan, principalmente en mi espalda. Los de mi brazo y piernas ya han desaparecido, y felizmente, la hinchazón de mi cara bajó. Tan pronto termino de estirar los brazos, Harper se abalanza sobre mi cama maullando.
—Hola pequeña —suspiro—. Sé que también tienes hambre, pero tú puedes arreglarlo cazando un par de roedores. En cambio, yo debo ir al supermercado para poder comer. Claro, solo si aún me queda dinero.
Harper no hace más que mirarme, frota su cuerpo sobre mi brazo, y ronronea acomodándose sobre mis piernas. La acaricio rascando sobre su cabeza y ella se acomoda todavía más.
—Harper. Bájate, tengo que buscar nuestra comida.
Harper es la segunda gata de mi hermana, la primera aún sigue con ella. Antes de irme de casa, me encargó cuidarla. Según sus palabras: así me estaría llevando algo muy de ella, para tenerla siempre presente. Naomi, realmente te extraño mucho. Espero que no la pases mal con mamá, aún más considerando todo lo que ha pasado.
Al salir de la habitación, bajé las escaleras lentamente. Harper vino detrás de mí. Una vez en el primer piso, me dirijo a la cocina. Al abrir el refrigerador no hallo más que un pan, un chocolate a medio comer, enlatados de atún y un par de cervezas.
—Genial —me digo a mí misma—, ¿cómo se supone que voy a sobrevivir siquiera de esta semana?
Tomo un enlatado de atún y se lo doy a Harper. Segundos después, tocan el timbre. Silenciosamente camino hacia a la puerta. Observo a través de la mirilla para cerciorarme de que no sean malandrines. Pero al mirar, quedo pasmada. A mi puerta ha llegado nada más y nada menos que Camila. No concibo cómo pudo saber mi dirección. Jamás le dije dónde vivo. Rápidamente abro la puerta. Camila me mira sin creer lo que ve ante ella. Con los ojos llorosos se me abalanza, me abraza fuerte y me recrimina.
—¡Estúpida! ¿Cómo te atreves a desaparecer así?
Me quedo en silencio y solo atino a abrazarla también. Noto que recién ha salido del trabajo, pues bajo su abrigo, aún lleva su ropa de azafata. ¿Cómo llegó a saber dónde vivo? La llevo a la sala para sentamos sobre el sofá y hablar.
—¿Cómo supiste donde vivo?
—No fue sencillo, pero más importante, ¿qué rayos te pasó? Estás toda golpeada. Dejaste de ir al trabajo y no contestaste ninguna llamada. Teníamos lo peor.
—Sí, lo entiendo. Pero estoy bien, gracias a Dios, y bueno... Lo que pasó fue que... me asaltaron y... se llevaron mi teléfono. Traté de defenderme y apenas pude librarme de ellos. Cuando llegué a casa, estaba en mal estado así que solo podía descansar.
—¿Quieres decir que aún no has ido al médico?
—Sí, sí fui... lo hice al día siguiente.
—Mmm, espero que así sea —dice con desconfianza—.
—He ido al médico. Confía en mí.
—¿Y este teléfono que tienes ahora?
—Este es un teléfono antiguo de hace dos años atrás. Y lamentablemente no los tengo en mis contactos.
—Bueno, entiendo... Una cosa más. Has saber que creímos que el responsable de todo, había sido River. Y para suerte nuestra, hoy apareció nuevamente buscándote.
—¿Es... en... serio...?
—Sí, y considerando lo que había pasado la última vez, Rubén lo atrapó. Y dentro del Golden Palace, lo retuvimos para interrogarlo. Nos dijo que no sabía nada al respecto, que los responsables eran otras personas y se mostró un poco preocupado también. Rubén no le creyó y le dio un par de golpes.
—¡Oh demonios...! Dime que no lo dejaron mal herido.
—No te preocupes. Rubén no fue exageradamente brusco con él. Pero fue él quien nos dijo que posiblemente estarías aquí.
—¿Dónde está él ahora?
—A unas cuadras. En el auto de Rubén. ¡Cierto! Están esperando que confirme si realmente te encontré para que Rubén lo suelte.
—¿Qué esperas?, ¡llámale!
—Está bien, dame un segundo.
Camila tomó su teléfono para llamar a Rubén. Le explica que yo me encuentro bien y que River no ha sido el responsable. Le dice que fueron unos ladrones quienes trataron de asaltarme. Hecho que... no es cierto.
En realidad, fueron unos matones los que me acorralaron y secuestraron. Me llevaron a un almacén abandonado. Me ataron a una silla y me golpearon para que les diga dónde se encontraba alguien. Al inicio no supe de quién hablaban. Pero luego, simplemente quedé pasmada y sumamente enfadada al saber a quién querían.
Tras un par de horas de tratar de sacarme información, aproveché el descuido de uno de ellos y logré hacerlo tropezar. Su caída ayudó a romper la silla en la que me encontraba. No tardé nada en desatarme y emprender la huida. Tomé una barra de acero para defenderme y le volé los dientes a uno. Tras golpear a otro en el estómago, pude llegar a la puerta. Sin mirar atrás, subí a mí moto y emprendí marcha con rapidez.
Ya en la calle, tardé algunas cuadras en deshacerme de ellos. Con la adrenalina recorriendo cada arteria de mi cuerpo, sorteé los vehículos en sentido contrario para evitar que me siguieran. Cuando noté que ya los había perdido, tomé una ruta muy escondida hacia mi casa. Al llegar, estaba tan golpeada que me desmayé sobre mi sofá. No desperté si no hasta 15 horas después. Ahora que lo pienso, para poder emboscarme de la forma como lo hicieron, tuvieron que haberme seguido por algunos días. ¡Demonios! ¡¿En qué mierda me has metido?!