Mi corazón no te pertenece

8 Sin apetito.

Lauren se quedó pensando en las actitudes de Jeremith, preguntó por qué ahora era tan distinto al hombre que conoció, dulce y amable, el cual con sus encantos robó toda su atención; pero ahora se comportaba con pedantería, lleno de arrogancia hasta en la manera de caminar.

Sin embargo consideraba que era muy pronto para juzgarlo, pensó que su deber como esposa era intentar comprenderlo mientras él recordaba su memoria y recordara que estaban casados.

“Espero que Jeremith me recuerde pronto, es muy difícil para mi esta situación.”

Tenía que vestirse pronto y bajar a cenar con la familia Remington, eso no le entusiasmaba, no se sentía cómoda en esa casa. Pero no quería causarle un disgusto a su esposo, esa era su familia y hasta cierto modo él tenía razón si quería estar con ellos.

Abrió su maleta que había llevado, sacó las pocas prendas que tenía, todas muy sencillas, no tenía nada elegante en la granja, sus mejores atuendos estaban en la ciudad, aunque nada parecidos a los atuendos que solían usar las damas de la familia.

Lauren no conocía las costumbres y el protocolo de la familia Remington, no tenía la menor idea de que la hora de la cena, era para ellos casi un acto solemne, y que todos usaban de sus mejores atuendos, joyas, perfumes y maquillaje, como si se tratara de una gran fiesta. Las damas se presentaban en el comedor muy elegantes y bien maquilladas, con sus cabellos arreglados.

Lauren no tenía ropa fina, tampoco poseía joyas costosas, ni acostumbraba a usar maquillaje cuando estaba en su casa. Para el colmo, en ese momento, su cabello estaba hecho un desastre, lo tenía reseco y sus ondas no se veían definidas.

Buscó entres su ropa buscando bonito para ponerse; había llevado solo algunas prendas sencillas y frescas. En la granja estaba tan emocionada por la noticia que recibió acerca de que Jeremih, que no se fijó mucho en lo que había empacado, y lo que metió en la maleta, no eran precisamente sus mejores atuendos.

Escogió lo mejor que consiguió, era un vestido de tela fresca color morado y von flores amarillas, la prena estaba fuera de estacion, dicho vestido le llegaba hasta las rodillas, tambien se puso con un par de zapatos color negro sin tacón. Como pudo acomodó su cabello y se aplicó solo un poco de maquillaje.

Cuando terminó de alistarse se miró al espejo y sonrió.

—Listo solo espero que a él le guste.

Después salió de la habitación, caminó el pasillo y se dirigió hacia las escaleras,se detuvo en el rellano, desde allí observó hacia abajo, vio a todos reunidos en la sala. Suspiró tomando fuerzas para aparecer delante de ellos.

Comenzó a bajar despacio, escalón por escalón sin hacer ruido, sentía que se estaba sumergiendo en un arroyo minado de víboras, respiraba hondo y en silencio para soportar a esa familia. Hasta que al fin llegó a la sala.

Eran como veinte personas las que estaban allí presentes, sin contar a los niños; hermanos, tíos, sobrinos, primos y demás. Todos dirigieron sus miradas hacia ella, tanto los que se encontraban de pie como los que estaban sentados.Algunos de inmediato juzgaron su atuendo, estaban algo sorprendidos, y no era sorpresa de admiración, solo la compararon con Jeremih, la mujer, aunque hermosa, no se parecía a él en nada.

Lauren con su atuendo, parecía recién salida de un orfelinato, su modo de vestir no cumplía con los requisitos de la acaudalada familia Remington.

Algunos, no todos, la miraron como a una atracción de circo sin disimulo y pusieron una sonrisa malévola, los menos maliciosos sintieron pena ajena por Jeremith, él también se quedó mirándola fijamente y sintió vergüenza, comprendió aún más, por qué todos decían que era muy distinta.

Jeremith sintió indignación contra Lauren, no podía creer que ella no supiera ni vestirse. Ahora menos que nunca entendía cómo pudo hacerla su esposa.

Le habló entre los dientes a Alan para que nadie más lo escuchara.

—Mira sus fachas, parece una sirvienta cuando tiene el día libre. —Alan la observó y sintió pena por ella:

—La pobre no tiene la culpa, ¿Por qué no le dijiste cómo debía vestirse?

—No soy adivino, me iba a imaginar que se iba a presentar con esos trapos de cocina.

—Tenías que explicarle a tú mujer... —Vera interrumpió la embarazosa escena.

—Bueno, ya que estamos todos, pasemos al comedor.

En el comedor todos tomaron sus asientos habituales, Lauren no sabía dónde sentarse, Jeremith no se preocupó en mostrarle dónde debía hacerlo. Ahora él ocupaba el lugar de su difunto abuelo. V

Vera se percató de la actitud descuidada de Jeremith hacia su esposa, entonces en un tono amable le habló a Lauren.

—Siéntate al lado izquierdo de tu esposo.

Lauren se dirigió hacia la silla que ella le indicó, Vera miró a Jeremith con ojos de reproche y le dijo:

—¿Qué esperas para sacar la silla de tu esposa? ¡Al parecer regresate muy mal educado de tu tumba!

Jeremy Jeremith endureció su expresión, pero no respondió nada y sacó la silla para Lauren.

—Gracias.

Le dijo ella tímidamente mientras se sentaba, él evitó verla a los ojos y se sentó en su silla.




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