—Una mujer... —murmuró en forma despectiva ante la expresión impávida de la joven—. Lo que menos necesito es una criatura tan inútil como una mujer.
La expresión fría, la mirada seria y su boca torcida hacia abajo con gesto despectivo interrumpió hasta ahora lo que había parecido una normal entrevista de trabajo.
No puede creerlo, y sin tener palabras se quedó ahí, estupefacta, sin saber si le está hablando en serio o solo le está haciendo una broma. Pero el tenso semblante de aquel hombre detuvo la leve sonrisa que ella quiso dibujar en su rostro.
Había llegado temprano para esa entrevista. Una oportunidad que esperaba durante mucho tiempo. Se había puesto su mejor traje, se peinó sin dejar ningún cabello que huyera de su cabeza, limpió sus anteojos con esmero y lustró sus negros zapatos hasta que brillarán dejándola satisfecha. Su traje, aunque no era nuevo lo lavó y planchó para que luciera mejor que nunca.
Se había presentado en la recepción llegando diez minutos antes como correspondía, según ella.
Uno a uno los postulantes habían sido llamados por una secretaria a quien siguieron a través de un pasillo. Era la única mujer en el lugar. Cuando le tocó su turno, la secretaria le sonrió solo por cortesía, por unos segundos, antes de indicarle que la siguiera. Se habían detenido frente a una puerta blanca. Una sala con enormes ventanales que hacían que el interior luciera más claro de lo esperado, en el centro había una enorme mesa blanca con un par de notebook y papeles ordenados. Un hombre de cabellos castaños, vestido de traje y muy bien peinado fue quien la recibió y le sonrió con amabilidad invitándola a tomar asiento, luego otro hombre despeinado de negros cabellos y con cara de pocos amigos la observó con fijeza antes de bufar y dejar caer unos papeles encima de la mesa.
¿Bufar? ¿Cómo podía interpretar esto?
Además, notó como aquel dirigía una mirada molesta al primer hombre quien simuló ignorarlo, a pesar de la expresión interrogante y molesta de su rostro.
El de cabellos castaños le había preguntado de su experiencia, sus logros, sus virtudes y defectos, lo típico. El otro solo guardó silencio mientras su compañero hablaba de la empresa y lo que buscaban y ofrecían.
—Tu curriculum es excelente, sabes lo que más necesitamos y…
—Una mujer... Lo que menos necesito es una criatura tan inútil como una mujer —fue lo que señaló aquel despeinado de repente interrumpiendo la entrevista con brusquedad, ante la sorpresa de Paula y de su propio compañero.
Y aquí frente a aquel hombre y sus despectivas palabras se quedó paralizada y confundida por lo que le acababa de decir. No sale aun de su sorpresa cuando volvió a hablar.
—En mi equipo de trabajo no me sirven niñitas lloronas, prefiero solo a hombres, esto solo ha sido una pérdida de tiempo.
Bostezó con expresión fría y molesta cruzando los brazos provocando que todos guardaran silencio ante la incómoda situación. El de cabellos castaños, nervioso sonrió intentando calmar el tenso ambiente que se había levantado en la sala.
Paula levantó ambas cejas con una desagradable expresión deteniendo su mirada en aquel hombre sin pronunciar palabra alguna.
—Las mujeres no son capaces de llevar el estrés, y yo necesito a alguien que sea capaz de hacerlo, el gerente del área insistió en que te viera por tu buen curriculum, pero me ocultó tu nombre y el hecho de que eras mujer, lo hubiera sabido antes ni siquiera te hubiera citado —habló con seriedad—. Veo que no me equivoque, ha sido una perdida, yo no tengo tiempo para andar consolando a niñas que se pongan a llorar por cualquier situación que se les escape de las manos ni a tolerar las alzas hormonales de una mujer.
El otro hombre intentó sonreír nervioso tratando de hacer callar a su compañero con sutileza. Pero no causó efecto sino todo lo contrario. La mujer tensó su semblante ante la agresiva mirada de aquel que la acababa de insultar.
—Te lo digo ahora en tu cara, yo te descartó de mi equipo, no me sirves. Sal de aquí, llora si lo quieres, porque esto no es un salón de belleza femenino —entrecerró los ojos con expresión severa.
Paula se puso de pie arrugando el ceño, con una opresión en su pecho ante aquel desconsiderado desconocido.
—Sí, una pérdida de tiempo, quién querría trabajar para alguien tan prejuicioso que asume que por ser mujer voy a andar llorando, con su permiso.
Y salió molesta, antes de que aquel tipo le respondiera pues fue clara su intención de hacerlo, con ganas de patear un par de piedras. Evitó cruzar mirada con quienes pasaban a su lado y se subió al ascensor agradeciendo en su interior que este estuviera vacío. Años trabajando, con una experiencia y recomendación intachable y aquel individuo solo se fijó en que es una mujer, o sea según él ella no sirve para el trabajo por ser mujer.
Salió edificio suspirando con amargura. La verdad es que sí quería trabajar en este lugar, no solo por ser una gran empresa, por su prestigio, sino que, además, principalmente, por la cercanía a su departamento. Hubiera sido el lugar ideal, pero arrugó el ceño al recordar el rostro de aquel tipo, su actitud y sus palabras. Se dio la vuelta molesta nada peor que sentirse descartada solo por ser mujer, y nada peor que siquiera imaginar que tengan trabajando a alguien con ese pensamiento.
—¿Quien se cree ese tipo? —masculló antes de apretar los dientes.
Sí hubiera podido golpear a alguien lo habría hecho, pero sabe que no es lo correcto. Solo volteó a mirar al edificio volviendo a suspirar. Arrugó el ceño, tomó su cartera con fuerzas y dándole la espalda se alejó caminando de mal humor. De todas formas, haber trabajado al lado de un hombre como este no hubiera sido lo mejor, es el único consuelo que le queda.