Primer día en el trabajo, contemplando el mismo edificio que pensó que nunca volvería a ver. Se ha vestido con su mejor traje, una falda hasta la rodilla de tono marrón, una blusa de color pastel, el cabello bien amarrado en una alta cola, y sus anteojos bien limpios, zapatos bajos, y arreglada hasta el último detalle, de manera de lucir muy profesional porque sabe que no será fácil, no tiene idea de que podría esperar de ese hombre que la había entrevistado anteriormente. Es inevitable no sentirse nerviosa.
La recepcionista no estaba en su lugar, luego de esperar varios minutos al final se acercó a un grupo de chicas que conversaban entre ellas y aparentaban ser muy amables.
—Hola, buenos días —las saludó con amabilidad.
Las aludidas se dieron vuelta en su dirección observándola curiosa, es claro que es porque no la había antes por los pasillos de la empresa y por eso les resulta novedoso.
—Buenos días —le respondieron casi al unísono sonriéndole.
—Soy nueva, desde hoy trabajaré acá y...
—¿Nueva? Entonces bienvenida, has entrado a un buen lugar —la interrumpió una de melena castaña y con enormes ojos verdes.
—Muchas gracias —respondió aliviada por el tono cordial del grupo con el que se acababa de encontrar— ¿Saben en dónde puedo encontrar el departamento de informática?
Pero apenas les preguntó aquello la expresión de la mujer se tornó seria y sorprendida. Volteó hacia sus compañeras. Se miraron entre sí sin saber qué decir. Luego la volvieron a observar e intentaron sonreírle, aunque sus rostros no lucen sinceros, se ven nerviosas e incomodas, incluso preocupadas. La joven tragó saliva intentando sonreír a pesar del rostro de las mujeres.
—¿Disculpa? —habló la castaña dubitativa— ¿Dijiste el departamento de informática?
Paula sin entender que pasa solo afirmó con la cabeza notando el rostro sombrío de sus compañeras y cuando una de ellas estaba a punto de hablar un grito los hizo a todos girar hacia el lugar desde el que provenía.
—¡¡Estas son horas de llegar!! —se volvió a escuchó el mismo grito que retumbó por toda la oficina.
Hubo un instante de silencio en donde Paula aún sin asimilar lo que acababa de escuchar notó como la castaña junto a las otras murmuraban entre ellas. sin dejar de mirarla.
—Debes decirle... —escuchó que decía una de ellas en tono bajo.
—Pobre chica —murmuró otra sin dejar de mirarla con compasión.
—Informática —indicó al final una de las mujeres a Paula señalando al lugar de donde provino aquel grito, sin agregar una palabra más, tal vez es innecesario luego de escuchar aquel baladro que no pasó desapercibido para nadie.
Palideció por unos segundos ¿Realmente provino del departamento en donde desde hoy comenzará a trabajar? Ante el semblante compasivo del grupo de chicas trago saliva, afirmó su cartera, endureció su mirada y con paso firme se dirigió hacia aquel lugar. Esto no la haría abandonar, claro que no, no había venido hasta aquí para dejarse intimidar por algo así.
—Ya amaneciste de mala otra vez —murmuró un muchacho joven, de baja estatura y cabellos alborotados, con expresión aburrida mientras observaba su reloj para suspirar.
—No amanecería de malas si tú siquiera llegarás a la hora —suspiró uno de mayor edad con su semblante serio, aunque un enojo demasiado exagerado.
—Aún faltan como quince minutos para el inicio de la jornada laboral y ya deja de comportarte así —masculló sin ánimo de seguirle el juego, quitándose la chaqueta.
—¡No me vengas con excusas tienes que estar aquí una hora antes, abrir las puertas del edificio con el conserje, si es necesario! —lo interrumpió molesto golpeando el escritorio con ambas manos. Fijó sus ojos sobre el otro, de menor estatura, que a diferencia de él que es más alto que el promedio, los hace lucir extraños. Borró de golpe la severidad de su rostro para luego sonreír —¿Qué te pareció?
—Que si el jefe llega y te ve imitándolo la patada que te dará retumbara por días —entrecerró los ojos con fastidio— ¿No crees que en vez de practicar lo que le dirás al jefe cada vez que llegues tardes mejor te preocupas de llegar temprano?
—Que aburrido eres —murmuró tomando asiento con gesto cansado.
Paula se quedó en la puerta mirando el espectáculo de la pareja dispareja, pensó que el grito que había escuchado provenía de aquel hombre de la entrevista, pero al ver que no era así y más cuando el último dijo algo de imitarlo, no sabe ya ni siquiera que pensar. Pero aquellos no parecen notar su presencia, el de mayor estatura sigue con los ojos cerrados semi acostado en su silla con los ojos cerrados, y el otro tiene su atención fija en los monitores de su computador.
—Disculpen —señaló la joven cohibida— ¿Es este el departamento de informática?
Ambos la miraron fijamente y movieron la cabeza en forma afirmativa con expresión confundida, no recordaban haberla visto antes. Sin embargo, la expresión seria de ambos la hacen sentirse intimidada, lucen incluso molestos.
—La jornada laboral aún no se inicia, y en todo caso este es el área de informática, pero programación —musitó el menor con nada de cordialidad—. ¿Ves a ese grupo de idiotas que están en el fondo riéndose? Ahí está soporte, ellos te ayudaran.
—En todo caso nosotros no tratamos con clientes, directamente —agregó el otro—. Estamos ocupados, debes gestionar nuestro tiempo y siempre con un jefe de proyecto. Debe seguir los protocolos, señorita…
—Solis —respondió la mujer sin pensarlo, luego movió la cabeza en forma negativa—. No, no, están confundidos, desde hoy empiezo a trabajar con ustedes.