Mi corazón no te pertenece

10 Tristeza

Lauren estaba enojada y a su vez triste, tenía los ojos llorosos, y así comenzó a guardar sus pocas pertenecías en la maleta, había decidido marcharse. En sus adentros pensó:

“Ya no aguanto más, me iré de este lugar, no me importa si Jeremith está o no de acuerdo, no pienso quedarme, cuando nos casamos prometió que nunca me traería a vivir con su familia.”

Aún estaba pensando en ello cuando de pronto Jeremith entró a la habitación. Por la expresión de su rostro confirmó lo que ya esperaba, Jeremith estaba furioso con ella.

—¿Me puedes explicar por qué bajaste a cenar vestida de esa manera. —Ella con una voz que denotaba enojo respondió:

—No tenía idea de cómo se viste tu familia, y tampoco tengo ropa cara.

—Me avergonzaste delante de todos, no quiero que eso vuelva a suceder.

Sacó la billetera del bolsillo de su chaqueta y extrajo una tarjeta dorada, la lanzó sobre la cama.

—Ahí tienes dinero, mañana irás con Anni y con la tía Vera a comprar un guardarropa apropiado, ellas te enseñaran a vestirte como una dama y a peinarte ese… cabello. —Lauren se ruborizó.

—¿Cuál es tu problema con mi cabello?

—¿No te has visto en el espejo? pareces un espantapájaros. —Lauren llena de enfado respondió:

—¡A lo mejor si lo soy! —Jeremith se rio con sarcasmo, ella se quedó mirándolo fijamente a los ojos con reproche.

—¿Por qué te has vuelto tan engreído? Pareces otro, antes eras dulce y tierno… extraño al otro Jeremith. —Él miró hacia todos lados.

—¿Y dónde está ese otro Jeremith? Deberías presentarmelo.

Lauren sintió coraje, pero se contuvo y volteó la cara a otra parte buscando la serenidad.

Jeremith sintió una involuntaria fascinación por el dulce carácter de Lauren, se percató de que ella era serena, a la vez un poco salvaje y fuerte, además de que también era hermosa, a pesar de que no tenía ropa fina o joyas. Una sonrisa se dibujó en sus labios mientras que sus ojos la miraban.

Lauren solo podía sentir enojo y tristeza, para entonces deseaba marcharse de inmediato, ya no tenía nada por hacer en esa mansión. agarró la tarjeta dorada que Jeremith había lanzado sobre la cama, luego se la acercó a él.

—Llévate eso, lo que soy, tu dinero no lo puede cambiar.

—Al menos podrías esforzarte en ganar un poco el respeto de los demás.

—Quizás no lo recuerdas, pero antes de casarnos hicimos un trato.

—¿Qué trato?

—Que jamás me inmiscuiría en los asuntos de tu familia, y tú jamás me obligarías avivir con tu familia, compraste una casa para vivir solos los dos.

—¿En dónde se supone que está esa casa?

—En Lakewood.

—¿En ese pueblo? No me iré contigo a ese lugar, por Dios, es una locura.

—¿Siempre has sido así?

—¿Así cómo?

—Orgulloso, prepotente, ¿Por qué dijiste ser otra persona? Me engañaste.

—¿El que ame vivir en mi mansión me hace un orgulloso y prepotente? ¿No sabes que estoy a cargo de una gran empresa? Debo velar por el bienestar de mi familia. Parece que eres incapaz de comprender el mundo y la forma como funcionan las cosas. —Lauren alzó la voz.

—¿Entonces para qué te casaste conmigo? —Jeremith se metió los dedos entre el cabello y también alzó la voz.

—¡No lo sé! eso es precisamente lo que necesito averiguar, sólo por eso sigues siendo mi esposa, ¡de otra manera…

Se quedó callado.

—¿De otra manera qué?

—De otra manera ya habría anulado este maldito matrimonio! —A Lauren se le aguaron los ojos.

—¡No necesitas averiguar nada! Mañana mismo vamos a anular este matrimonio y se acabó.

Lauren tenía ganas de soltarse a llorar, para no quiso hacerlo delante de su petulante esposo, entonces se contuvo. Comprendió con claridad la situación, Jeremith ya no la amaba, ahora sentía por ella el mismo menosprecio que toda su familia.

—¿Estás segura que deseas anularlo? —Ella con una voz resquebrajada respondió:

—¡Sí!

—¿Lo dices en serio?

—Por supuesto, ni que fueras la última bebida del desierto. Iremos mañana.

—¿A dónde?

—A solicitar la anulación.

Jeremith se quedó atónito al ver su determinación, ella parecía frágil, pero era una joven determinada y valiente. Se quedó mirándola por un momento, después le dijo:

—Mañana no será posible ir al tribunal, y el resto de esta semana lo tengo agendado, es mejor que mi abogado se haga cargo.

—Por eso no hay ningún problema, tengo un primo que es abogado y puede ayudarme a presentar mi petición ante el tribunal, iré sola.

Jeremith sintió reconcomio, no supo por qué ni cómo discernir lo que le provocaron esas palabras por dentro, no esperaba que esa frágil y joven mujer fuera capaz de pensar en anular ese matrimonio por su cuenta, ni siquiera se opuso, sino que más bien parecía que le urgía separarse, él esperaba que al menos se enojara o intentara hacerlo cambiar de parecer.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.