Mi dulce limón

Arrogancia

Arrogancia

Llegamos al salón que queda entre los laboratorios y las escaleras del segundo piso con salida hacia la cancha desde el primer piso. El salón es muy grande, pero por la cantidad de alumnos, sé que queda pequeño, pues la lista adherida con cinta en la puerta indica que somos treinta y seis estudiantes.

—Pasen jóvenes y tomen asiento pronto —un profesor moreno y atlético con un bigote y profundos ojos negros, nos indica.

—Por aquí —me dice Isabelle dirigiéndome a los asientos cerca de los enormes ventanales con vistas al estacionamiento.

—Estos son los mejores lugares, así cuando hace calor no nos sancocharemos como lechugas fuera del refrigerador. —agrega con ironía.

Coloco mis cosas encima del pupitre, me asomo a través de las grandes ventanas y puedo ver como hay alumnos todavía afuera y algunos jugando con un balón cerca de los carros en el estacionamiento.

—No hagas eso —mi nueva amiga me llama la atención señalando mi bolso LV—, aquí es una tentación para cualquiera.

—¡Oh! Gracias —repongo y me siento.

—¿Y por qué decidiste estudiar tu último año aquí?

—¿Por qué lo dices? —le respondo con otra pregunta.

—Porque a leguas se nota que no perteneces a este lugar —me mira de arriba hasta abajo y no puedo evitar tocar mi cabello y mis orejas a medida que ella me observa—. ¿Es acaso un experimento de niña rica?

Ahora no sé si me cae tan bien como en un primer momento. La miro con seriedad.

—No, no lo es —respondo con aspereza y arrogancia en la mirada.

—No me malentiendas, no por eso te voy a encasillar. Obvio que eres una sifrina, nadie o mejor dicho muy pocos son los que traen algo de marca o diseñador a este instituto.

—Oh, lo dices por el bolso

—Por el bolso, tu reloj, zarcillos, el cabello, zapatos, apariencia y maquillaje… gritas, soy detestablemente rica, perras —sonrío ante su comentario.

—¿Debo vestirme diferente? —pregunto inquieta.

—Pff… claro que no —ella bufa sonriendo—, somos contados con los dedos los privilegiados en este instituto, eso nos hace unique —acota ella con una taimada sonrisa.

—¿Tú también? —estoy asombrada porque es como pez en el agua, y su vestimenta, aunque de marca no grita como dice que lo hace la mía, que es rica.

—Sabía que te asombraría —dice riéndose de lo que seguro es mi rostro de asombro—. La verdad me costó un poco adaptarme, aquí la ropa de marca no te hace mejor que otro, eres igual a los demás y punto —agrega con una sonrisa.

—Silencio —el profesor llama al orden.

Ella me guiña un ojo y sé que podremos conversar luego.

—D´Alessandro, termine de pasar, no se crea el presidente de la República para que nos haga esperar por su eminencia —el profesor vocifera y es cuando me doy cuenta de que el granuja ha quedado en la misma sección.

—Se me descompuso el cuerpo —mascullo por lo bajo.

—Como diga profe, tranquilo —responde con arrogancia y una estúpida sonrisa en los labios.

—Es Max —Isabelle, me indica al percatarse de que no he dejado de verlo—. Es el capitán del equipo, es solo apellido. Siempre ha estudiado aquí y ser reconocido como el hijo legítimo de un empresario de la zona, le ha dado cierto prestigio —dejo de mirarlo por fin.

—Entiendo —asiento y en cierto modo siento algo de pena por el estatus que ahora ocupa, porque entre los de nuestra clase, no es más que un advenedizo.

—La verdad él no le presta atención a las elucubraciones que la gente hace de su procedencia —añade Isabelle.

Vuelvo a mirar en su dirección porque se ha sentado en la primera fila del salón muy pegado a la pared, con el cuerpo despatarrado en el asiento, su libreta abierta y está haciendo anotaciones en la misma con rostro frío e indiferente. La verdad es que puede sin mucho esfuerzo convertirse en el crush de cualquier chica, es hermoso. Su perfil está tallado con delicadas cinceladas, posee una nariz recta y perfilada, un rostro hermoso y mentón cuadrado con un pequeño hoyuelo en el mismo que le concede cierta dureza y un atractivo dulce a la vez. Su cabello es castaño, levantado en las puntas y rebajado a los lados, presiento que ha de pasar mucho tiempo dedicándole solo al cabello, porque da la impresión de acabarse de despertar, pero con estilo. Observo la tensión que ejerce en su brazo al escribir, exhibiendo así sus bíceps bien trabajados y deduzco que debe hacer ejercicios aparte de jugar baloncesto.




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