Mi enemigo

Capítulo 5

—¿Hacerme cargo de un proyecto? —lo quedó mirando anonadada, ¿Es en serio lo que acaba de decirle?

 

Sebastián cruzó los brazos arrugando el ceño mientras se quitaba los anteojos de lectura y se apretaba las sienes como si la paciencia se le estuviera acabando apoyando sus codos encima de su escritorio, luego sonrió con ironía.

 

—¿Te da miedo? —la contempló con desafío.

 

—No, pero yo nunca he estado a cargo de un proyecto —Paula alzó la mirada preocupado. Además, apenas lleva un par de semanas en la compañía ¿Cómo podría dar, así como así un paso tan grande? Se supone que para llevar un proyecto adelante mínimo debería tener algo más de experiencia en el negocio de la empresa, además nunca en sus trabajos anteriores ha hecho algo como esto. Tragó saliva desconfiada de sus capacidades.

 

—Pues hoy es tu oportunidad —se burló Sebastián sonriendo luego arrugó el ceño—. No me decepciones.

 

"¿Que no lo decepcione? ¿Como si eso me preocupa? Es lo de menos ¿Cómo se lidera un proyecto? ¿Y si cometo un error? Este ogro no me lo perdonara, de seguro lo está haciendo para buscar despedirme, es una excusa" Suspiró pensando y cerrando los ojos por unos instantes ¿Como podía ser capaz de someterla a semejante estrés sin aún la experiencia necesaria? 

 

—Te mandaré la información a tu correo, cualquier cosa pregúntame, no lo dudes —indicó Sebastián con seriedad levantándose de su asiento y abriendo la puerta de su oficina con claros indicios de que esperaba que ella saliera de una vez por todas.

 

Paula movió la cabeza. Y por unos instantes tensó su rostro cuando la mirada de ambos se detuvo uno en el otro, esos ojos oscuros, esa expresión severa ¿Acaso este hombre nunca sonríe? ¿O nunca tiene otra expresión que no sea enojo-desagrado-enojo? Bufó molesta y eso sorprendido a su jefe quien alzó sus cejas ante la actitud de su subordinada ¿Acaso se esperaba un trato especial por ser una mujer? Es por eso por lo que hubiera preferido no tener a esta chiquilla en su equipo. 

 

—¿Tienes alguna queja? —preguntó Sebastián endureciendo la mirada.

 

—Muchas, pero no vale la pena discutirlas... —respondió molesta desviando su atención.

 

—Oye… —pero se quedó con las palabras contenidas. Ya que ante la fija atención de la mujer no supo cómo decirlas sin que suene en un sentido que no quisiera.

 

De verdad que le intriga esa actitud de ese hombre ¿Tan infeliz es su vida que no puede ser feliz? Tal vez odia su trabajo. Al pensar esto le fue inevitable no volcar su atención ahora a la oficina cerrada, a través de las paredes de vidrio vio sus piernas moverse de un lado a otro. ¿Que pasara por la cabeza de su jefe? ¿O tal vez es su odio a las mujeres? ¿Será que una le hizo tanto daño y él como niño infantil culpa a todas las mujeres del mundo lo que le pasó con una sola? Entrecerró los ojos moviendo la cabeza a ambos lados por su absurda idea, pero luego levantó la mirada preocupada ¿Y si eso es así? Porque pensándolo bien hay hombres y mujeres que se han vuelto así cuando sufren una decepción amorosa. Se puso a jugar con su lápiz mientras pensaba en esto, hasta que resbaló de sus manos y le hizo reaccionar, no tiene tiempo para pensar en la vida amorosa de su jefe y sus problemas psicológicos. Debería preocuparse más en el proyecto del cual debe encargarse.

 

Se pasó toda la tarde revisando la información, analizando, y revisando. Su jornada ya había terminado. Extenuada dejó caer su cabeza en su escritorio, ¿De verdad aquello puede ser tan difícil? Sabe que no, que se está esforzando el doble porque tal vez inconscientemente busca la aprobación de su jefe, si este trabajo logra mejores expectativas a las esperadas aquel tipo no volverá a dudar de ella. Levantó la cabeza dispuesta a seguir.

 

—¿Te quedaras? —le preguntó Marcos mientras se alista a salir—. Nuestra jornada laboral ya acabó, deberías seguir mañana.

 

—No te preocupes, aún tengo mucha energía —levantó sus brazos para demostrarlo—. Además, solo me queda revisar unos documentos —agregó Paula.

 

Cuando ya todos se habían ido fue inevitable no quedarse dormida sin poder evitarlo. Sebastián al verla dormir con la cabeza sobre el teclado suspiró de malas ganas. Él acostumbraba a quedarse hasta tarde y por eso seguía dando vueltas. Se acercó y le sopló en el oído, pero ella no se despertó. Carraspeó y tampoco. Tosió con fuerzas y nada.

 

—"Esta mujer sí que tiene el sueño bastante pesado" —pensó impaciente arrugando el ceño—. ¡Oye!

 

Gritó y con esto Paula se sobresaltó a punto casi de que ambos se dieran un cabezazo. Asustada detuvo su atención en su jefe, se había quedado dormida, qué error más grande, pensó. Y justo tenía que ser él quien la encontrara en ese estado.

 

—¿Vas a quedarte aquí? —le preguntó ante el rostro somnoliento de la joven.

 

—Aun... tengo trabajo —bostezó Paula sin saber qué más decir.

 

—Vamos mujer, es tarde hasta para mí, no soy tan ogro para obligarte a quedar tan tarde. Toma tus cosas y apresúrate, te iré a dejar a tu departamento.

 

Paula quiso negarse, pero al ver la hora ya es tarde para ir a la estación de metro, a esas horas ya el último tren acaba de irse. Así que no le quedaba más opciones, tomó sus cosas corriendo y salió detrás de su jefe, en un incómodo silencio en el ascensor, le fue inevitable no ver el perfil de Sebastián que perdido en sus pensamientos parecía haberse olvidado de su presencia, de cierta forma aun con ese cabello despeinado y esa cara agria, hay algo que lo hace lucir guapo... ¡¿Que?! sacudió la cabeza echándose a reír por su ocurrencia, Sebastián se giró serio deteniendo su mirada en ella que se cubrió los labios intentando dejar de reír, aquel solo movió la cabeza y apenas el ascensor se detuvo en los estacionamientos bajó. Paula lo siguió.




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