Capítulo 9
Morir sin ellos
Los minutos se hicieron horas, y aquellas horas, pronto fueron días.
El dolor en mi pecho me partía.
Oh, mujer amada mía… ¿qué me hiciste?
¿Por qué me duele tanto tu partida?
Un día fuiste la dueña de mi sonrisa,
y hoy debo aceptar, llorando, tu despedida.
No puedo.
Me siento enfermo.
Ya no quiero vivir con este adiós.
Hoy se han cumplido tres días.
No solo te fuiste tú… también arrancaste un pedazo de mi vida:
mis hijos, mi hogar, mi familia.
Tal vez parezca absurdo amarte de esta manera,
cuando debería odiarte.
Dicen que del amor al odio hay un solo paso,
pero yo no he podido cruzarlo.
Hoy me odio más a mí mismo… por haberte fallado,
por no saber cuidarte.
De rodillas al cielo he pedido una sola cosa:
un rescate.
Solo una vez más.
Por favor… dime, Dios, que me escuchaste.
---
No pude soportar vivir solo en una casa vacía.
Las noches eran eternas,
llenas de lágrimas y recuerdos que me atormentaban hasta el amanecer.
Tenía que levantarme solo y salir a trabajar.
No podía detenerme.
No había tiempo para llorar.
Han sido días difíciles, no solo para mí.
Ayer hablé con mi hija por teléfono.
Estaba destruida.
Su voz se partía.
Ya no es una niña… está creciendo.
Lo entiende todo bastante bien,
aunque lo único que no logra comprender
es cómo las dos personas que más ha visto amarse,
hoy no pueden ni mirarse.
He intentado explicarle, pero no ha sido fácil.
Y los días siguen.
Ahora hay alguien más que parece aprender a odiarme:
mi hijo pequeño.
Aunque dulce y tierno,
su mirada hacia mí lleva un desprecio que me rompe.
Él no vio la batalla,
no conoce la historia,
pero ha visto las huellas de una guerra…
en el rostro de la mujer que ama,
igual o más que yo: su mamá.
¿Cómo puedo explicarle?
¿Cómo contarle?
Esta vergüenza no me deja hablar con él.
---
La distancia se ha vuelto mi día a día.
Ella me ha denunciado por maltrato.
Y ahora, si intento ver a mis hijos,
sé que la policía podría estar esperándome.
No puedo verlos.
No puedo estar con ellos.
Es mi culpa.
Es mi culpa.
No los cuidé cuando debía.
No valoré las pocas horas que tenía para jugar con ellos.
Me dediqué solo a trabajar…
y ahora…
ya no están conmigo.
Ella me odia.
Dice tenerme miedo.
No ha querido hablarme.
¿Cuándo me convertí en el enemigo?
¿Cuándo pasé de ser su esposo y el padre de sus hijos,
a ser el villano de mi propia historia?
Mis manos están manchadas…
y no puedo hacer nada.
No le he contado a nadie lo que pasó,
ni cómo me siento.
Solo aquí, en este espacio, he podido escribirlo.
Porque necesito sacarlo.
A nadie le importa.
Ni siquiera mis heridas.
Mucho menos mi dolor.
---
De mis terapias aprendí a escribir,
y hoy estoy aquí…
escribiendo,
pensando,
luchando con una sola pregunta:
¿Qué haré hoy?
¿Qué haré mañana?
Si lo único que puedo pensar…
es que sin ella,
y sin mis hijos…
solo me quiero morir.