Capítulo 10
Catorce años juntos...
Se terminaron en catorce minutos. Tal vez más, tal vez menos.
Quizás fuimos demasiado jóvenes cuando comenzamos nuestra vida juntos. No tenía la experiencia necesaria. ¿Qué sabe realmente un adolescente sobre el amor?
Tantas promesas, sueños y metas que ahora quedarán en el olvido.
Esta semana he llorado más que en los últimos meses.
Siento un vacío inmenso en el pecho, un dolor que no puedo explicar y un nudo en la garganta que no se va por más que grite.
Durante el día debo fingir una sonrisa, aunque sea falsa. El trabajo no espera.
Y ahora, tener dos trabajos se ha vuelto una hazaña.
Hablé con mi jefe esta semana. Le pedí comprensión con mis horarios, y más allá de eso, sus palabras al principio me reconfortaron.
Es padre, esposo, y con los años parece haber ganado experiencia en estas situaciones.
Sus primeras frases fueron sabias y oportunas... hasta que soltó un comentario que me incomodó:
—Deberías elegir entre tu trabajo aquí o el negocio que tienes con tu esposa.
Cada día salgo a conducir desde la madrugada. Después trabajo en la empresa y, al terminar, vuelvo a conducir hasta las ocho de la noche.
Refugiarme en el trabajo me ayuda a no pensar demasiado en lo que estoy viviendo, pero... ya no puedo más.
El asiento vacío del copiloto en nuestro carro se ha vuelto una imagen desconcertante.
Me siento solo.
No puedo hablar con mi papá; es demasiado serio. Solo me ha dicho:
—Ánimo, la vida sigue.
Mi mamá llora cada vez que me ve, y eso me lastima aún más. No puedo contarle cómo me siento, no quiero causarle más dolor por mi culpa.
Con mis hermanos la relación nunca fue buena. Los mayores ni siquiera saben lo que ocurre, y la menor... creo que todavía no lo comprende.
En fin, nunca fui de tener muchas amistades. Hace tiempo me alejé de todos.
Mi mejor amigo, que es amigo de ambos, me ha escuchado, pero prefiere no opinar. Y lo entiendo.
Así que, en definitiva, me estoy tragando esta situación solo.
Mis padres me preguntaron hace poco:
—¿Y ahora qué vas a hacer?
Ellos son muy apegados a sus nietos. Estoy seguro de que les duele tanto como a mí no poder verlos con frecuencia.
A veces puedo compartir tiempo con ellos, pero solo cuando ella me los manda.
Ya no soporto esto.
Hablé con un abogado. Debido a nuestros compromisos financieros y a la manera en que ocurrió la separación, sería muy difícil llegar a un acuerdo para un divorcio en buenos términos.
Además, no sé nada de la denuncia en mi contra.
Cualquier comentario que me hacen es una chispa que enciende mi enojo. Me siento desarmado, como si me estuviera volviendo loco.
Así que hoy tomé una decisión.
No puedo seguir así, con esta incertidumbre que me está matando.
Ella no me ha dicho nada concreto. La última vez que hablamos fue el día en que se llevó todo. No hubo palabras... solo nos dimos la mano para despedirnos.
Necesito saber si esto de verdad se terminó, si ya no hay vuelta atrás.
¿Por qué no quiere hablar conmigo, si ambos sabemos cómo fue realmente nuestra historia en los últimos meses?
Yo no soy el monstruo que ella describió en ese papel, ni en las conversaciones con nuestros familiares.
Si el amor murió...
Quiero escucharlo por última vez, de sus labios.
La única salida parece ser el divorcio.
Tengo miedo de acercarme, por la denuncia, así que la cité frente a su casa.
Fui en nuestro carro. Solo quería unos minutos para hablar.
Le escribí:
“Tú sabes que no soy una mala persona. Me conoces desde hace muchos años. Solo te pido la oportunidad de hablar a solas. Necesito que me respondas unas preguntas, por favor.”
Y finalmente... aceptó subir al carro.
Llegó la hora de hablar.