Mi Destino [saga Arévalo #11]

Capítulo 1

Un año después

Zulema — levanté el rostro y sonreí — Soñando de nuevo — solté una risita ante las palabras de Tshilaba.

— Si, me he imaginado mil maneras de como será mi historia de amor, aunque.... — suspiré y bajé la mirada  — Él se fue y no ha vuelto.

Tshilaba observó a su nieta era una chica muy bonita que estaba enamorada del amor.

— Zulema, todo pasará a su tiempo, no trates de forzar las cosas. En este mundo no existe sólo Tobías.

— Abuela es el único hombre apuesto que he visto y que me trata como una princesa, así lo hace papá con mamá.

Ella negó y se acercó para sujetar su mano.

— Lo he visto tocar tu mano y él asegurar que eres su alma gemela, ¿mi pregunta es? ¿tú has sentido algo por su tacto?

Zulema contempló el jarrón de flores frescas que descansaba en la mesita del té.

— No, pero Tobías asegura que sólo es cuestión de tiempo por que él lo sintió.

— No funciona así... 

— ¿Cómo está mi nieta bella? — Albert se acercó a Zulema y se maravilló de ver la belleza de esa chiquilla.

— Abuelo  — lo abrazó fuerte, adoraba sentir el olor de su colonia con la mezcla del olor a tabaco.

— Cielo, debes esperar el tiempo, mi amor  — Zulema asintió ante las palabras de su abuelo, pero honestamente extrañaba a Tobías, se llevaba de maravilla con Tadeos, pero él era serio, no le gustaba revolotear por el campo como lo hacía ella con Tobías.

— Vamos Albert, Harry y Sounya nos esperan.

Se dejó caer sobre la silla ya estaba cansada de oír lo mismo ... debes esperar... extrañaba cabalgar con Tobías.

Zulema

Me puse de pie y decidí ir a dar un paseo a caballo, deseaba sentir el viento golpear en mi rostro.

Caminé con paso  decidido hacia los establos, quería no pensar y no extrañar a Tobías como lo hacía.

— ¿Dónde vas? — me giré y mi tío Jared estaba de brazos cruzados observándome.

— Voy a dar un paseo, estoy algo aburrida  — él se acercó a mi y acarició mi cabello.

— Yo también lo extraño pequeña, es mi hijo.

Sentí que la visión se nublaba por las lágrimas.

— Él regresará, este es su hogar.

Abracé a mi tío y sentí su beso en mi cabeza, yo adoraba a este hombre.

— Gracias tio  — él me sonrió y como siempre lo hacía, soltó la cinta con la que sujetaba mi cabello, él hizo un gesto de burla.

— Está es mi niña... la rebelde, tienes un cabello precioso. Eres idéntica a mi madre, el mismo color de cabello como el fuego. Tú no te pareces a una Arévalo, tienes los genes de mamá. Me encanta ver suelto tu cabello.

— No me dejará ver.

El sonrió

— Si cabalgas como es debido... despacio. Podrás mirar.

Él se giró con una linda sonrisa, y nuevamente deseé tener una linda historia como la de mamá y mi tía Jimena.

Seguí mi rumbo hacia las caballerizas y esperé pacientemente mientras me preparaban a la Sra. Piper.

Mi yegua era majestuosa, subi en ella y salí al trote, entre mi yegua y yo había una conexión, ella sabía cómo era mi estado de ánimo y ella guiaba el camino.

Avanzamos y miré los mismos árboles,  el mismo camino. Estaba aburrida de la vida de monotonía que vivía.

Una año sin hacer travesuras con Tobías, tratar de comportarme como una niña correcta.

Sin pensar apure a la Sra. Piper quien se sorprendió y empezó a cabalgar rápidamente.

— Esta vez iremos más allá — la Sra. Piper movió las orejas y yo cabalgue como nunca lo había hecho. Mi corazón dolía por que extrañaba a mi primo... mi amigo, el hombre que me comprendía a la perfección.

Cerré los ojos y dejé que las lágrimas salieran libremente, al fin y al cabo el viento las secaba.

No me percate cuando la Sra. Piper decidió saltar la cerca, causando una caída desastrosa en mi.

Sentí mi cuerpo trastibillar en la tierra, quise levantarme rápidamente, pero la rodilla me dolía.

— ¿Puede levantarse? — levanté la cabeza y miré las patas largas de un caballo, seguí mirando y tenia un caballo totalmente majestuoso ante mi.

— Me duele la rodilla  — no podía ver al dueño de la voz su posición era contra la luz.

Lo escuché murmurar en una lengua desconocida, pero sabía que eran palabrotas.

Unas botas polvozas se pusieron ante mi visión.

— Le ayudaré a levantarse  — mordí mi labio y asentí.

Sentí su mano cerrarse en mi brazo y de un tirón me levantó.

Cuando me puse de pie hice una mueca al sentir el dolor en mi rodilla.

— ¿Puede apoyarse? — hasta ese momento decidí mirar a mi ayudador y me quedé sin aliento al ver que tenía ante mi un hombre guapísimo y con el color de ojos mas bonito que jamás había visto.

Mi lengua desapareció, no sabia como contestar.

Su mirada no reflejaba ninguna emoción,  pero fui conciente en que escudriño mi rostro con su mirada.

— Creo aún está en shock por la caída,  señorita con su permiso revisaré su rodilla.

Rápidamente negué, nadie excepto mi esposo podía ver mi rodilla. El sonrió y asintió.

— Siéntese en aquella piedra me daré la vuelta y examinela, si necesita algo me indica y se lo pasó.

El me ayudó a sentarme en la piedra y como indicó se hizo hacia atrás para que yo pudiera examinar mi rodilla.

Levanté el dobladillo de mi vestido y me horrorice al ver el gran raspón lleno de sangre.

Solté un jadeó de la impresión.

— ¿Está bien?

— Estoy... herida  — él no respondió, pero se apresuró a pasarme un pedazo de tela bien limpia apestando a agua ardiente.

— Limpiece mientras llega a su casa.

Se me salieron las lágrimas al sentir el ardor y dolor.

Al rato me levanté, pero no podía apoyar mi pie en el suelo. Miré alrededor y me di cuenta que la Sra. Piper se había marchado hacia la casa.

— Salió asustada  — miré al desconocido que había entendido que buscaba a mi yegua  — Señorita...

— Zulema Arévalo  — él asintió.




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